Locura y Cordura
 
 
Locura y cordura. En una balanza de valores risorios flotan ambas como agregados de sentimientos, decisiones y acciones agrupados al azar por los saberes de los que no sabemos nada. Los hombres somos seres auto nombrados racionales, pero es que la razón no es más que una escrupulosa honradez, un manojo de cálculos y una conciencia variable de lo que nos rodea. En un intento por ser cuerdos hemos desterrado sentimientos fuera de lo aceptado y lo normal. ¿Normal? Concepto igual de gracioso. El loco se ríe del cuerdo porque sus actos no tienen sentido, y en el espejo, el cuerdo vive imitándolo.
 
 Sentimientos, son como la llave que modula nuestras acciones, nada en el mundo brota de la nada, todo tiene una semilla y al final todo es fruto de un sentimiento. La vida, es un camino sencillo al principio, es como un árbol que comienza con un hombre, un hombre que elige con quien formar su descendencia para poblar esta tierra, un árbol que crece en el tiempo, un árbol que como hace brotar de sus tallos otros tallos se vuelve complicado hasta la copa y así, los caminos de la vida. Las diferencias están en el que el árbol es absoluto y nuestra vida es relativa, depende de los sentimientos que nos llevan a decidir formando ramas virtuales pero la acción solo lleva a crecer una sola y cada uno de nosotros llega a conocer la cima en modos diferentes y en el camino, nuestras pasiones erigen nuestra senda o la mutilan muy lejos del destino holográfico que la esperanza y la ilusión nos regalan.
 
La vida es una aventura, no elegimos que elegir, nuestros sentimientos nos dominan, somos una consecuencia de un mundo abstracto que se mueve independiente al hombre individual, relegamos al entorno nuestro camino. La locura y la cordura no está definida por cada hombre, he allí un ejemplo. Pasamos la mayor parte de la vida leyendo, oyendo, practicando y usando las ideas de nuestros iguales cuerdos aún sabiendo que los que alguna vez fueron llamados locos construyeron la base de los saberes que hoy manejamos. No escuchamos a los locos porque sus sentidos están alterados y sus sentimientos también lo están, porque perciben la realidad con un filtro peculiar que muchos envidian en su cordura aparente, aparente por la razón que la metáfora del espejo define muy bien. ¿Quién sabe cuál de los que están a un lado u otro de la balanza percibe el mundo como debe ser? El hombre, no es un ser aislado, no. Los hombres por si solos nada somos, si así fuera no pasaríamos la vida buscando ávidamente mejores condiciones materiales y/o sentimentales, búsqueda en la que siempre hay otro alguien presente. Búsqueda que en una abrumadora mayoría loca o cuerda está regida por las leyes que ese grupo ha aceptado e impuesto a los demás.
 
El hombre aprende de sus actos, pero las leyes del hombre de la cordura, de la lógica, poco cambian. Se hacen repetitivas en un hombre y en otro. La experiencia que brindan los actos cada vez se ve más cercada por la razón y los que buscan revolucionar los caminos habituales son señalados en su intento por sacar experiencias renovadas de la celda de razón a la que han sido confinadas. Los que quieren cambiar al mundo son como la planta mencionada en la biblia que quiere crecer en un suelo minado de espigas. La experiencia se marchita en esa celda lógica que la envuelve y no tiene otra alternativa que andar como un tigre en su encierro esperando encontrar un destino diferente en cada vuelta. Einstein ya nos dijo un concepto de locura bastante oportuno para lo antes dicho. La civilización, es un pretexto para relegarnos a la monótona imitación de los patrones que la vida en grupo nos enseña y que la ciencia corrobora que es una antología de las explicaciones a una realidad reflejada en nuestras retinas. La ciencia que solo nos explica las realidades más someras nada puede hacer con lo que ha combinado la locura y la razón en una sola cuestión. Con lo que ha revolucionado el mundo en muchos casos, el amor. Y del amor, hablaré en otra ocasión.
 
Retratos del Pensamiento, Francisco Pérez.