LA MUERTE DE TOO CAPITULO III
Publicado en Jan 01, 2010
Socorrito era como mi abuela, bondadosa y generosa, achacada por los años, a causa de los cuales ya tenia ganado el derecho a descansar, pero seguía activa. Tenía un cutis en exceso arrugado pero diáfano y unos ojos grandes llenos de esperanza que lloraban llenos de consternación en el momento menos esperado. Era tal cual para Toño, podría asegurar que no hubieran encontrado mejor compañía que si mismos. Bastante entregada a Dios al igual que toño. Sus hermanas contaban que nunca pudo superar su frustrado deseo de ser monja para entregarse de lleno a los oficios y menesteres del señor.
Recuerdo que en la última visita a mi tía Socorro, mis tías solteronas y Bertulia, me contaron que ella andaba toda rara preguntándoles a todos que si creían que la única verdad era que no había otro hombre mediante el cual tengamos que ser salvos que nuestro señor Jesucristo y que de el veníamos y hacia el íbamos y que Toño le alcalgueteaba su algarabía y le hacia fiesta a sus plegarias con las palmas y saltando en una pata en el centro del patio lo que escandalizaba a las gallinas y hacia aullar a los perros que no paraban hasta que Toño parara. La noche antes de que muriera, toño hablo con socorro- -Mijita, me voy a morir y quiero que sepa que esto es una prueba irrefutable del poder de Dios, el ya no quiere que yo espere mas. La siguiente noche murió y Socorro fue la ultima en darse cuenta. Madrugo muy temprano a ordeñar las vacas como de costumbre sin advertir el estado de Toño. Bertulia también se había levantado a prender el fogón para hacer las arepas y batir el chocolate. Toño siempre era el primero que llegaba por un sorbo de café y el desayuno y ese día Bertulia estuvo muy extrañada ante la demora de Toño. Lo llamo hasta mas no poder y decidió entonces ir a despertarlo. Le grito que se levantara, pero Toño no escuchaba y esto ya no era normal. Bertulia entonces lo estrujo con fuerza solo para descubrir lo obvio. Toño había muerto. De ahí emprendió camino a mi casa a trasmitirnos la noticia a mi madre y a mí. La noticia voló y la casa de toño se lleno de gente. Muchos fueron por curiosidad, otros por nostalgia y la mayoría para que Dios no fuera a tomar como agravio el desprecio a tan ejemplar prójimo. Socorrito llego a su casa muy extrañada, llevaba unos huevos en una canasta y la leche del ordeño en baldes y frascos. Se asombro al ver tanta gente sin saber por que estaban allí. Todos la miraban, como cuestionándole su ignorancia ante la certeza de la muerte. De inmediato llamo a Bertulia que la miro a la cara sin poder contener las lágrimas y con esto fue suficiente para descubrir que Toño ya no era de este mundo. Dejo caer los huevos y la leche, lo que formo una colorida melcocha que de inmediato llamo la atención de la perramenta que se hallaba presente en la casa. Se dirigió entonces a la alcoba donde yacía el cuerpo inerte de Toño y aun lo percibió calido, no parecía muerto, mas bien estaba como dormido, Socorro lo creyó así y trato de despertarlo, pero la interrumpió uno de esos vientos raros llenos de misterio, sintió un intenso frió en sus hombros que luego la paso a los huesos y según dijo, le llego hasta lo mas profundo de su alma, miro hacia atrás, dándole la espalda al cuerpo y vio a Toño, un espectro que irradiaba singular blancura, Socorro estaba perpleja y días después me dijo que siempre habría de recordar las palabras de Toño: - Vio mijita, no tuve que esperar mucho tiempo. Acuérdese que la muerte no depende del azar sino de la voluntad de Dios y eso téngalo bien claro
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