Te quiero... a pesar de la imprudencia del querer,
a pesar de la visión de un ciego en la luz sublime
de la noche que me abraza con su negra y fría intensión.
Te quiero... por sobre la razón,
sobre toda ideología o diferencia de religión.
Más allá del negro y del blanco
del fuego y del agua
del ying o del yang
y de esta falta de aliento
que siempre me dejas cuando no estás.
Te quiero sin explicaciones, sin nada a cambio
y por encima del horizonte inalcanzable
a pesar de esta roca pesada en que  ha vuelto mi vida el destino.
Te quiero... con la fuerza de mis brazos
cada día en que me devora el trabajo
y frustrado me refugio en mi soledad.
A cada instante en que el cuerpo se desborona
como un muñeco de arcilla en pleno rayo a medio día.
Te quiero... pronunciando tu nombre,
y sin mencionarlo también,
en tu presencia, pero más en tu ausencia,
porque tu amor me lastima, me mata y me esclaviza
y también me da alas de libertad.
Porque compartes tus íntimos sentimientos
y te conozco menos
a pesar de estos instantes eternos
de plática fugaz,
porque simplemente te quiero
porque te quiero...
tal como eres,
por ser tú...
te quiero.