EL DESEO DE ELIZABETH BRIZEN
Publicado en Jan 07, 2010
Siete mil setesientas setenta y siete veces debia aplicarse una capa de aquel milagroso unguento en su joven piel, para poder conservar por 100 años mas la envidibale belleza que la caracterizaba. Hija de un padre bien parecido, hija de una madre tan hermosa como los angeles, Elizabeth poseia un rostro que parecia haber sido tallado con las piedras mas hermosas que puedan existir. Todo hombre en Moontwon queria desposarla, convertirla en la mujer de su vida y madre de sus hijos. Pero su corazón le advertia que por cada segundo que pasaba, su belleza era derrotada por el tiempo. Eventualmente sus labios ya no serian rojos, su frente, pomulos, cueyo y brazos se arrugarian, su cuerpo perderia firmeza, no veria con los mismos ojos, ni escucharia con los mismos oidos. La idea de dejar de ser la diosa que era para convertirse en una simple mortal le aterraba. Fue por eso que acudio a uno de los brujos mas comentados de la region, ya anciano, con barba tan blanca como su pelo, que vivia como emirtaño en un montaña, sin deseo de contactar con el mundo. -puedo conceder tu deseo, pero te costara caro – le advirtio el anciano brujo. - no importa – contestó Elizabeth sin bacilar – mi familia es rica, puedo pagarle lo que queria. Solo pidalo. - no deseo tu dinero, mira a mi alrededor, ¿acaso crees que mi corazon necesita del dinero?, fue por esos deseos materiales que me aleje del mundo. - ¿pero entonces que quiere? - de ti...nada. el precio que debes pagar no es conmigo si no contigo misma. El burjo de cabellos plateados le enseño un frasco de madera del tamaño de su mano. - con este unguento otorgado por los mismos inmortales podras mantener tu juventud por 100 años mas. Elizabeth estaba desconcertada, no creia que pudiera ser tan facil. -no le creo, si es asi...¿cual es el truco?- dudó la chica. - El precio que debes pagar. -¿ y cual es? - Desde el momento en que el unguento toque tu piel no podras dejar de usarlo ningun dia. Cada luna te lo aplicaras siete mil setesientas setenta y siete veces una capa de el, no podras salir de dia o tu piel se convertira en polvo... - ¿que pasa si lo dejo de usar? - interrumpió Elizabeth. - Moriras – contesto el viejo sin bacilar. Elizabeth comenzó a dudar sobre su deseo. ¿realmente valia la pena? -¿aun deseas el unguento? - preguntó el brujo. La joven penso y reflexiono durante varios minutos, su corazon palpitaba aceleradamente, sudaba y sus manos se pusieron tan frias como el hielo. Pero elizabeth contestó: -si. Durante los primeros dias su entusiasmo y regocijo no le permitian percatarse de lo tedioso que llebaga a ser aplicarse el magico unguento tantas veces de seguido, ademas de lo terrible que significaba el sacrificio de no poder exponer su piel a los rayos del sol. Pero los meses venideros fueron distintos. Se rumoraba que la hija de los aristocraticos Rafael Brizen y esposa padecia de una terrible enfermedad que no le permitia salir durante el dia. Elizabeth ya no soportaba dedicarle tanto tiempo y dedicacion a la aplicacion del unguento, pero sabia que la decision estaba tomada y debia continuar sin bacilaciones. Pasaron los años y Elizabeth no habia envejecido en absoluto. Sus padres, familiares y amigos no daban credito a lo que sus ojos presenciaban. Algunos decian que la joven habia sido bendecida por los mismos dioses, otros por lo contrario insinuaban pactos demoniacos, mientras que otros mas radicales afirmaban que era una especie de bruja. Muchos hombres le propusieron matrimonio, pero el compromiso se rompia por diferentes razones, la mas comun, era que que extrañamente la joven Elizabeth nunca asistia a reuniones sosiales celebradadas durante el dia, ademas que se habia convertido en una persona fria e inumana para las demas personas con las que su familia poseia relaciones importantes dentro de la sociedad. Sus padres veian en Elizabeth a una hija totalmente cambiada e irreconocible a pesar de su misma apariencia fisica, no comia mucho, solo permanecia encerrada en su habitacion, no mostraba emocion humana alguna, aveces se quedaba contemplando el cielo sin pestañar o emitir alguna palabra. Llamaron a medicos, sacerdotes y Brujos, pero ninguno respondia a las dudas que leventaba la extraña condicion de la bella joven. Hasta que despues de agotar todo recurso, el padre de Elizabeth acudio a un viejo brujo ermitaño que habitaba en las montañas. -su hija tomo una decision, para cumplir su deseo, tuvo que pagar un precio a cambio...- explico el brujo. - ¿cual deseo?, ¿cual precio? – pregunto el angustiado padre. - permanecer siemrpe joven durante 100 años mas, y su precio...aplicarse un unguento cada luna, no poder salir a la luz del dia, no poder dejar de usarlo, y lo mas importante y lo que ella no esucho, es que dejaria de ser humana. - ¿que quizo decir con que dejaria de ser humana? - los humanos envejecemos, cumplimos un proposito, es parte de lo que somos, si un humano no envejece entonces no es humano, por ende si su hija es siempre joven dejara de ser humana. Perdera toda emocion, o pensamiento conciente. No sera mas que un cuerpo vacio dependiente de un unguento magico para sobrevivir. - ¿usted le dio tal cosa tan monstruosa?-protestó el padre. - si - respondio el brujo sin emocion alguna. - ¿como pudo hacerle eso?- preguntó sin disminuir su tono. - la decision fue suya, ella asi lo deseo...yo se lo adverti y aun asi siguio deseandolo, ahora debe enfrentar las consecuencias. - ¡esto no puede ser cierto!, ¡como puedo ayudarla! - no puede. El padre furioso destroso la pequeña tienda donde vivia el brujo, lanzo sus pertencias, rompio sus cosas, pero no le toco un pelo al anciano.A pesar del colera del himpotente padre, el viejo de cabellos plateados no se movio, ni correspondió enojo o emociones. -puede enojarse conmigo – decia el brujo- y destruir mis pocas posesiones, no me importa, pero no le quite a su hija el unguento, morira si lo hace. El padre solo se limito a responder: -¡patrañas! Rafael Abandono las montañas, y furioso se dirigio a su casa para ponerle fin a la situacion, destruyento el frasco de madera que contenia la mecionada sustancia que le daba la juventud a su hija. El padre abrio la puerta de la habitacion de Elizabeth de un portazo, la tomo del brazo fuertemente, sabia que podia estar lastimandola, pero no demostro queja. Con gran autoridad le pregunto donde Guardaba el uguento, pero ella no respondio. Despues de soltarla desvarato toda la habitacion, abrio gabetas y armarios pero no encontro nada, movio el colchon de la cama y alli se encontraba. Elizabeth por instinto sin conciencia ni deseo propio se lanzo contra su padre, los dos forcejearon pero ninguno sedia. -¡devuelvemelo!, ¡no entiendes que no puedo vivir sin el! – exigia Elizabeth. - ¡y tu no entiendes que te haces daño a ti misma! Continuaron peleando entre los dos hasta que el padre logro que lo soltara golpeando el brazo de la joven contra la pared, de tal forma que el dolor no le permitiera seguir sosteniendolo. Rafael a pesar de la advertencia dada por el brujo anciano, tomo el frasco de madera y lo lanzó por la ventana. -¡no! - exclamo la joven Elizabeth – ¡que has hecho! Desesperadamente la hermosa chica abandono la habitacion corriendo, y su padre paralizado solo la vio bajando desesperadamente las escaleras. Al reaccionar Rafael la siguio para evitar que lo tomara olvidando lo mas imporatante, que a pleno medio dia el sol estaba tan feroz como un enjaulado tigre salvaje. Al llegar a la puerta el padre se detuvo en seco por la impresion que se llevo debido a lo que sus ojos contemplaban. La madre de la bella joven de igual forma corrio hacia la puerta despues de haber visto a su hija salir a plena luz del dia y a su padre persiguiendola. Al ver lo mismo que su esposo la sra.Brizen se llevo una mano a la boca por la impresión. En la terraza de su casa yacia un esqueleto inerte, con el traje de su hija sosteniendo un frasco de madera del tamaño de una mano. FIN
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