Cuatrocientos años
Publicado en Jan 06, 2010
Cuando éramos niños creíamos en Hadas y Duendes, en criaturas místicas de fábulas interminables, aquellas bestias que al desplegar sus alas eran capaces de hacernos viajar a regiones inimaginables.
Creíamos en el destino como tal, que todo sucedía por alguna razón: que sin importar que se hiciera siempre acabaríamos en el mismo sitio. Lamentablemente cuando crecemos toda esa magia se desvanece detrás de las explicaciones absurdas y la teoría macabra, solo con el pretexto de que creer en esas cosas es inmaduro. Es así como lentamente perdemos toda nuestra chispa; nos convertimos en humanos, adultos grises, viejos arrugados. Pero es ahí donde comienzo a preguntarme; ¿Realmente se acaba la magia con la madurez?, ¿Realmente lo perdemos todo? Eso se convertiría en algo trivial si nos damos cuenta de que cada acción tiene su magia; la lluvia, la nieve, la caída de las hojas, el florecer de los árboles y el viento que corre por las tarde. Todo eso se produce por una fuerza que nos explican con creces en las escuelas, finalmente lo que se pierde es la capacidad de asombro en la mente, y los que no caemos en aquel juego nos convertimos en los “Duendes Raro” del mundo humano. -Quizás es fácil decir eso cuando llevas más de cien años a cuestas- Mi voz en el bus de escuchaba desolada, mis ojos color miel se fijaban en cada detalle de los bosque frente a mi, era difícil abandonar Puerto Varas y más cuando debías hacerlo a escondidas.- Me parece que lloverá… -¿Disculpe, le molestaría si me siento?- Frente a mi había una mujer vieja, de casi unos ochenta años, mas lucía dulce. -No, para nada…-Recuerdo cuando yo cumplí los ochenta, eso fue hace mucho, claro, a estas alturas mi cabello se ha vuelto casi tan negro como mi pelaje se a echo pálido. -¿A dónde va usted? -Voy a Santiago…-La miré de soslayo- ¿Y usted? -Al Aeropuerto de Puerto Montt, después me voy hasta Argentina, a visitar a mi familia- Familia?...Yo tenía una familia. Claro que aun me queda mi madre, pero no es lo mismo si decimos que aun tengo un padre y dos hermanos, los tres seis metros bajo tierra. El bosque frente a mí me llamaba a lanzarme; necesitaba correr un busca de un caballo o algo así, pero se que no puedo, debo controlarme. “Quizás sea mejor esto que vivir con la manada, quizás, pero en cualquier caso tampoco podría volver. Ellos me necesitan demasiado, se que quieren que les guie, mas se me hace muy complicado correr con personas que creen que soy una asesina” Mi sedoso vestido blanco y negro cubría mi escuálida figura, por la cual siempre fui la burla de mis primos, además de mi estatura. Recuerdo muy bien aquel momento, el primer instante que sentí la sangre humana corriendo por mi boca, recuerdo que mi mente me reclamaba por más y más; Yo no supe controlarme, es como si cualquier vestigio humano en mi ser hubiera sido brutalmente asesinado por los instintos de caza y mutilación, pertenecientes a los lobos. Comencé a olfatear por todos lados, cualquier aroma que me indicara la presencia de cazadores me volvía loca, y fue así como me lance a lo que sería mi perdición coronada. La adrenalina se apoderó de mis sentidos por completo, de a poco lo único que me importaba era tragarme la sangre que exudara del cuerpo humano, y para la mala suerte de aquel cazador… no pude detenerme. “Recuerdo que le vi frente a mi, apuntando con su arma hasta mi cráneo, yo no tenía ni una pisca de miedo dentro de mi y creo que eso fue lo que me llevo a correr hasta el” Era como si una película corriera en mi mente “El estaba aterrorizado, quizás era su primera vez, eso no me importo en el momento en el que salte sobre el y le incruste mis colmillos en el cuello; Sabia que de ahí saldría mas sangre que de cualquier otro sitio” Masque, masque y masque, cuando dejaba de saltar la sangre como una regadera lo volvía a hacer y así hasta que su cabeza quedo totalmente desfigurada. Ya no había persona debajo mío. -Hija?!- Los ladridos de mi madre sonaron horrorizados al ver en lo que me mantenía ocupada, detrás de ella estaba mi padre y mis hermanos, todos con un aura de decepción sobre ellos. -¿Qué?- Absorta en mi obsesión lo único que supe hacer fue proteger lo que había cazado, ya no estaba en mis cabales y eso era claro, mi madre intento acercarse para sacarme de aquel lugar pero yo intente atacarle. Luego fue muy tarde para cuando el compañero del difunto ser que yo mate llego. -Hija tenemos que salir de aquí!!- Sujetó con fuerza mi pelaje y se dio a la fuga conmigo en sus fauces, mi pelaje casto y puro estaba horriblemente sucio con la verdad, pero lo que vino después sería mucho peor. La manada entera me buscaba, mientras mi padre intento llevarse a mi hermano más pequeño pero la escopeta fue más rápida que sus patas, con un solo disparo de plata tanto mi padre como mi hermanito estaban muertos. -¡Mamá!- El hermano que me quedaba le imploro que regresara por él, mientras él penetrante ruido de la explosión acallo sus ruegos, para Derek también fue muy tarde. Mi madre me dejo detrás de un árbol longevo y se devolvió para intentar ayudar, fue ahí cuando la manada me encontró tiritando de miedo y vergüenza, sus miradas fueron razón suficiente como para querer suicidarme pero eso no iba a tener ningún sentido en lo absoluto. Yo no podía morir. -Mira lo que hiciste… “Perdón…perdón mamá, perdón papá, perdónenme hermanos por haber destruido aquella estabilidad que nos tomo siglos construir” Las lagrimas corrieron por mis mejillas, tanto en ese momento, como en cualquiera que lo recordara. Me di a la fuga esa noche y nunca más los volví a ver, seguramente ahora ya no sentían ningún rencor contra mi pero para mi no era lo mismo, ya no sería lo mismo. Finalmente fue esto lo que me hizo lo que soy hoy en día. Nómade, extrovertida, peleadora e incluso un poco chalada pero no por eso he dejado de moverme; Aunque no voy a mentir, cada vez que se me cruza por la mente, me pongo a llorar. -¿Señorita se siente bien?- La viejita se compadeció de mi y intento consolarme, pero no era necesario, se me pasaría en el momento que me alejara del sur. Ahora que lo recuerdo, hoy se cumplen cuatrocientos años de aquel incidente, cuatrocientos años sin ver a mi familia. Pero para que se gasta uno, ¿no creen? Finalmente si soy completamente sincera y te cuento todo esto es por que estoy segura, completamente, de que no me vas a creer. ¿Verdad?
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Sebastian Rodriguez Cardenas