Se conocieron en el último nivel de un estacionamiento de once pisos. Ella miraba la ciudad desde arriba y fumaba un cigarrillo. A lo lejos, los altoparlantes tocaban un ópera desconocida y ella fantaseaba con la idea de dejar la ciudad que la había visto nacer, crecer y enamorarse muchas veces de gente que siempre terminaba lejos.
Él subió las escaleras desde el octavo nivel. Los ascensores subían y bajaban y nunca se abrían sus puertas para que él entrara. Subió despacio para sentir que sus músculos se contraían y relajaban rítmicamente. Había dejado su auto aparcado arriba por dos razones: nunca había gente allá y la vista era increíble. Se preguntaba cómo las personas pueden ignorar esos pequeños detalles de la vida.
Entonces la vio a lo lejos, al borde del vacío, parada sobre un círculo de concreto, girando lentamente con un cigarrillo en la mano. Ella sonreía. Él se descubrió a sí mismo inventando un diálogo amistoso, invitandola a tomar café y platicando largas noches con ella. Cuando despertó de su fantasía, fumaba un cigarrillo y caminaba lentamente hacia la muchacha.
Ella había encontrado un punto en la lejanía al que miraba atentamente. Cuando él se detuvo a su lado, las palabras se borraron de su mente, ella lo miró y sonrió para él, volvió a fijar su vista donde antes. Le gustaron su mirada y su sonrisa. Pero aún no sabía qué decirle. De nuevo, sin pensarlo, buscó en su abrigo la caja de cigarrillos. Al mismo tiempo ella sacó una cigarrera de su bolso. Sonrieron.
Fumaron juntos mirando las luces que iban encendiendo la ciudad, sin decir palabra, sin mirarse más. Ella se sintió acompañada, la soledad se había esfumado, aunque fuera por sólo esos minutos. Él sintió que no había que interrumpir el momento más bello que había tenido en los últimos años.  Ella pensó en recargar su cabeza contra el hombro de él. Él imaginó que rodeaba su espalda con su brazo y caminaban juntos por las desconocidas calles de un remoto país.
Ella terminó su cigarrillo, dio una última mirada a la ciudad. Se acercó a él que seguía inmóvil y le susurró al oído las palabras que nunca olvidaría. Caminó hacia las escaleras y desapareció de su vida para siempre. Un impulso repentino le decía que la siguiera, que no la dejara ir, no así... pero no pudo.
Al día siguiente él tomó el vuelo que lo llevaría de regreso a su país. Ella no volvió a pensar en él jamás.
 
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