Un cuento de Navidad VI
Publicado en Jan 08, 2010
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Capítulo VI
        Malévolas, asombrosas y extrañas criaturas me acompañaron durante el sueño. Me adentré en un bosque frondoso - de troncos moteados de verde líquenes - húmedo y oscuro, y de cuyo interior se podía oir lamentos e implorantes voces surgir de sus entrañas. Conforme penetraba en él las voces se hacían más y más perceptibles, como si me estuviese acercando a la fuente de donde manaban las dicciones débiles y endebles. Al fondo, desde un calvero que se adivinaba entre los troncos, una luz lánguida me sugería una insólita presencia. El madrugador canto de un gallo me despertó. A través de la persiana la claridad de una alborada nevada pugnaba por penetrar en la habitación. Hacía un frío espantoso que helaba el aliento. No encontraba el valor para abandonar el calor del edredón y la confortabilidad de la cama.
         El salón estaba mucho más despoblado y tranquilo que la víspera. Apenas un par de parroquianos eran atendidos por el Viejo Gastón. Vi a mi confidente barriendo el salón. Me miró con complicidad, como rogando guardar silencio sobre nuestra charla la noche anterior. Mi intención no era otra que la de no delatar nuestro pecaminoso comportamiento, bromeé para mi fuero interno.
         Saludar a la concurrencia, responder con alabanzas a las comodidades de mi habitación hube de soportar antes de entrar en la materia que me interesaba.
-                    ¿Dónde puedo encontrar a alguien que me acompañe al bosque?  - dejé caer con tono inocente como quien pregunta por las inclemecias metereológicas previstas para el día.
-                    ¿Al bosque? ¿Para qué quiere usted ir al bosque, joven? – preguntó el Viejo Gastón, irritado y estrañado por mi petición.
-                    Cosas de mi trabajo.
-                    ¿Qué puede interesar a su periódico que esté en el bosque? – continuó el posadero.
-                    ¿Ese extraño personaje que dice ser el Espíritu de la Navidad, tal vez?
-                    ¿Y quien le dice que está en bosque?
-                    Sospechas, simples sospechas – dije para tranquilizar el ánimo de la muchacha que me observaba con temor creyendo que la delataría.
La puerta de la taberna se abrió con estridencia. El frío y el sonido del viento penetraron en el salón con violencia. Un hombre de gran estatura hizo su aparición, como surgido de la nada, entre tímidos copos de nieves que había invadieron fugazmente el calor del comedor para perecer en forma de ínfimas gotas de agua sobre el suelo aún sin barrer.
-                    ¡Padre Damián! Que grata novedad verlo por esta vuestra casa. – se apresuró en decir el Viejo Gastón.
-                    Ando buscando al doctor Gonzalvos. Ese es el único motivo que me ha empujado a entrar en este antro de lujuria y depravasión – contestó en tono carente de cualquier voluntad conciliadora el cura.
-                    El doctor Gonzalvos aún no ha venido esta mañana por aquí. Permitame que le sirva una copita de aguardiente. Le ayudará a entrar en calor, padre.
-                     No necesito entrar en calor. Pero no te negaré, Viejo Gastón, la voluntad de servirme ese aguardiente.
La tercera copa de licor acrecentó la locuacidad del sacerdote quien se mostraba dispensado para insultar al médico por no encontrarse en la posada tal y como él había previsto. Quería saber la cantidad de niños nacidos durante los días anteriores y posteriores al nacimiento de los herederos del conde con la finalidad de tenerlos controlados, ante la irresolución del problema planteado con el natalicio de los gemelos y el médico, junto a la matrona eran los únicos que podían certificar esos datos de enorme transcedencia antes de la marcha de los tres dignatarios enviados desde la capital cargados de presentes, regalos y dádivas para el nuevo mecías. Tenían que tomar una decisión y esta no podía postergarse más.
Pensé en el cura como un ser despiadado, cómplice e instigador de un Herodes moderno que se creía poseedor del derecho de disponer de la vida de los pequeños, alimentado por una simple superstición nacida de la mente fanática del párroco. En ese momento vertí todo mi odio en aquel religioso que no cejaba de beber el licor que el Viejo Gastón le rellenaba una y otra vez.
 
 
 
                 Continuará…
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Foto del autor Rafael Criado Garca
Textos Publicados: 35
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Descripción

Un cuento con cierto regusto navideo

Palabras Clave: navidad cuento

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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