Un cuento de Navidad V
Publicado en Jan 02, 2010
Capítulo V
Me fui a la habitación completamente abatido por el fracaso de mis primeras pesquisas. No había encontrado más que hostilidad, en vez de avanzar en buena senda que me condujera al personaje que en definitiva era la única razón que me había llevado hasta Beauboi sólo había conseguido oir historias extrañas, de hombres que vienen a poner en marcha obras, o de niños malditos. Al menos ese día lo podía dar por perdido. Enfrascado en mis pensamientos andaba cuando alguien golpeó a la puerta con precaución, como quien llama con los nudillos de manera imperceptible, para que nadie más denote la llamada. Era la sirvienta que me había acompañado a la alcoba a mi llegada. Se introdujo en mi aposento sin esperar a que la invitara, pero no sin antes escrutar con recelo el pasillo de un lado y luego del otro para cerciorarse de nadie la había visto llegar. Cruzó el dedo índice, de la mano que tenía libre, pues la otra sostenía un candelabro con una vela de llama trémola, sobre sus labios invitándome a mentener silencio. - No quiero que nadie sepa que estoy hablando con usted – dijo en voz bajao, acrecentando mi sorpresa. - ¿Es malo en particular hablar conmigo? - La gente del pueblo no ve con buenos ojos a los forasteros y menos a aquellos que vienen haciendo preguntas sobre las cosas que nos inquietas, que tiene atemorizada a gran parte de la aldea. - ¿Atemorizada…? - El conde ha amenazado con matar a los recién nacidos para que sus gemelos sean declarados como los nuevos mecías – dijo en un todo que iba adquiriendo un tono cada vez más enigmático. - ¿Nuevos mecías? Ahora si que no entiendo nada. - El padre Damián, nuestro párroco presagió el nacimiento de un nuevo mecía que traería la paz entre los hombres buenos, nos alejaría a los malos hábito y nos redimiría de todos los pecados y faltas. Y ese nacimiento se produciría por estas fechas, sin saber con exactitud el día. Por ello, para que nadie pusiese en cuestión que su hijo era el elegido, el conde había decidido que acabaría con los demás recién nacidos. No dijo de que manera acabaría con ellos, pero sospechamos que dándoles muerte. Aunque no había contado con el hecho que tener gemelos y ahora andan decidiendo a cual de ellos venerar y a cual denostar. ›› En un principio el cura se mostró resuelto en buscar alguna señal que indicase con certeza cual de ellos era el enviado y encontraron una inequívoca señal en el omóplato izquierdo de uno de los bebés. Era un lunar con forma de estrella. Para nadie cabía la menor duda, ese era el elegido. Hasta que una de la amas llamó tímidamente la atención de los concurrentes. El otro bebé presentaba una señal exacta a la de su hermano aunque en el omóplato derecho. ›› Los dos hermanos tenían sendas señales, las dudas, vacilaciones e irresoluciones continuan nadie sabe cual de los dos es el mecía. ›› De la capital han llegado tres emisarios, gente distinguidas según se comenta, con diversos presentes para los recién nacidos pero nadie se atreve a inclinarse hacia uno u otro, por aquello de no tomar partido por el camino erróneo de lo que tendrían que arrepentirse en un futuro. ›› El conde anda siempre iracundo, gritando a todos, maldiciendo su suerte, me lo ha dicho mi prima Margarita que trabaja en el servicio de palacio. - Entonces, tenéis dos mecías en vez de uno. Tanto mejor – dije sin disimular mi tono irónico fruto de mi escepticismo. - No debería usted mofarse de estas cosas – me reprendió mi informadora. - Disculpa, es que ando un tanto confuso por aquello que me ha traido hasta aquí y aún no he podido averiguar nada, aunque me parece interesante lo que me cuentas – mentí con descaro aunque no se apercibió de ello. - Pues de ello he venido hasta aquí, para hablarle a usted precisamente de eso. El hombre en cuestión que usted busca partió hará un par de días hacia el bosque. Y nadie lo ha visto regresar desde entonces. - ¿El bosque? ¿Me dirás como puedo llegar hasta el bosque? – pregunté con entusiasmo renovado. - No es buena idea la de entrar en el bosque y menos sólo. Allí vive todo tipo de criaturas. Yo nunca he estado, ni siquiera cerca de él. Pero dicen que de noche se llena de extraños cantos, de voces que parecen nacer del fondo de una garganta que implora y se lamenta. Me da escalofrío sólo de pensar en ello – dijo mientras se estremecía y sus pechos se agitaron con gelatinoso movimiento. - ¿Me dirás quien puede acompañarme al bosque? – pregunté impaciente. - Nadie lo hará – dijo antes de salir de la habitación. Continuará…
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