Era abril surcado de estrellas fugaces 
las primeras mías
las infinitas tuyas
y deseos en conjunción. 
Era la dirección equivocada 
el edificio oculto 
y las gaitas esperando 
su entrada triunfal. 
Era el escritor desconocido, 
la excusa perfecta, la ocasión, 
un ex suicida, 
una futura ingrata. 
Ellos. 
Pero sobre todo
eras vos
y era yo. 

Y hoy.
Desisto. 

Era la luna rodando por Retiro,
y la torre inglesa mi telón de fondo, 
y loco, loco, loco vos, 
asomándote a mí
con tu regresión a mariposas adolescentes
batiendo sus alas a la espera, 
de nuestro propio Big Bang.
Ígneas chispas,
de roce pasional. 
Pero sabrás, 
Siempre sabrás. 

Y yo, 
renuncio. 

Era el séptimo 
era el dos hidrógeno
oxígeno, 
a raudal
sobre cristales, 
asfalto calcinado
bajo nuestros pies de seres feéricos, 
mares de plata, 
pieles vestidas de piel, 
ojos desnudos de engaños.

Hoy, 
dimito. 

Tu cuerpo tiritando 
bajo mantas de astros celestes 
de tantas noches de guardia 
de tantas lluvias sin mí
de espacios sin mí,
tu refugio
ante las inclemencias, 
y al cabo del tiempo
mis mil goteras. 
Vendaval, 
arreció. 

Por eso, 
me niego. 

Sin embargo, 
todos tus azules, 
mucho más que sombras 
vuelvo a perseguir.
Huellas 
de otros pies
con otro rostro, 
la misma búsqueda. 

Navegando en otras venas, 
caminando por otras arterias,
en otra esquina. 

Para morir, 
o para no morir, 
mil veces de ansiedad