A la noche.
Publicado en Jan 06, 2010
Estoy cansado de sentirme como un perro, de ser orinado por la lluvia, escupido por el fango, de ser lacerado por el frío y consumido en mi existencia por el desconsuelo. Estoy sobre la calle oscura, que se prolonga y se tuerce como un laberinto interminable, llena de desconocidos agrestes y murmullos que no entiendo. Sus sombras… son mi único consuelo, manchas de negrura temporal, tormentos abstractos de un pensamiento vago y perdido. Solo ellas se integran a mí, solo ellas me acarician con sus manos negras como un suave viento frió que riega a sus estrellas como polvo de luz sobre mis ropas, sobre mi rostro humedecido, sobre mis ojos enceguecidos por su absoluta presencia. Solo tú nada infinita me das lo que las hijas de los hombres me niegan, con su belleza transitoria, con su amor de veneno, con esa sonrisa desdeñosa, con esas uñas pintadas que desgarran mis sentimientos, mis ilusiones. Solo tú dejas a tu blanca hija hacer el amor conmigo, solo tú dejas estrujarla hasta arrancar de ella una a una sus ropas de plata con mis suspiros de fiera solitaria. Tú albergas la magia de los murmullos, de los miedos confundidos en los conciertos inauditos de grillos y hojarasca jugando con el viento. El viento… trasgo rudo y juguetón que despeina mis ideas, raudo se esgrime sobre mi cuerpo endeble y arroga afuera de mí la parte mortal del ser. Tus alimañas corren a ocultarse a mi paso, sobre todo esas bípedas presencias que se enfrían entre los huecos de las entradas o se sostienen de los postes. Que se gobiernan bajo la ley de la oferta y la demanda, y esconden sus rostros mostrando sus pechos y sus nalgas exageradas. Solo tus ratas son tan numerosas como para tornarse valientes y despreciar mi presencia. ¡Oh noche negra como las almas que se alimentan de ti, fría como la muerte y extensa como el inconsciente! Tú que te haces cómplice de los forajidos, de los asesinos y depravados del olvido, de las prostitutas y maricas de saldo, presencias fantasmales escoriados y podridos en lo más profundo del ser; sin alma ni cuerpo que poseer, amantes de momento, objetos de desecho –pobres seres, comidos a mordiscos del corazón-. Noche, tu alojas mis aullidos de fiera herida, de lobo acosado y rechazado por sus propios hermanos. Tú arrastras silenciosa por tus cloacas hambrientas y pestilentes mis lágrimas de impotencia, de insurrecto del orden, amigo del caos; mis sangres coaguladas, mi esperma enloquecido. ¡Amante de la noche soy, ella es mi cómplice! ¡Ella mata a mis hermanos con el verbo, los destaza con la lengua y los quema con los ojos! ¡Oh noche, que albergas mis vicios y todos mis secretos! Toma de mí el lamento, el mórbido humor que me empaña, purifícame con tus hijas aunque sea solo con destellos. Ahoga con tu frío mi aliento de alegre y compulsivo bebedor, de ser atormentado, de víctima de su desolación, de su ineptitud para existir, de la estupidez del ser que en un instante me mata en medio de ti.
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Pili
Mis más sinceras felicitaciones y estrellas.
Me gustó mucho mucho...
Pili.