El estaba perdido en sombras inconclusas, vagando en la incongruencia del hoy, derramando el ayer en imágenes que, como en un horror vacui, se amontonaban, ciegas y vacías para quien quisiera examinarlas con la frialdad metálica del método científico. El dolor no cabe en una balanza y bajo su peso la mente pierde el rumbo de la conciencia, bifurcándose en el laberinto de la alienación, sin formas ni lógica alguna. Primero el proceso es lento como el excavar de un insecto en la tierra, luego la locura llega en una negra primavera, por la cual el caminó, desgarrando paredes de inconciecia y alteregos desdibujados tiempo atrás, cuando la cordura dijo "Adiós" en silencio por culpa de ese amor maldito, por culpa de esa mirada bucólica pero absorbente, atroz conjunción de tormentas, dos ojos, dos abismos como lenguas mesméricas; saludables para morir respirando, para desprender recuerdos anteriores de una vida alguna vez luminosa. Ahora el se desliza cual pez, entre las aguas de lo obscuro, lo silencioso, lo pétreo regado por flores muertas, arriba, la vida sigue y nadie lo llora.
 
 Nota: La imagen que acompaña al texto pertenece al genial fotógrafo Joel-Peter Witkin