Noticias del oro maldito
Publicado en Jan 12, 2010
El terror tiene que surgir de alguna parte. El terror es odio encarnizado transformado en idea: una organización que opera con mente fría para llevar a su máxima expresión un sentimiento idealizado. El terrorismo no paga con amor, pero ¿por qué habría de hacerlo? El terrorismo no puede ser solo la célula diabólica de medio oriente que se vuelve contra occidente como en un juego de buenos contra malos. El relato occidental (cinematográfico relato, digno de Hollywood) que se arroga la Historia, en ningún momento reconoce sus errores. No los tiene. Afirma que la libertad ha sido injustamente atacada y que reaccionará con todo su poder, invocando el mismo poder de Dios. No sugiere jamás que los atentados a las torres gemelas pudieron deberse a fanática retribución, mucho menos, por obvias razones, menciona negociado alguno. No hay que eximirse de culpa y cargo porque la justicia la administran ellos. La justicia de Dios fue confiada a estos adalides seculares. La basura abajo de la alfombra sigue siendo basura, aunque la alfombra luzca impecable. El terrorismo, entiéndase bien, anida en toda degeneración de poder y en todo afán solamente destructivo. El buen gobernante, figura ancestral de la mitología de oriente, fuente de toda consulta oracular, también ha muerto, así como Nietzsche se animó a matar a Dios y lo suyo hizo Foucault en su momento con el Hombre. Muertos padre e hijo no había más lugar para el Espíritu. Ese fue el festín del diablo: los dueños desconocidos del mundo acaparando con inmunda codicia la máxima riqueza posible a través de la conquista de los recursos ¿Es nueva esa historia? No hizo falta hacer abuso de la vieja barbarie o apelar a salvajismos alarmantes y superados solo en la forma por un moderno pero inútil derecho de gentes. La televisión, por medio de sus aplicados operadores, editaría todo viso de brutalidad y terror. Los viejos métodos fueron reemplazados por argumentos retorcidos y falsos y justificaciones religiosas. Curiosa ironía: el brazo material del diablo invocando al Espíritu para consumar lo aberrante. El Imperio, que opera oficialmente desde hace más o menos un siglo en esa tierra prometida que fue siempre Estados Unidos, es el monstruo apocalíptico que liberó la dinastía del selecto grupo de banqueros que con una trama secreta, una ley fundamental y un banco central (que al emitir moneda con interés, hace generar una deuda implícita en el mismo billete, que solo puede saldarse a partir del incremento de emisión producido por el mismo organismo, único autorizado a tal fin, lo que se traduce en una deuda ilegitima desde su origen y en constante estado de crecimiento, que los países y sus componentes jamás podrían hacer frente, y cuyas consecuencias siniestras son el control absoluto del engranaje financiero y económico mundial, por medio de sus bancos y sus órganos de préstamo) se adueñaron del mundo entero y lo desalmaron. ¿Dónde están las heridas del siglo XX? ¿Dónde Auschwitz e Hiroshima? ¿Dónde Sarajevo? ¿Dónde la agonía de África, famélica y sidosa? ¿Dónde la oprimida América latina, desatándose con tanto esfuerzo de las cadenas a las que por siglos fue sujeta, sin tumba para llorar a sus desaparecidos, echada a la suerte de caretones traidores y de genocidas que matan la muerte lenta del hambre a sus pueblos y los dejan sin expectativas ni futuro? ¿Dónde la letanía y las manos vacías de la empobrecida y triste Rusia? ¿Quién ganó más con la caída del muro, la verdadera libertad o ese fetiche de libertad, esa esclavitud sin amos, ese espíritu errante y sin encontrarse que es esta época posmoderna? El oro maldito (oro que no vale nada, oro impenetrable y sin brillo, lustrado para la ocasión, oro sin símbolo) corrompe el corazón, separa la brecha entre yo y el otro y engendra división y odio. El oro maldito no es abundancia. La abundancia es materia que se dispone según un corazón vivo y en expansión. La abundancia se comparte y el oro parte. El oro fue trasmutado en piedra. La abundancia, esa energía en movimiento, abandonó la piedra. El verdadero oro brilla, simboliza el sol con su poder y majestad. Es el sol que da vida y hace crecer los cultivos. Regenera. El otro, el oro maldito, es un ídolo de barro. El sentido de la alquimia no es el oro, sino la transmutación.
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Mastropiero
Roberto Langella de Reyes Pea
Lo sustancial (lo maravilloso) en Nietzsche, creo que es breve. Él propone que nos olvidemos de Dios, por esa cuestión de estar siempre como pateando la pelota afuera respecto de nuestras propias responsabilidades.
Sin Dios (por ende, sin el diablo), el hombre es el ser racional por excelencia hasta ahora conocido, y tiene que hacerse responsable de ello, y aún, tomándose a sí mismo como referente, con una observación medianamente objetiva, puede trascenderse a sí mismo hacia el desarrollo de lo que él llamaba "el superhombre" (que nada tiene que ver con ponerse una capa roja), y que es este concepto otro de los pilares de su filosofía.
Nietzsche no dice "Dios no existe", dice "Dios ha muerto", que es diferente. Cuando papá muere, dejamos de ser hijos, esa es la idea. Yo no tengo formación académica, habrá quien pueda explicarte mejor que yo a Nietzsche, y tantas otras cuestiones también.
En lo particular, sigo creyendo en Dios, porque creo que una cosa no invalida a la otra, puedo creer en Dios (ok, en lo que para mí es Dios) y a la vez hacerme cargo de mis actos y palabras, más allá de cualquier "solución divina", por así decir. Soy cristiano, pero no católico, ni voy a misa, ni me confieso, y rezar lo hago de una forma que me es muy propia.
Pero comprendo que alguien como Nietzsche pueda llegar a la necesidad de considerar la posible muerte de Dios. A mí no me importa, yo creo que él está en el mismo camino filosófico que por lo menos a mí me interesa estar, que no me impide estarlo el hecho de creer en Dios. No sé si me explico. Por eso digo que si fuera ateo, lo sería siguiendo la filosofía de Nietzsche.
Mastropiero
Mastropiero
Roberto Langella de Reyes Pea
Y otra precisión más (otra vez de rompe-bolas); la alquimia habla de la transmutación de la sustancia, que es con lo que se conforma la materia.
Parecerá un detalle mínimo, pero no lo es tanto; los que crearon la bomba atómica entendieron eso. La activación de una de esas bombas equivale a lo que sería la destrucción de un sol; a escala, por supuesto. Abrazos.
Eduardo Fabio Asis
Matteo Edessa
Lo de la basura bajo la alfombra me parecio una gran metafora, y también lo que todo será editado es cierto, no queran los yanquies otro Vitnam con Hippies piojosos dando discursos. mejor adelantemonos y preguntemosle a Britney Spears ( y acá me ocupo de Hollywood) si esta de acuerdo con el presidente de ir a la guerra mientras mastica chicle.
mira que facil suele ser presentar argumentos para las potencias: el problema se presentaba con respecto a los prisionesros que fueron tomando de la invación a Irak y Afganistan, la convención de ginebra prohibe el trato cruel y torturas a los Civiles y a los soldados prisionesros de Guerra, que hizo el presidente Bush: invento una nueva categoria; la de terroristas, que por tanto no son civiles, ni soldados porque no representan a un pais, por tanto la convención de Ginebra no sirve para esta categoria.
y si todo es dinero lo sabemos todos, el mayor logro del siglo pasado a tal efecto ha sido sin duda el profundizar el individualismo, de manera tal que vos, yo y cualquiera puede preveer los hechos pero no son sino muy pocos los que pueden producir los efectos.
y los efectos son los que convienen a los poderosos, quiza y aun abrigo esta esperanza vuelvan aparecer esos ghandi, Madre Teresa, Juan Pablo II, o algún otro iluminado que marque el rumbo hacia una nueva era,
esta bueno hablarlo, gracias Mastro!!
Mastropiero
inocencio rex
genial, amigu. te felicito: éste es un escrito favorito..
Roberto Langella de Reyes Pea
No sé Foucault, pero por lo menos, bien o mal, Nietzsche decidió (me encantó esta consideración tuya, "decidió") matar a Dios, persiguiendo una causa noble. No soy ateo, pero si lo fuera, lo sería del tipo nietzschiano (me encantan los boludos que te dicen que no creen en Dios porque nunca lo vieron, qué tiernos).
Tu idea de la anti-alquimia también está muy lograda, pero te voy a hacer una salvedad, si me permitís, y de puro hincha-pelotas que soy. Los alquimistas no realizaban transformaciones, sino transmutaciones.
Me encantó tu escrito. Un abrazo.