Caminando lentamente por la calle,
perdiendo el pensamiento en el aire,
subyugado, abrazado por la negra noche,
mil siluetas aparecen a la luz de un coche.
Una voz lejana me llama  de repente
y esa voz profunda me grita: ¡detente!
Miro buscando enfocando la mirada,
horrenda visión, aparece la humanidad envenenada.
Miro a los niños que se hunden en el llanto
no se explican el por qué de su quebranto,
levantando sus bracitos implorantes
este pueblo oprimido, de ciegos e ignorantes.
Muchos ricos estrujando a los pobres
atesorando a costa de muchas sangres.
Los campos estériles se inundan de fuego,
radiactivo hongo vuelve a todos ciegos.
La muerte a carcajadas se siembra en la vida,
asustados todos emprendemos la huída,
muchos cuerpos tendidos inertes y sin vida,
cierro los ojos y emprendo la triste despedida.