Gran Canbal
Publicado en Jan 07, 2010
Entrar en el restringido club "Devoradores de libros" no había sido nada fácil teniendo en cuenta su condición de mujer, además de persona corriente, de ciudadanita de a pie. El reducido círculo de intelectuales, artistas y hombres cultos que formaban parte de ese club fundado hacía ya 20 años en el secreto más absoluto, había tenido que saltarse una de sus premisas fundadoras y habían aceptado a una fémina como primer y único miembro no masculino. La decisión había sido más que acertada teniendo en cuenta que sólo llevando un año con ellos, hoy precisamente celebraban ese primer aniversario, ya se había ganado la medalla de Gran Devoradora, premio y mención que sólo habían obtenido dos de los miembros más antiguos del club. Pero Gran Caníbal, como así la habían apodado sus colegas, tenía un hambre voraz y se merecía estar entre los vetustos miembros como el que más porque, además de mucha cultura, había aportado frescura y originalidad y una cierta anarquía y libertad a la hora de decidir qué libros devoraban, ampliando sus bacanales de libros a títulos y autores jamás antes propuestos ni imaginados por los serios miembros de la junta. Esa mañana la joven y guapa Gran caníbal se levantó radiante esperando que llegase el momento de aparecer ante sus compañeros para degustar ansiosa el libro que le tenían preparado como regalo de su primer cumpleaños en el club. Desayunó sin prisas un micro relato, buenísimo, escrito por una amiga suya y todavía sin publicar que hablaba de una original historia de desamor en clave de comedia, pero contada al revés. Saboreó todas las letras, las palabras, las frases formadas, engulló casi sin respirar la historia, como si de un maratón se tratase y absorbió toda la energía necesaria para enfrentarse al largo y duro día de trabajo que le esperaba antes de la cena de celebración. Como era una historia no publicada aún, el papel en el que estaba escrito resultaba a su paladar suave y nada cargante, con lo cual la digestión del relato iba a ser rápida y muy poco dificultosa. El título le había resultado delicioso, El cha, cha, cha es una canción de amor. Un sabor a coco impresionante. También había desayunado el libro de poemas de Benedetti, El amor, las mujeres y la vida, sintiéndose más que inspirada. De camino al trabajo devoró ante los ojos viciosos de los compañeros de vagón, esta vez de forma figurada pues debía guardar las apariencias y mantener en secreto su verdadera razón de ser, el suplemento de cultura del periódico que compraba todos los días, comiendo con mucha ansiedad el apartado de novedades donde recomendaban el nuevo libro de Junot Díaz La maravillosa vida breve de Óscar Wao. Deseaba estar a solas para hincarle el diente a esta novela. Ya en el trabajo, a media mañana, para soportar el tedio que el trabajo le provocaba, y matar el gusanillo, Gran Caníbal, en un lugar discreto a los ojos de sus compañeros, se zambulló varias citas que relajaron su mente para poder aguantar hasta el final de la jornada. Por ejemplo, se rió mucho mientras masticaba una de Woody Allen que decía "Hice un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme Guerra y Paz en 20 minutos. Creo que decía algo de Rusia" y otra de Groucho Marx, "Las mujeres viven más que los hombres, especialmente las viudas ". El tentempié le sentó de auténtica maravilla y le dio alas para seguir soñando con la reunión de todos los viernes. A media tarde, ya sola en casa, se merendó de nuevo el libro de Kundera, La insoportable levedad del ser. Recordó que con esta novela se presentó en el club la primera noche. Disfrutaba tanto saboreando las dudas de Tomás, la seguridad de Sabina, la fragilidad de Teresa y viendo también el buen sabor de boca que había dejado entre sus compañeros que esa noche la agasajaron compartiendo las delicias de libros tales como La montaña mágica, Ensayo sobre la ceguera, El camino, La nada cotidiana, La plaza del diamante, entre otros muchos. Había tanta variedad que disfrutaron como niños. La noche de su debut en la sociedad secreta hubo tiempo para las risas (recuerda una anécdota muy divertida cuando se le quedó entre los dientes la palabra amor y luchó con su lengua para sacarla de allí y engullirla sin más dilación. Estaba escrita, esa palabra, con una tinta diferente a la habitual y no entendía por qué. La palabra amor en El amor en los tiempos del cólera se había resistido, pero al tragarla la satisfacción había sido máxima).Hubo momentos para reflexionar cuando Daniel el Mochuelo, en El Camino decía que no quería progresar y momentos en que la política los atrapó cuando hablaba Patria en La nada cotidiana. Fue una noche mágica, que un año después seguramente se repetiría, de eso estaba segura Gran Caníbal mientras se vestía para la gran noche y veía como le fluían por las venas todas las palabras que se había zampado a lo largo de los años. Mientras esperaba que le abriesen la puerta de la gran mansión se sentía tan nerviosa y tan pequeña como la primera vez que la cruzó, ansiosa por el recibimiento que le tenían preparado. Le venía una frase a la cabeza, una y otra vez, una de las primeras que la animó a merendarse sus lecturas y no conseguía recordar quien la había escrito, afortunadamente para el autor, porque puede que también se lo hubiese comido a él por la rabia que le daba pensar que tenía toda la razón: "Lee los buenos libros; lo más seguro es que no alcances a leerlos todos". La celebración fue tal cual ella se esperaba. Todo era perfecto. La mesa engalanada, la sonrisa de sus compañeros cómplices, el vino exquisito rozando sus labios hambrientos, la música que acompañaba siendo un personaje más en la escena y el menú, ideal para una noche como aquella, verdaderas delicatesen preparadas para ser ingeridas con el único propósito de proporcionar un placer infinito. Consistía en un amplio aperitivo, para hacer boca, pues se trataban de las ediciones más antiguas y con más solera: Poemas de Antonio Gala, empezando por Enemigo Íntimo; El rayo que no cesa de Miguel Hernández; He andado muchos caminos de Machado; Palabras para Julia de Goytisolo; Poema de la rosa als llavis de J. Salvat- Papasseit. Variedad para todos los gustos y todo de la huerta de la casa. El primer plato, era contundente, delicado y ligero y duro e imprevisible: Nada, de Carmen Laforet; La vida es sueño, de Calderón de la Barca; La Metamorfosis de Kafka; La familia de Pascual Duarte de Cela y Rayuela de Cortázar. No había primer plato preparado con tanto cariño como ése. Se juntaba tristeza, realidades de otras épocas y mucha originalidad. El segundo plato era fuerte, intenso, cómico y también amargo pero inmejorable para esa noche: Hamlet de Shakespeare; El Lazarillo de Tormes; La casa de los Espíritus de Isabel Allende; Cinco horas con Mario de Delibes; El árbol de la ciencia de Baroja; Madame Bovary de Flaubert; El Rojo y el Negro de Sthendhal y El viaje Vertical de Vilas Matas. Cuántas sensaciones, cuánto amor, cuánto dolor y soledad, cuánta sabiduría junta, qué retrato de la sociedad, de la vida, de la picaresca, de la muerte. Sublime, sensaciones sublimes sentían en el paladar, sensaciones que se apoderaban de sus cuerpos y de sus mentes en continuo éxtasis. Habían comido mucho pero conocían sus límites y habían dejado hueco para los postres y el café. Remate importante para importante velada, llena de gozo y de plenitud. A Gran Caníbal y sus compañeros los ojos le brillaban creando estrellas que recogían tanto conocimiento. El postre consistió esa noche en engullir sin demora Lisístrata de Aristófanes; Eloisa está debajo de un almendro de Jardiel Poncela; Las bicicletas son para el verano de Fernán Gómez y un bello poema de Jaime Gil de Biedma, No volveré a ser joven, como colofón. Perfume a primavera, a juventud, a reivindicación, a sonrisa tierna, olor a chocolate caliente, a leche de almendras desprendían. Curiosa contradicción la del momento, pues no había palabras para describir tal bacanal de vida. Una vez saciada la ansiedad, felices por la cómoda y exitosa cena, el reducido círculo de gulas que acompañaban a Gran Caníbal en ese apetitoso deseo de engullir libros le entregaron el regalo por cumplir un año en el venerado club. Habían considerado que era el momento idóneo para abrir nuevos frentes y estar acorde con la naturaleza de su compañera más joven pero también más querida. Ampliaban sus horizontes y así se lo demostraban. El libro que regalaban a Gran Caníbal era el escrito por una famosa pero polémica editora francesa que había dado mucho que hablar y que todos estaban deseando zamparse. Era La vida sexual de Catherine Millet . Y así, repleta ya la sala de esqueletos de libros, como raspas de pescado, y de vasos vacíos pintados sus bordes de granate, podemos asegurar que todos tuvieron muy buen provecho.
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letra
Ahora leo, es cierto, pero con más calma mas madurez, como diciendo me dará tiempo de leer lo que quiera. Besos Letra