Un llamado desesperado desde las fauses del lobo
Publicado en Jan 06, 2010
Notas de la Autora:
Esta es una seccion especial, no es solamente un cuento, son bastantes. Tienen un tema en común que son los trastornos psicosomaticos, espero que sea de su agrado, realmente los hice para generar cierta conciencia sobre estas enfermedades. Historia 1 Alejandra se despertó esa noche sintiendo un malestar incomparablemente molesto, su cabeza le dolía, sus manos le sudaban frío y por su pierna escurría un liquido espeso que no sabía decir si era su periodo o una verdadera herida. Sus cinco sentidos se activaron con una prematura rapidez, deseando acabar con todo aquello pronto, teniendo tan solo doce años de edad no era mucho lo que podía hacer por su propia cuenta; Aunque le costara reconocerlo, necesitaba la ayuda de sus padres. Saco una pierna tras otra de las tibias tapas de su lecho, haciendo que estas se dirigieran dolorosamente hasta la puerta de su habitación, ahora era evidente que no era la menstruación lo que le escurría por su entre pierna. -Mierda…-Ayer por la tarde, pensó, cuando se había trepado a aquel espino sin importarle estar usando falda. Cuando rescataba, con una heroica sensación, al gato de su vecina se debía haber rasgado o algo por el estilo con la corteza del árbol. La pieza de sus progenitores estaba terminando el pasillo, siendo las dos de la mañana el panorama no era muy reconfortante, parecía la boca de un animal salvaje esperando por devorarla con mucha prisa-Mamá?...-Su apagada voz, cautelosa de no importunar a nadie, retumbo con una parsimoniosa facilidad en las paredes silenciosas del hogar. -Aleja?... -Mamá, no me siento bien, ayúdame-Los ojos semi abiertos de su madre simularon ponerse en blanco, haciendo que ella no lo notara, solo se volteo para seguir durmiendo. -Como si eso no lo hubiera escuchado antes… -No pero mamá, ahora es enserio, mírame estoy sangrando -Hija, no me importa como te acabas de hacer esa herida, mañana vas a ir al colegio y se acabo el asunto-Y así se termino la conversación. Alejandra se quedo mirando a su madre un par de minutos, luego a su herida, y de nuevo a su madre. Se sentó en el frío piso de baldosas, observando al infinito oscuro, pensando con mucha facilidad. -“Claro que ustedes no deben comprender, esto empezó hace algún tiempo atrás, con un simple broma que se convirtió en mi propio cuento de enseñanzas”- Dos meses antes… -MAMÁ!!-Un joven de quince años se abría paso por el jardín, cargaba en sus brazos a la pequeña Alejandra que se había bañado en sangre, su cabeza se bamboleaba de un lado al otro por la carrera de su hermano mayor. Se había desmayado en su casita del árbol mientras la construían, y evidentemente, como Diego no tenía ningún tipo de experiencia en primeros auxilios acudió a los mayores. -Que pasa hijo!-Ambos padres salieron asustados, al encuentro con su primogénito, observando espantados a su hija desvanecida sin razón-Que hiciste?!-La madre estaba impactada, si hija nunca en su vida se había desmayado, y ahora parecía un muy mal momento para comenzar. -Nada, estaba cortando madera y de pronto se me cayó enzima, no se que hacer papá, ayúdenme, rápido!-Sin esperar un solo minuto más corrieron hasta el hospital publico más cercano, donde le practicaron las curaciones correspondientes a Alejandra y estuvo libre en un par de horas. -Usted es la madre de Alejandra -Si, así es, me llamo Silvia.. -Hola Silvia, vera yo soy la doctora que atendió a su hija, y me gustaría decirle que esas heridas no parecen haber sido un accidente-En ese mismo instante llego la niña, feliz, casi no consiente de lo que acababa de pasar-Es solo mi impresión… -Hija, tu te hiciste estas heridas, dime la verdad -Si, pero fue un accidente, estaba cortado madera y me pase a llevar el brazo-Las dos adultas se miraron, una con una expresión más severa que la otra, pero al fin y al cabo en algo tenía razón la doctora. Luego de aquel incidente, dos semanas después, volvió a ocurrir un percance con Alejandra. -Mamá! -Que pasa hijita?-La madre estaba en el primer piso, preparando la cena, mientras sus hijos se quedaban en el segundo piso en sus habitaciones. -No me siento bien…-Al escuchar sus palabras se apresuro a la planta alta, viendo a su hija recostada en la cama, con la mano derecha en la cabeza como tomándose la temperatura-Creo que tengo fiebre… -Déjame ver…-Sus labios rosaron la cara de su única hija mujer, efectivamente, su cara estaba muy caliente y no era algo normal que un niño se resfriara en verano-Tienes razón, mejor te dejamos mañana aquí en la casa, te parece?-Alejandra sonrío aliviada, ya que era día martes y el miércoles era el día más pesado en su colegio, Silvia no pudo evitar notar esa excesiva alegría que despedía su hija con sus ordenes pero no le dio mayor importancia. Todos los niños cuando son pequeños se alegran de no ir al colegio. Pero esa no fue la única vez que Alejandra tuvo malestares, un día fue por que sus cicatrices se habían abierto, otro día fue por su fiebre y así sucesivamente. Un día viernes, Silvia se escapo de sus responsabilidades con el hogar, para visitar a la doctora a la que acudieron la primera vez. -Cree que mi hija tenga algo grave?-La doctora la observaba desde su asiento en su despacho-Alguna infección crónica o algo así?-Reconocía esa expresión de dolor en sus ojos, más no quería darle la sentencia a la cual había llegado, por que no sabía como lo tomaría. -Mire, le seré sincera, su hija no tiene ninguna infección crónica o algo así-Se puso de pie y camino hasta la ventana-Lo que su hija es un trastorno psicosomático, ósea una enfermedad ficticia, se le llama Síndrome de Munchausen-Sus palabras era como latín para la ama de casa, si bien ella tenía estudios, nunca se había dedicado a los términos médicos-En este Síndrome el afectado se crea enfermedades, vía sugestión, o auto flagelación -Me podría hablar en español, si no es mucho pedir -Lo que su hija tiene no es una enfermedad, es una mentira, ella se crea todos esos malestares para llamar su atención o simplemente para faltar a sus clases-Con eso le pareció suficiente a Silvia para marcharse, estaba enfurecida, no podía creer que su hija se hiciera esas cosas y que ella hubiera caído en el juego con tanta facilidad. Por suerte Alejandra y Diego estaban en el colegio para ese entonces por que para lo único que fue a su casa fue para poder explotar en paz, sin tener miradas escrupulosas sobre ella, y así se paso el día hasta la noche que antes estábamos presenciando. -“Se que hice mal en inventar todo eso, pero ahora de verdad me siento muy enferma, creo que finalmente me he ganado todo esto por mentirosa”-Y así se quedo dormida, sangrando en paz sobre el piso de sus padres, con las manos echas agua y su cabeza a punto de explotar de fiebre. A la mañana siguiente Silvia abrió sus ojos y se fijo en el reloj del lado de su marido, eran las seis y media, momento de levantarse y hacer las cosas del hogar. Saco sus piernas con energía de la cama pero algo extraño rozo sus dedos, algo liquido y pegajoso. -Sangre…?-Alzo la vista en busca de el productor del fluido y le hayo, ahí frente a ella su hija de doce años, pálida como un fantasma con los ojos en blanco. Silvia abrió sus ojos como si fueran platos, para luego lanzar un penetrante y aterrados grito; Alejandra era rodeada por un charco de sangre coagulada, su pecho no se movía, ya era demasiado tarde para remediarlo. La jovencita había muerto aquella noche, atrapada por sus mentiras, como aquel niño en el cuento de “Pedrito y el Lobo”. Tanto gritar alertando, para no ser escuchada, siendo su última petición abordada por las fauces profundas del lobo. Fin
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