Atrás quedó la infancia.
Publicado en Dec 15, 2009
Ahora la vida no es esa estampa de fantasía,
de juegos de alegría, en donde nada iba tan mal. Quedaron atrás, muy lejos en la inexistencia del recuerdo los sueños de la infancia. Las correrías con los amigos del barrio, Las batallas de pistola de agua, exhibiendo las tácticas bélicas de ilusión en aquellos terrenos baldíos que se me hacían tan extensos. Las cacerías ficticias de fieras imaginarias, de monstruos de risa, los fantasma que cobraban vida en nuestros corazones medrosos de niño. Las correrías alocadas colgados de un hilo de papalote surcando las breñas y los montones de tierra, el enojo de mi madre cuando me veía llegar hecho un guiñapo, con la cara blanca por el polvo, las piernas chorreadas, hierva y telarañas entre los cabellos, los zapatos raspados y mojados por haber saltado entre los charcos; ostentando con gran orgullo el trofeo encerrado en un frasco, una sabandija de mortal aspecto ante mis ojos. El tiempo de las puertas del tiempo, o de las del infierno en forma de grandes remolinos polvosos. Las grandes hazañas de cerrar los ojos y lograrlo todo. ¡Ah, mis fantasías de infancia, qué lejos han quedado los berrinches de malcriado! Los castigos suaves y severos de mis padres imponiendo disciplina, las grandes letanías de mi padre resumiendo lo duro de la vida tratando de orientar la mía -¿Entiendes lo que te quiero decir...?-, yo asentía moviendo la cabeza sin haber entendido nada -si papá, me puedo ir a jugar-. La comida que jamás faltaba si tenía hambre. Pero ahora el mundo para mi, ya no es lo mismo, aquello quedó tan lejos, allá en el mundo de la inocencia, en mi infancia perdida para siempre, que apenas entre una espesa niebla logro verlo. Cuando no faltaba la comida si tenía hambre, cuando el miedo se alejaba en un consuelo, cuando el frío se atenuaba en el mismo regazo, en una palabra de consuelo de mi madre, en un beso. Pero aquello no era real, era mi infancia. Desperté, a plena luz del día o a mitad de la noche, no lo sé. Pero abrí los ojos cuando la inocencia se diluyó y dio paso a la desesperación de no saber que, ni a donde, cuando creí que adolecía de todo y me urgía madurar. Me hice adulto, abrí los ojos, desperté. Con el rostro perplejo, miré hacia todas direcciones, escudriñando con ojos sagaces, tocando, palpando, probando todo y de todo, solo me abandoné a vivir, era dueño de mi vida, de mi destino, podía entregarme a vivir, a vivir... cada experiencia era innovadora, podía moverme a placer, gobernar, mandar sobre mí. Me sentía en toda mi extensión Y aún quedaban áreas sin explorar, todo era vasto y nuevo. El tiempo era lo que menos me importaba, Porque tiempo era lo que a mí me sobraba. Y entonces... con el tiempo, ¿por qué me siento solo, atrapado entre los miedos creados por mi mente, por qué estoy sujeto por estos grilletes pesados de la desesperación y el desaliento, por qué no soporto siquiera el aliento? ¡ah, mis fantasías de infancia, quedaron tan lejos! Yo que lo podía todo y el tiempo era lo que menos me importaba, Porque tiempo era... Lo que a mí me sobraba.
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