Pequeña...
te miras al espejo.
Pequeña...
así  te sientes
en tus alcances
mas no en tus formas.
Tu espacio circunspecto
se amplía hasta el infinito
al punto, que te ahoga no entender.
¡Pero crees entenderlo todo y a la vez nada!
Tu rededor lo aspiras
en fuertes bocanadas
de miedo  y terror
disfrazados de mueca irascible.
Toda la gente a tu alrededor
se molesta y se asombra,
percibes que se alejan de ti.
Asombrados exclaman a tu espalda:
¡Tanta displicencia no puede caber en una persona!
Pero ellos no saben
que tu tienes miedo,
algo en tu interior
te masculla al oído...
algo va a pasar,
algo puede pasar,
ya no corras.
Tienes miedo de hablar, 
-y para que si no te escuchan-.
Nadie entiende tu forma de expresarte.
Por eso gritas,
te revelas,
por eso te diviertes al extremo de la incomprensión.
Por eso te suicidas
lentamente
con cada acto y palabra que expresas.
Por eso te disfrazas,
te paras los cabellos,
te pintas de negro;
para confundir tus ideas
que no alcanzas a entender.
Pequeña...
Caminas por las calles,
atropellada por gigantes
impávidos y crueles.
De cadáveres que ignoran
su condición y se engañan a vivir.
Pequeña...
te miran y soslayan tu sentir,
no te creen un ser completo, maduro,
solo porque no entienden tu existir.