- Señores, su nieto salió de la casa de sus padres lleno de golpes, le apretaron el cuello con fuerza, impidiendo su respiración por un lapso de tiempo de treinta y un segundos, se encontraba mareado tras la falta de aire fue a beber agua de un balde, cuyo balde tenía la sustancia o mejor dicho, la droga. Podemos especular que se sintió sin fuerzas y fue a recostarse al pasto, más bien se cayó en el pasto, su cabeza rebotó, eso más la droga acabaron con la vida de Daniel. Tengo acusados, los acuso yo.
Rodrigo Durán y Pilar Contreras.-
- Mi hijo – La mujer estaba devastada.
Su hijo había cometido ya dos crímenes, esta vez ambos odiaban a Rodrigo Durán.
 
Día del juicio.
La pareja aseguraba solo haberlo golpeado, juraron que no le dieron droga.
Algo no calzaba, aún así, fueron declarados culpables por abuso físico y psicológico de sus hijos se le sumaba al hombre el narcotráfico de drogas.
- Señor, usted dice que no le dio droga a su hijo, si usted es traficante de drogas, ¿cómo podemos creer que usted no fue el culpable? – El fiscal buscaba con que seguirlo culpando.
- Yo no fui. Las drogas son… eran mías y si se las daba a estos salvajes, se me acaban y a quien debo dársela hubiese mandado a quemar la casa. – Rodrigo Durán sabía que era inocente en esa parte, pero nadie le creía, ni su esposa.
 
El detective siguió con su búsqueda.
Fue nuevamente a la casa del chico.
- ¿De quién es el balde? –
- Es nuestro, señor. – El niño estaba asustado, temblaba.
- ¿Quién fue el último en manipularlo antes de que Daniel bebiera agua de el?-
- No lo sé… - El silencio llenó la habitación de un aire denso.
- Adiós… niño – Ni una sola palabra más se escuchó.
 
Era de día, una mañana cálida, el sol salió temprano.
Habían pasado seis meses de la muerte de Daniel.
Aún había miles de incógnitas, pero una en especial, ¿quien drogó el agua si no fue el padre?
- ¡Voilá!... Señores tengo el crimen resuelto, tendremos una reunión con el fiscal, hoy a las diecinueve horas en mi despacho, no vemos luego.- El detective habló orgulloso.
 
Los ancianos estaban ansiosos, sabían que habían contratado al mejor detective y que les daría todas las respuestas.
 
Son las diecinueve horas con dos minutos, el detective, el señor Adolfo Durán y su esposa Rebeca Fuentes esperaban al fiscal. Llegó exactamente a las diecinueve horas con siete minutos. Se saludaron y se dirigieron directo al punto.
 
- Tras haber conversado con distintas personas, padres, hermanos y vecinos de la víctima, resolví el crimen. Daniel habría salido de su casa tras una fuerte pelea, el niño se habría negado a ir a buscar agua por un fuerte dolor de cabeza. Ambos padres, enojados frente a esta situación recurrieron a golpear al niño por desobedecer. Mientras más piedad clamaba el pequeño, más duro le daban, hasta que en un momento el padre de tanta rabia, tomó al niño del cuello, lo apretó fuerte, lo apegó a la pared y comenzó a gritarle cosas. La madre a estas alturas ya asustada pedía que lo dejara. El hombre soltó al niño y le dijo que salga y que no volviera hasta la cena. Daniel, exhausto de tanto movimiento fue hacía un balde que contenía agua y bebió de aquel, se mareo repentinamente, caminó zigzagueante hacia el parque, cayó al suelo, se golpeó la cabeza, alzó los brazos, los bajó… cerró los ojos y falleció. Resulta que éste balde tenía la droga y de ahí surge la pregunta, ¿Quién drogó el agua si no fue el padre?, pasa que antes de que el Daniel haya salido de casa, un niño de catorce años se asomó por la ventana, vio lo sucedido, tomó el balde, silencioso entró a la casa de la familia Durán, sacó una cantidad muy grande de drogas y la introdujo en el balde, le vertió agua y lo dejó cerca de la casa. Lo lamento mucho, fue… demasiada droga. – El hombre bajó la mirada y se sentó.
 
Todo el mundo estaba en completo silencio, más bien, en shock.
 
- Niño acompáñame…-
- No puedo, señor, estoy ayudando a mi madre…- El niño se imaginaba de que se trataba.
- ¡Ven acá! – El hombre no lo miró a los ojos pero por sus manos se lograba detectar la furia.
- Bien… - Un suspiro eterno salía desde el interior de un niño, Christopher.
 
Un nuevo juicio…
 
- ¡¿Por qué lo hiciste?! – Preguntó el fiscal, exaltado.
 
El chico balbuceó unos minutos, como buscando respuestas que no existían, su cabeza esta revuelta, tenía sus ideas claras… no las podía expresar.
 
- Señor, yo vivo ahí desde que tengo memoria… y bueno, desde siempre vi como el señor Rodrigo le pegaba a Daniel, era terrible… si sólo lo hubieran visto una vez entenderían por qué lo hice…- Se quedo callado, una lágrima rodó por su mejilla derecha.
- Pero no lo vimos… necesitamos que nos digas porqué lo hiciste – Esta vez le hablaron con más suavidad.
- Pasa que en esa casa se vive peleando, golpeando a los niños, y yo, que conozco a Daniel desde que nació y que siempre jugábamos fútbol con la botella, sabía perfectamente como lo estaba pasando, él era muy noble y sabía que cuando se fuera iba a extrañar a sus hermanos, iba a sufrir… le di termino a su vida por su bien, ¡él no merecía el trato que le daban! – Christopher esta enojado, su rostro estaba rojo como un tomate.
 
Todo el mundo estaba impactado, todos habían odiado a ese chico desde que supieron del crimen y ahora parecía que todo el mundo lo apoyaba…
 
- ¡Culpable! – El juez dijo esto con odio, no quería decirlo, pero el ser juez implica culpar o dejar inocente a quien realmente lo es.
 
Este niño era culpable, pero lo hizo con intenciones justas, asesinó a alguien eso se pagaba con reformatorio.
 
CONTINUARÁ...