Tu fama de mujer endemoniada
precede con endechas a tu carácter.
Eres un latigazo en su roja furia.
Un remolino escondido en el rímel.
Eres una abrasión demostrando su fuerza
que estalla en un monólogo asesino.
En vez de solución, eres problemática y problema
y no te abstienes de lanzar tus aspavientos.
Eres ariete ígneo en todos tus reclamos
y te extiendes como llamarada salida del infierno.
Debiste ser mujer y fresco subterfugio
y festividad blanca que no diera dolor.