De Buitres....
Publicado en Dec 15, 2009
De vuelta de una caminata por las sierras chicas, en una mañana diáfana, ideal para recargar los pulmones con este aire, incontaminado aún, veo en el cielo, varios oscuros pájaros, girar en círculos concéntricos. Son buitres carroñeros que avistaron a su víctima, en algún lugar del enmarañado monte. Esta, buscó, un refugio donde aliviar su mal y escapar del asedio, a cada minuto más tenaz. Las aves cierran su vuelo, enfocando la intención hacia su objetivo. Es cuestión de tiempo. Bajan y muy cercanas a la presa, sacuden sus alas y esperan. Se precipitan, arremetiendo en el momento que deja de moverse, hacia los órganos, tibios y palpitantes aún, que desgarrarán con sus fuertes picos en forma de tenazas. La competencia por llegar a los bocados preferidos, da lugar a feroces luchas entre los más fuertes, situación aprovechada por el resto para alzarse con lo más preciado del botín. Continúo mi camino. Sin proponerla, mi pensamiento, me lleva hacia una situación , acontecida hace muy poco, que podría tener algún punto de contacto con lo observado. Lo dejo a consideración del lector. Al hospital donde ejerzo mi profesión de médico, llegó un hombre, viejo, en condiciones deplorables. Para su anamnesis, requerí datos que fue aportando con gran esfuerzo por su extrema debilidad. Oriundo de Tulumba, al norte de Córdoba, era propietario de unos campitos que hacía rendir para él y los tres sobrinos huérfanos que criaba. Tenía unas vaquitas, cabras y gallinas que les proporcionaban lo suficiente para subsistir. Los muchachos, apenas tuvieron edad, se fueron en busca de mejores oportunidades, ayudados por el tío que les dio lo necesario para iniciar algún modesto emprendimiento. A partir de ese momento, la soledad le pegó duro, siguió con el arduo trabajo, aunque sus fuerzas no eran las de antes ni tampoco sus motivaciones. Decidió sondear a los sobrinos, por si alguno volvía para ayudarle en las tareas. Ninguno aceptó por lo que el viejo decidió vender y establecerse junto a ellos. Aceptó una buena oferta y cerró trato. Depositó su dinero a interés lo que le daría un pasar sin preocupaciones. Con diferentes excusas, ninguno de los sobrinos aceptó recibirlo en su hogar. El viejo, solo y enfermo buscó un hospedaje. La amargura y el desaliento por tanta ingratitud deterioraron su salud, dejó de alimentarse y todo el día se pasaba tirado en la cama con la vista fija en el techo. La propietaria del hotel, alarmada al ver los estragos producidos, decidió acompañarlo al hospital. Necesitaba urgentes atenciones, deshidratado y deprimido no tenía voluntad de vivir. Quedó internado en cuidados intensivos. Decidí contactarme con sus sobrinos y ponerlos al tanto de la situación. Los tres alegaron ocupaciones impostergables. Se me ocurrió decirles que había cuestiones de dinero que iba a ser difícil resolver si no lo hablaban con el enfermo. En una hora llegaron los tres a mi despacho. No estaban enterados de la venta del campo, ignoraban que había sido su propietario, no sabían del dinero depositado. A partir de ese día venían puntualmente al hospital en los horarios de visita. Entraban a terapia, y trataban de convencerlo que les firmara un poder. El enfermo, sumido en profunda inconciencia, en un relámpago de lucidez, abrió los ojos y al verlos a los tres juntos, pensaría que había muerto, que estaba en el cielo, sonrió y expiró. Los intentos por recuperar el dinero depositado, hasta el día de hoy han sido vanos.
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Artemisa & Minerva
Artemisa & Minerva...
JUAN CARLOS
Cariños y besos...Juan Carlos...
Alfonso Z P
Bueno el relato y aleccionador a la vez.
Saludos: Alfonso