De Moscas y arañas
Publicado en Apr 24, 2009
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  A sus cuarenta y dos años se podía decir de Ramón que era un tipo atractivo. Buena pinta, buén coche y buenísima nómina. Un coctel con los ingredientes necesarios para tener exito con las mujeres.
  Ramón ligaba sin parar pero nunca llegó a confiar en las féminas, su media anual de conquistas estaba muy por encima de la de sus colegas y amigos. Vive y deja vivir era la coletilla preferida de éste crápula encallecido.
  La mañana no podía ser mejor. Por las ventanillas del todoterreno salía rock and roll a toda orquesta, y carcajadas desmedidas. Ramón y Elsa se divertían juntos. Llevaban cuatro o cinco meses saliéndo y la cosa iba bién. A veces Ramón se tensaba y ponía alerta cuando las relaciones se prolongaban más de un trimestre. Pero este bombón de ventipocos años le estaba sentando de maravilla, se encontraba más dinámico aún, más gracioso y más moreno. En fin, estaba espléndido. Además de guapísima y divertida, Elsa follaba como ninguna. Siempre tan atractiva y sensual, sobretodo con medias negras con costura atrás, tacón de aguja y esa falda corta que hacía sus piernas infinitas. Ramón no podía evitar mirarla embobado.
  Habían planeado un lujurioso y solitario fin de semana en la casita de montaña a la que, por primera vez, Ramón acompañaba a Elsa. Era la casita de los padres de ella, detalle éste que repelía un poco a Ramón. Todo sea por la nena, condescendió a regañadientes él. Pensaban encender la chimenea aunque todavía no hiciera falta, era un principio de otoño bastante cálido.
  Descargaron los víveres en la entrada. Habían comprado montones de "delicatessen" antes de salir, pensaban no moverse de la casa en todo el fin de semana. Elsa, que se había encargado de la bebida, entró en la cocina con seis botellas de un excelente cava catalán.
  -¿No te parece un poco exagerado seis botellas, -bromeó Ramón- o es que esperamos visita?
  -¡Qué suspicaz y qué listo eres, bribón! -le cameló- Nadie. Bueno, quiza a última hora de la tarde, mañana, aparezcan mis viejos. Vuelven de Burgos y les queda de camino.
  Sacudió su cuerpazo al ritmo de la rumba que acababa de poner en el compacto.
  Ramón se imaginó a los padres viniendo de Burgos. La madre traería un abrigo de visón, seguro, aunque fuera Octubre. Le dió un escalofrio y se le torció el gesto.
  -Bueno, entonces nos piramos al medio día y todo arreglado. -dijo secamente- ¿De dónde dices que vienen?, ¿de Burgos? -añadió con sorna.
  -Cariñin, cariñin. -le pellizcó la mejilla- Qué borde eres.
  Acercó sus labios rojos y carnosos a los de Ramón que los esquivó habilmente.
  -Hace frio aquí. Voy a encender la famosa chimenea. -fingió actividad pero empezaba a encontrarse agobiado- Imagino que habrá troncos en algún sitio, ¿no?.
  Recuperó el tono diplomatico. No quería levantar sospechas.
  -Si, justo al lado de la chimenea. -contestó- Yo voy a buscar unas mantas mientras. Para tirarnos delante del fuego, si consigues encenderlo.
  Ramón colocó la carga. Hicieron falta muchas páginas del ABC, son tan pequeñas. Luego ramítas, despues ramas y arriba del todo los troncos. Era un experto en chimeneas, y en chicas. Así que, ¡tranquilo majete!, se decía. Va a ser un fin de semana completito.
  Se tumbó en la gruesa alfombra mirando cómo crecía el fuego. Elsa seguía sin venir, pero le estaba sentando bién el rato de soledad. Se puso bocarriba y respiró profundo, el olor a leña ardiendo impregnaba ya el ambiente. Reparó en una gran tela de araña, allí arriba, en una esquina. Era grande y perfecta, de libro, con araña incluida. Una araña negra y desagradable. Ramón pensó matarla, pero la vaguería de estar tumbado junto al fuego le hizo repentinamente ecologísta. Total, se dijo, no va a bajar de ahí. Respetemos el medio.
  -¿Hace mucho que no vienen tus padres por aqui, verdad? -pegó una voz en dirección al pasillo, nadie contestó- Pues deberían venir más a menudo, y limpiar, en vez de ir a Burgos.
  Volvió a la tela de araña. En el momentito que había dejado de mirar se preparó una escena interesante. La mosca y la araña. Una mosca descuidada se había posado en un extremo de la tela y empezaba a darse cuenta de que sus patas estaban pegadas a la viscosidad del hilo. El arañón, que era de cuidado, parecía ignorar a la mosca, que para entonces se agitaba frenética. Tanto que movía toda la tela, que era mucho más resistente de lo que parecía. Ramón estaba extasiado, atento como ante un oráculo.
  Algo cambió de repente. La mosca agotada cesó de agitarse. Momento en que la araña, hasta entonces adormilada, desentumeció sus ocho patas comenzando el acercamiento a la mosca. Para entonces Ramón, en pié, se había aproximado a la tela, lugar de los hechos. Lugar del crimen, murmuró. Creyó que iba a ver cómo la araña se tragaba a la mosca.
  Para su sorpresa y nausea, la araña ató, amordazó y aprisionó a una mosca a la que Ramón imaginó aterrorizada. No la devoró, la guardaba para más tarde y con solemne paso deslizó sus ocho patas al mismo lugar en que se encontraba cinco minutos antes.
  Ramón, desencajado, buscó precipitadamente el cuarto de baño abriendo todas las puertas que encontaba a su paso. En una de las habitaciones estaba Elsa cambiandose de ropa. Vestía un ajustado vestido negro, medias negras, ligas negras y tanga negro. Ramón se atrincheró en el baño, echó el pestillo. Jadeaba.
  -Ramón, Ramón, ¿te pasa algo mi vida? -Elsa aporreó la puerta- ¡Abre, venga!, ¿te sientes mal?.
  Ramón apretaba las llaves del coche. Recuperó la compostura y, abriendo la puerta, besó a Elsa en la boca. Un largo beso.
  -Ciao, arañita mia. Voy un momentito a la gasolinera, a comprar hielo.
  Sonrió con la más amplia de sus perfectas sonrisas. 
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Foto del autor Yolanda Murillo
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Descripción

Cómo no dejarse embaucar y "cazar"

Palabras Clave: Y tú ¿sabrás escapar a tiempo?

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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