La danza absorbía a la bailarina,
Ella en su éxtasis cautivaba,
Más los vulgares hombres observaban,
Con la perversidad de una bestia dormida.
 
Entre sus largas piernas se envolvían,
Retazos delicados de gasa blanca,
En su sien una falsa diadema la cubría,
Y flores de azahares de su cabellera colgaban.
 
Su frágil figura se esfumaba,
Entre la transparencia de su vestido,
Sus manos, era pequeñas palomas,
Sus ojos, dulces gotas de rocío.
 
Los sensuales labios rojos aspiraban,
Delicadamente el aire del recinto,
Su agitado pecho de amapolas,
Llamaba a la pasión en suspiros.
 
Terminó el timbal su ritmo de locura,
Los hombres exaltados de los celos aullaban,
Más sin advertir cayó la danzarina al suelo,
Y como nieve de primavera, falleció exhausta.