La vereda de enfrente
Publicado en Apr 22, 2009
La vereda de enfrente
Un viernes caminaba con las pupilas acariciando el suelo, ensimismado, como si el mundo girase en torno a su arbitraria voluntad. Tropezó con una piedra, resbaló, y se llevó a cuestas un cartel plegadizo de publicidad. Intentando recobrar lo poco de dignidad que le quedaba ante las muecas de los transeúntes, focalizó su atención en la inscripción del cartel. En letra cursiva, con extravagantes colores, imperativamente decía: "¡No espere más! Haga realidad su deseo en el acto". Al ver que permanecía en el piso atónito por el golpe, un vendedor salió del negocio. Lo ayudó a incorporarse e inmediatamente lo invitó a pasar. Ante la locuaz negativa del accidentado exclamó: - Vamos amigo, no me venga con que no tiene algún deseo que quisiera cumplir. Hable por favor, ¡diga algo! Lo pensó bien y decidió entrar, los gustos había que dárselos en vida. Inmediatamente se encontró sentado en un sillón confortable, tomando un café con el vendedor. El silencio se estremecía ante impaciencia del comerciante, quien por fin preguntó: - Bueno amigo, dígame, no tengo todo el día ¿Cuál es su deseo? Tímido se encogió de hombros y musitó algo en voz baja, una especie de susurro ininteligible. El vendedor lo exprimió con una mirada omnipotente. Pasaron otros quince minutos en silencio. La monotonía se convirtió en una absurda incomodidad de vitrinas y con vista al público. El vendedor, irritado, se levantó del sillón invitándolo cortésmente a que se retirase. Impotente, a punto de lagrimear, el invitado hizo una seña para que se acercara. Con desconfianza caminó el escaso trecho que los distanciaba y al escuchar su deseo explotó una carcajada. - ¡Amigo! Usted es realmente es muy gracioso, quiere ser feliz, me alegró la mañana - continuó una risa mezclada con intervalos de hipo - evidentemente no leyó bien el cartel. Concedemos deseos, no hacemos milagros. Lo lamento, para un caso como el suyo solía haber una sucursal en la vereda de enfrente...
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Miriam