Un cuento de Navidad I
Publicado en Dec 22, 2009
Un cuento de Navidad
Capítulo I Tal vez impulsado por mi esceptisimo, hecho que acrecentaba desmesuradamente su endémico malhumor, o simplemente para fastidiar al prójimo (en este caso a mí), tal y como era su costumbre, puesta en práctica con demasiada frecuencia, Don Manuel, el director del periódico me eligío para llevar a cabo la redacción de una de las historias más sorprendente que me ha tocado escribir. Se venía rumoreando la presencia de un extraño personaje que según decían, y no eran poco los que sostenían tal aseveración, era la encarnación del Espíritu de la Navidad. Se dejaba ver, medio oculto entre la muchedumbre, por las calles nevadas o embarradas de la ciudad de Gilburgo a ciertas horas, esquivando el paso de los carruajes, cuando los comercios aún estaban abiertos, los tenderos voceaban sus mercaderías en los diversos puestos callejeros de viandas y golosinas y tenderetes de batatas y castañas asadas, y los niños vendedores de periódicos clamaban las últimas noticias para atraer la atención de los viandantes de paso apresurado para evitar el intenso frío, que este año se manifestaba con intensas y copiosas nevadas. Los rumores y noticias corrían como un reguero de polvora en cualquier tertulia, charla, coloquio o conversación cuyo tema principal no era otro que el lugar donde había sido visto. Un primo mío, un vecino, un amigo, mi hermano, mi mujer, yo mismo lo ha visto esta mañana en la Plaza Mayor, o en la calle del Río, o en la calle Canales. Eran muchos los que podían dar fe de su presencia pero nadie había conseguido hablar con él nunca, pues se mostraba esquivo y desconfiado y según dijeron en la redacción, poseía una enorme facilidad para escabullirse de las molestas indagaciones de los curiosos que no renunciaban al privilegio de ser los primeros en hablar con él. Don Manuel, envuelto en volutas de humo que desprendía su pipa, iluminado por la trémula y tenue almendra anaranjada de la llama de la lámpara y con su acostumbrado sarcasmo me encomendaba tajante esa misión: ser el primero en entrevistar al Espíritu de la Navidad. - Nadie antes que tú debe entrevistar a ese personaje ¿Has entendido? Absolutamente nadie - espetó categórico con una energía que no me dejo el más mínimo margen de duda ni capacidad alguna de réplica. - Pero... - acerté decir mientras me extendía un sobre. - Aquí tiene el billete del tren, sale mañana para Gilburgo a las nueve. No lo pierdas. - ¡Mañana! Pero aún no he acabado con la historia del atropello del aguacil en la calle Estrellas... - No te apures, Andrés lo terminará. ¿A quien le importa la muerte de un triste aguacil bajo las ruedas de un carro cargado de carbón? Mientras por ahí anda suelto un enigmático hombre. Tú, vete a la caza del extraño personaje. Y no me falles ¿Entendido? - dijo mientras su mano me invitaba a salir de su despacho. Continuara....
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