Reencuentro con una sirena
Publicado en Jan 07, 2010
Pedalea con dificultad. El calor pegajoso y el dolor de su rodilla dificultan esta actividad. El olor de su alma es el mismo que el de su piel, a tierra húmeda, quemada y ensangrentada. Olor a moratón reciente, a llanto.
Las lágrimas emborronan el camino que se presenta largo y solitario, solitario en consonancia con su alma. Gira la cabeza hacia atrás pero ya no ve nada, el espacio recorrido ha eliminado en un instante los resquicios de la lucha y el cuerpo de su joven víctima, y sólo consigue perder el equilibrio. La visión del mar, una imagen distorsionada, no consigue mitigar su dolor, pero le da esperanzas porque sabe que el mar le ayudará a arrepentirse. Alcanza la arena caliente y abandona la bicicleta que entorpece su camino. Avanza despacio, llorando sal y sangre y, observa casi en paz consigo mismo, la claridad del cielo azul, que se confunde con el agua que masajea débilmente la arena plateada, creando pequeñas y espumosas burbujas. Descansa por fin su pesado y malherido cuerpo en la tierra mojada. Su corazón, que late cual tambor pequeño, va extinguiendo, poco a poco, su ritmo acelerado, No quiere pensar en lo sucedido, la brisa está aquí para ayudarle a olvidar, acariciando su pelo como un breve suspiro. Ahora, ya todo es de color azul...y pierde el sentido. Sueña que es un pez pequeño e indefenso, que acompaña el movimiento de las olas, sin posibilidad de cambiar de dirección que le permita ir en busca de ella, para poder estar por fin a la altura. Pero disfruta con la sensación de sentirse sin peso, libre y solo, sin más compañía que la de los recuerdos de la joven amada. Transformados sus pulmones, adaptados a su nuevo medio, respira largamente y su boca estrecha, se abre formando una sonrisa. Despierta, tras oír una voz robusta y cercana. La sonrisa permanece en su rostro, aunque un amargo regusto en su boca le obliga a incorporarse de golpe sintiendo de nuevo el dolor de su rodilla y de todo su cuerpo, y un fuerte mareo le arrebata su placentero sueño y la imagen de la mujer que nunca alcanzará. Siente arcadas pero reprime las ganas al sentir tan cerca la presencia del extraño que provoca ya un sombra larga y aplastante entre el sol y su cuerpo. - Ei, chico, te encuentras bien? Confuso todavía examina al intruso que lo observa expectante reflejando preocupación. El extraño, repite, - te encuentras bien? Puedo ayudarte? En su cabeza oye su propia voz, ausente y lejana, sabe que no merece ayuda y contesta perdido - Soy un pez...y repite, pausadamente, soy un pez y perdí a mi sirena. Perdido en su mundo se levanta ante la mirada inquieta del espectador, se acerca a la orilla y encuentra el infinito con sus ojos oscuros, llorosos, pequeños...de pez sin rumbo, triste y solitario. Se adentra en el mar lentamente notando el contraste del agua fría sobre sus pies ardiendo y camina con sus piernas ya ligeras, casi desaparecidas, que no notan la oposición de las olas que ahora rugen como verdes dragones enfurecidos. No opone resistencia y cuando el agua brava cubre todo su cuerpo, se deja secuestrar plácidamente por el oleaje que le lleva y le guía y no le deja cambiar de dirección. Ya no siente dolor, vacía está su alma, y sonríe porque sabe que, en breve, volverá a ver a su sirena.
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Nayadeth Muoz
la víctima.. será que la sirena fué su victima?
No estoy segura, me gustó mucho.
Un cielo de estrellas :)
adios n.n