Te he coronado por tus ojos pardos
y por hacer un enclave en mí.
Defenderé todos tus alegatos
y consideraré como ley tu palabra.
Nadie podrá profanar tu espacio
sin que se encuentren con mi virilidad.
Te trataré con la formalidad simple
con la que un siervo trata a su reina.
Sólo me dirigiré a ti para besarte
mientras monto celoso la guardia.
Mi lanza también me suplirá
al encenderse las flamas de este amor insólito.