Herr Sam-uel
Publicado en Jan 16, 2010
La escalera es demasiado alta. O ella es demasiado enana. Mientras la observo desde atrás, me pregunto cómo hará para surcar los imposibles escalones. Sus piernas se estiran hasta el infinito, y a los pocos segundos cruza el umbral de esa extraña casa.
Sorprendida de su logro, ingreso junto con ella al recibidor. Nadie me percibe. Soy su sombra. Oscura en esa morada de gente oscura. De piel morena. Y su enanismo contrasta con la mujerona de tez negra que dirige ese lugar. Un orfanato para discapacitados. No, no, corrige una voz en mi nuca: “Gente con diferentes capacidades”. Ella dialoga, observo sus gestos. Se niega a quedarse en ese sitio. Le pide a la matrona que la deje enseñar. ¿Enseñar qué cosa? ¿A quién? Me pregunto. Un tintineo invade e interrumpe el diálogo. ¿Monedas? Ella toma algo y sale presurosa, seguida de tres chiquillos. Oscuros. Dudo. Inmóvil. Miedo de seguir sus pasos. El retintín se acrecienta y se torna insoportable. La quietud exterior me convoca. Salgo. Un cielo de horizonte marino me invade con su paz. La busco, pero sólo veo a los tres chiquillos al lado de un ombú, debatiendo. Sombra abandonada. Expulsada. A la intemperie. Sonrío. De la casa surge una grotesca voz llamando a los niños. Ellos escuchan y empiezan a correr. Escapan. Presurosa sigo sus pasos. Otra vez sombra. El más pequeño se agota, y planta bandera. Sin mirar hacia atrás, sus hermanos mayores se dirigen a la costa, y saltan hacia una nave a punto de zarpar. ¿Y yo? No subo, pero… Soy una esencia que sobrevuela el mar. Una brisa. Observo. Me fundo. Aire yodado. Ese barco tiene puertos en medio del mar. Jamás roza la costa. Los niños lo saben, pero se distraen y pierden su parada intra oceánica. La dejan detrás. Saltan desesperados y comienzan a nadar a toda vela. Me dejan detrás. Plaf plaf. Chocar de brazos y olas. Invisible y mareada. Se sacuden el agua en la costa arenosa. Ahogándome en un vaso de mar. Cogen unas bicicletas que hallan reposando en unos arbustos y se internan en un bosque. Casi sin aliento, observo el camino surcado por alerces milenarios. Y ellos pedaleando. También sin aliento. Su piel ha cambiado. Nívea. Mi piel ha cambiado. Sepia. Sus vestimentas mutaron. Gorro. Pantalones a la rodilla. Un saco demasiado grande y un brazalete con… Una estrella a la altura de mi deltoides. De seis puntas. El rodar se frena. Y en las lindes del bosque… Un escenario terrorífico se abre ante mis ojos. Un colosal edificio se recorta detrás de una niña arrodillada presta para rezar. No percibe a los hombres con sus fusiles apuntándole. Más brazaletes. Rojos. Y con cruces. Negras. Debajo y detrás de la niña, hombres y mujeres dando alaridos. Vivos. Bajo sus rodillas, un tela gigantesca que cubre… Sobre los muertos. Moviéndose como gusanos. Vahos fétidos. Mi sombra se achica. Y otra sombra, debajo de la alfombra, se mueve atrayendo mi atención. Es un hombre, que se ha colado entre los gusanos muertos. Cuasi aplastado por los vivos. A punto de ser fusilados. O a punto de ser aplastado. Eligiendo muertes. O eligiendo vidas. Los hombres con fusiles se aprestan. Ojos imploran al cielo. Pares de ojos que buscan blancos vivientes. Dos palmas se unen. Cientos de dedos se apoyan sobre gatillos. Padre nuestro… Ojos míos que se entornan. Puños de impotencia. … que estás en los cielos… Me diluyo. En el viento. Huyo. ...santificado sea tu no… Una ráfaga.
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LOBOLEJANO
Julieta
Julieta
Saludos,
Julieta
Edgar Omar Neyra
Un gran abrazo saludos.
La imagen es tambièn buena creo que contiene estè trabajo un toque sumamente magìco.
Besotototes...Edgar porsupuesto tù lector màs fiel ja!
Verano Brisas
Julieta
Julieta
Julieta