El reencuentro.
Publicado en Jan 08, 2010
Era una noche fría y tranquila, la gente pasaba cargando bolsas y cajas de regalos, pues eran vísperas de navidad. Esa noche me encontraba detrás del mostrador de la tienda de los Hamilton, acomodando el aparador con atractivos dulces y los últimos periódicos del día con los encabezados mas atractivos, las grandes ventanas, tenían carteles anunciando ofertas, y descuentos, pero a pesar de eso, fue un mal día en cuento a ventas para los Hamilton.
-Oh Marian, creo que es algo tarde. Me dijo el Sr Hamilton, un hombre que sin duda sus manos reflejaban el arduo trabajo que había hecho durante su vida. su cabello era blanco como la nieve y sus ojos azules reflejaban algo de decepción por las malas ventas. -Deberías de ir a casa, quieres que George te lleve?. -Oh no gracias! no se preocupe, me iré caminando esta noche. -Te has vuelto loca Marian? Esta haciendo mucho frió, podrías pescar algún resfriado y además podría pasarte algo. -Señor no se preocupe, de verdad no me pasara nada y me agrada bastante el frió, aun así muchas gracias. -Mmmm.. segura?. -Si señor en verdad. Sonreí y el respondió con su sonrisa que a cualquiera alegraba el día. Tome mi libreta y mi lapicera, así como mi traste donde llevaba el almuerzo, los guarde en mi vieja mochila, y me despedí del Sr. Hamilton. Salí, y pude sentir el viento jugando con mis cabellos, -Oh por Dios, que hermosa noche, pensé. A cualquier casa que volteaba, podía ver los enormes adornos de navidad, las luces de colores por doquier, y efectos de nieve en los jardines y arboles. La verdad, para mi era una gran noche, recordé al Sr. Hamiton, y me sentí un poco mal por la tristeza que había en sus ojos, seguí caminando e imaginando su rostro lleno de arrugas, su cabello blanco, y su sonrisa, sin duda era un señor muy dulce, me recordaba a mi abuelo. Empecé a recordar mas cosas pero ahora relacionadas con mi infancia y mis abuelos, mis tíos que tenia mucho sin ver, y a mi padre. Aun no podía explicarme como se había atrevido a abandonar a mi madre, la mujer mas hermosa del mundo, sus cabellos negros un poco ondulados, largos y sedosos, sus ojos color miel, y sus labios finos y su esbelto cuerpo. A Pesar de los años, seguía conservando su belleza. -Malditos hombres. Dije, -No saben valorar lo que tienen frente a ellos. Toda mi fantasía y mis recuerdos se vieron disueltos cuando tropecé con una persona, que no podía identificar su rostro ya que me concentre tanto en mi sueño, que seguí caminando sin rumbo alguno hasta parar en una calle oscura y siniestra. -Disculpe, no fue mi intención. Le dije a la figura con la que había tropezado, la desvié, e intente seguir caminando, pero sentí una mano grande y dura en mi hombro. -A donde vas guapa?. Me dijo una voz de sin duda un hombre con efectos de alcohol, en ese momento, el miedo invadió mi cuerpo, sentí un cosquilleo extraño y entre dientes dije: -Que quiere? mi dinero? tomelo! tome mi bolsa y le di todo lo que tenia, incluso el traste con sobras de almuerzo. -No quiero tu dinero linda, ni tu comida podrida... Te quiero a ti guapa. Deslizo su mano dura y aspera por el resto de mi brazo, intente safarme pero eso solo lo molesto. -Quieta cariño, coopera conmigo y no te haré daño... o al menos no tanto... soltó una risa macabra que de nuevo me hizo sentir escalofríos. -Por favor déjeme ir, no me hagas daño te lo ruego. Comencé a suplicar como una niña de aproximadamente cinco años, lloraba y pataleaba a su madre por unos dulces que ella quería, mas sin embargo su madre no accedía a complacerla. La pequeña diferencia era que yo rogaba por mi vida y no por unos simples caramelos. El hombre me jaloneo, y camine a su paso hacia la luz, por lo visto, disfrutaría mas de lo que me pensaba hacer, si estábamos en un lugar con mejor iluminación. CONTINUARA.
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Juan Sambra
Sebastian Rodriguez Cardenas