Eros: Una pasin inmortal...Parte 1
Publicado en Jan 17, 2010
Hacía un calor más que infernal y, sin embargo, mi cuerpo temblaba de frío, sudaba, pero no dejaba de temblar, jadeaba como si el aire no llegara a mis pulmones, un mechón negro se pegaba a mi rostro y mis ojos, sumamente abiertos, miraban a todos lados. Parecía caminar en círculos, no veía llegar a ningún lado, todo era igual: paredes rojas, cuadros, pilares inmensos que sostenían el techo rojizo, nada parecía cambiar, ni de forma ni de lugar. Me sentía con nauseas y mareos como si me fuese a desmayar, pero luché, jalé aire apresuradamente y no me detuve.
Una habitación tras otra, y así sucesivamente, seis para ser exactos, y todas igual. Una melodía sonaba, en algún lugar un piano se dejaba escuchar, esa música perturbaba, parecía no callar, no tener fin, sonaba, sonaba y sonaba, aunque me alejara del lugar. Era como si la música viniera de las paredes, de los cuadros, de aquel siniestro color rojizo que entorpecía los sentidos de cualquier mortal. Pero no soy mortal, y eso me enfadó más. Al fin el panorama cambio, el mismo color brillaba, más cuadros, flores que adornaban altivas los rincones de la habitación, hermosas cortinas de seda roja enmarcaban dos enormes ventanas que dejaban el aire pasar, un par de mesitas caoba cubrían el centro, sobre una de ellas dos copas, aún vacías, yacían firmes, escoltando una botella de vino. El fuego ardía en la chimenea, incesantemente. Pero lo más fascinante era la cama, tan cómoda a la vista, sus almohadones perfectamente acomodados, sus sábanas, tan blancas que lastimaban la vista, eran cubiertas dulcemente por una hermosa cobija roja. Me mordí los labios para reprimir mi deseo de tocarlas. Del dosel de madera, exquisitamente tallado, colgaban suaves mantos traslucidos, color sangre, estos danzaban motivados por el viento y la música que aún sonaba por doquier. Un escalofrío recorrió mi espalda al mirar la silueta a través de los mantos, la silueta, cuyos ojos miraban fijamente mi cuerpo paralizado. Reaccioné tarde y eché a correr, pero aquel ser fue más rápido y bloqueó mi paso. Sonrió. Movió despacio la cabeza en negación y suspiró. Sus ojos se sumieron en mí, me bloqueé, no dejé de mirar sus ojos, me aturdían, sus labios, sutilmente delineados y morados, se abrieron. •- ¿No pensabas marcharte sin decir adiós, oh sí? - Su voz melodiosa llenó el ambiente, no dije nada. - Me sentiría muy triste si así fuera. •- Yo...- las palabras se cortaban en mis labios, no lograban salir. •- ¿Sí? - dijo. Se aproximó a mí, inclinándose para igualar su rostro con el mío. Era tan perfecto, sus ojos oscuros como la obsidiana, con un brillo intenso que me hacían suspirar, sus facciones duras y cuadradas, lo hacían parecer un sueño, y su cabello, más negro que la noche, ligeramente ondulado, se retorcía en parte tras sus orejas y uno que otro mechón, rebelde, caía sobre su frente. •- Yo...- respiré al fin y agité la cabeza para volver a la realidad - Yo no tengo por qué darte explicaciones - dije al fin, apartando la mirada. Él soltó una carcajada, mofándose de mí. •- Victoria, Victoria, Victoria - repitió mi nombre canturreando y haciendo ademanes con la mano derecha -. Mi dulce Victoria. Siempre he amado esa rebeldía tuya. Me vuelve...- se estremeció - ¡Argg! Loco. •- Espero que tu locura termine por aniquilar tu vanidad y tu ego - alcé la mirada rumbo a sus ojos y apreté el puño. •- Me excita verte así. Eres tan ardiente cuando te enojas Se dirigió a la mesita que soportaba el vino y las copas, tomó la botella y hábilmente la destapó, vertió líquido en una copa. Seductoramente llevó la misma hasta su rostro y olfateó el aroma del vino. •- ¡Uf! Vega Sicilia, cosecha de 1865, de lo mejor que hay, un buen vino español. Aunque he probado otros muy buenos, éste es mi preferido - presumió. Velozmente sirvió la otra copa y la colocó en mis manos. Su aliento frío inundaba mi rostro. •- Brindemos, princesa mía. Brindemos por la gloria de la inmortalidad. - Lo miré sin parpadear, mi respiración se aceleraba. - Por tu belleza, por tus hermosos ojos negros, que tengo la dicha de mirar. Por tu sangre pura, por tu cuerpo, por tus hermosos senos. - Contuve el aliento cuando su mano se posó en mi pecho izquierdo. - Por todo tu ser. - Su mano siguió la silueta de mi cuerpo hasta mis caderas, no me moví. - Por ti. Sonrió y bebió completamente el contenido de su copa. •- ¡Esto es más vida que lo que los mortales llaman vida! - Dijo y arrojó su copa al fuego. Me arrebató la copa, aun llena, y me tomó en sus brazos, inclinándome sobre mi espalda. •- Bebe, hermosa mía. Bebe y moja tus dulces labios con alcohol - dijo divertido. Yo estaba helada, aturdida. Sellé mis labios y al ver eso rió, sacó su lengua humedecida por el vino y su saliva y los lamió, suavemente, al mismo tiempo que dejó caer el líquido sobre mi pecho para saborearlo con su boca. Me estremecí. •- Eres tan dulce, Victoria, tan dulce que haces que mi cuerpo arda - dijo con suave voz. Me agité en sus brazos y me aparté de él rápidamente. •- Eres un demente - dije agitada y enfurecida -. Te crees amo y señor de todo, pues te equivocas. No eres más que un simple inmortal, como cualquiera. Ni más ni menos. - Mordió sus labios y puso sus manos sobre su pecho, llevándose contra la pared, lejos de mí. •- Hieres mis sentimientos, querida. Me destrozas el alma con tus palabras - dijo sollozando. •- ¡Di lo que quieras! ¡Ríete si te hace sentir mejor! Me da igual. Para mí eres igual que todos y peor aún. Pues los demás conocen su lugar, pero tú osas en sobrepasar el tuyo - mis ojos brillaban de la ira y mi respiración era tan fuerte que se escuchaba en toda la habitación. •- ¿Y es por eso que huye de mí, princesita? - dijo mientras se acercaba a mí. •- ¡No te acerques más! - ordené y él rió - ¡No te acerques o te arrepentirás! •- A ver si entendí. No sólo pretendes ordenarme sino que también me amenazas - se mofó y siguió avanzando - . Me sorprende, princesa. Sabe que soy inmune a sus caprichos. •- Haces muy mal en subestimarme, Franco, no deberías arriesgarte de ese modo. •- ¿Y qué harás? - se arrojó a mí, elevándome del piso contra la pared y sujetando mis muñecas con sus manos - ¿Arrojarme al Sol quizás? ¿Agua Bendita? ¿Crucifijos? ¿Ajos? - su cuerpo presionaba fuertemente el mío - Sabes que eso es basura. No funciona conmigo, con ninguno de nuestra raza. Lo sabes - lamió mi garganta -. Dime qué harás para detenerme. Para evitar que mis manos estrujan tu cuerpo y se sacien con la suavidad de tu piel. - su mano se filtró por debajo del vestido y acariciaba mi muslo derecho con fervor - ¡¡Dímelo!! - gritó. •- ¡Suéltame! - dije con dificultad, agitándome. •- No lo haré. No sin antes hacerte mía - amenazó. •- ¡Qué me sueltes te digo! - grité y golpeé con mi rodilla su entrepierna. Caímos al suelo. Me levante y corrí con velocidad. Me alcanzó, sujetó mi pierna y caí de nuevo. Se postró sobre mí. •- ¡Déjame tranquila! - dije y rasguñé su mejilla izquierda, la sangre que rápido broto, rápido desapareció. •- Eres ruda, pequeña. Eso me gusta de ti. •- Eres un idiota - dije mientras me movía para zafarme -. Y no me llames pequeña. - Maldito vestido, me volvía torpe. - ¡Arrggg! - chillé - ¡Déjame ya! Sus manos parloteaban por mis caderas, él sonreía divertido. •- Pequeña Victoria. Te recomiendo que te calmes y te limites a disfrutar de esto como yo lo hago. - Enrolló la falda hasta mi cintura, y me sujeto fuertemente los muslos. - Vamos, amor. Abre tus piernas para mí. - Me agité con fuerza y me zafé de nuevo. - ¿A dónde vas? Me tomó de espaldas y me llevó contra la pared, desgarrando con furia mi falda para dejar mis piernas en libertad. •- Te conviene que no te resistas. Serás mía, te guste o no. Por las buenas o por las malas. - Su mano frotó mi piel, la cara externa de mis muslos, lentamente. Ladeó mi cabeza y besó mi cuello apasionadamente. - Tú decides, Victoria. •- No hay decisión en ello, Franco. •- Tienes la opción de disfrutar esto pacíficamente o disfrutar esto de la manera bestial y salvaje - dijo mientras metía su mano en mi entrepierna. - ¿Qué tan dispuesta estás, Victoria? - Mordí mi labio inferior y contuve la respiración al sentir el roce de sus dedos sobre mi sexo. - ¡Oh, Victoria! Eres una hembra lista para mí - presumió. •- ¡Ya basta! - mi voz sonó inaudible - ¡Detente! •- ¿Qué dices mi amor? - dijo Llevó una mano a mi seno derecho y comenzó a sobarlo con suavidad y lujuria, mientras su otra mano pasaba la barrera de la fina prenda para adentrarse en las humedades de mi sexo. •- ¡Victoria, Victoria! Me fascinas, eres una diosa, divinamente creada. Sus dedos se sumieron más en mí, llegando al mástil de mis deseos, al pequeño soldado firme de mi clítoris, que ardiente respondía las caricias sutiles de sus dedos. De mis labios un gemido se escapó. •- ¡No sigas, Franco! - Me retorcí fuertemente, pero fue inútil, me sujetaba bien, pese a que cerraba los ojos extasiado, me tenía firme. - ¡Eres un bárbaro! Bajó la prenda para descubrir mi sexo, ésta cayó hasta la mitad mis muslos. Ya no sólo estaba húmeda, el flujo corría por mis piernas, ardiente, desnudando mi deseo por él. •- ¡Suéltame! - chillé, pero fui ignorada. Ya no sabía si quería ser escuchada, presa de mis deseos carnales, presa de los estímulos de aquél, ya no sabía nada, pero aún gritaba y amenazaba como podía. •- ¡Aahh! - gemí sin más. Franco limpió con su lengua el flujo de mis piernas, subiendo con besos y lamidas hasta el pubis inflamado y que ardía en calor. Comenzó a lamer entre mis labios, abriéndose paso, con su mano separó más mis piernas y logró llegar hasta donde quería, rodeó con sus labios mi pequeño soldado y lo apretó. Yo aullé al sentirlo, no se inmuto, siguió motivado, chupando con pasión mi clítoris, lamiendo las mieles que fluían de mí, en movimientos circulares, verticales, horizontales, en toda dirección, se saciaba de mí, de mí ser, de mi sexo embrutecido por el deseo. Contuve la respiración y mordí mis labios fuertemente, me estremecí, mis uñas se clavaron en la pared, me sentía arder, consumida por un fuego ajeno, por la pasión, por la lujuria, me desconocí totalmente. •- ¡Yaaaaaa! - grité, sin saber por qué gritaba, sin saber si era para que se detuviera o era porque el clímax llegaba. Mi cuerpo se retorció, los espasmos llegaban uno tras otro. Franco motivado, lo hacía más rápido. Pegué el rostro a la pared y rasgué la pintura con las uñas. No soportaba más, estaba a punto de estallar y empapar su rostro. Él encajó sus uñas en mi vientre y se impulsó para chupar con fuerza. •- ¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhh! - grité eufórica echando el cuerpo hacía atrás, convulsionando. Mis fluidos chorrearon sobre su rostro, y él bebía cada gota de mí, saboreando, sin dejar de mover la lengua y los labios. Sentí morir. Mi cuerpo agonizaba deliciosamente, extasiado. Mi grito llenó la habitación, el vampiro se alocó tremendamente, me giró ágilmente y destruyó el resto de mi ropa, dejando a su merced unos senos endurecidos, y brillantes por el sudor de mi pasión. •- ¡Para yaaa! - supliqué. Su boca devoraba mis senos, alternadamente, chupaba y mordía mis pezones, mientras sus dedos me masturbaban aun. Parecía fuera de sí, presa de su excitación, de su lujuria, casi animal. Se despojó de sus ropas de inmediato. Y al besarme con tanta pasión sentí su virilidad endurecida posada en mi vientre. Palpitaba, ardía. Su sexo imponente, me excitaba más, lo quería para mí, en mí, en mis adentros. Mis labios sangraban por mis mordidas anteriores, él saboreo mi sangre tibia. Mordí los suyos, jalé su lengua, la chupé, no sabía de mí, no era yo quien se entregaba a ese ser, era alguien que no conocía. Entonces me miró, con el fuego en sus ojos, su respiración agitada y su tez morena, bañada en sudor. •- Mírame y... dime si quieres... que te deje...Te juro que lo haré. - dijo con voz entre cortada. Su rostro suplicaba mi comprensión. No dije nada, aún sus palabras me quemaban y aferré sus labios con mis dientes, clavé las uñas en su espalda y lo atraje a mí. Sujetó mis piernas y las separó sin resistencia. •- ¡Ahh! - solté un gemido corto al sentir su miembro firme entrar en mi vagina. Mordió mis hombros y yo solté un gritó. Aprovechó eso y dejo entrar profundamente su sexo. Yo grité más y desgarré su espalda. Él aulló del dolor y aferrándome por las nalgas comenzó a moverse, sus embestidas me hacían gemir de placer, aullar, gritar, mordí su cuello, sus hombros, sus labios, elevé las piernas hasta su cintura y comencé a mover las caderas a su ritmo. Sus penetraciones profundas me hacían enloquecer, mi sexo chorreaba de placer, y él se movía con euforia, una y otra y otra vez. La pared era nuestra cama, nuestro nido de pasión. •- ¡Victoriaaaaaaa!- gritó estremeciéndose. Era un dios haciendo el amor de esa manera. Lo empujé suavemente y comprendió, se dejó caer en el suelo, teniéndome sobre él, a mi antojo, al servicio de mis caprichos, para mí. Cerró los ojos cuando sintió mi boca sobre su sexo, mi lengua embrutecida por el calor, cubría de saliva su cuerpo, mis labios besaban todo de él, y comencé a chupar con frenesí su mazo adorado, jalé fuerte y él vibró, chupé, jalé, mordí suavemente, mi boca se saciaba con el sabor de su pene endurecido para mí y por mí •- ¡Aahhhh! ¡Eres divina, amor! - dijo excitado. No pude esperar más, quería tenerlo dentro nuevamente. Sin más espera me monté en él, y cabalgué rápidamente sobre su sexo. Mis caderas alocadas se movían, cada vez más y más duro. Gemí con él, grité, aullé, clavé mis uñas en su pecho para impulsarme. Comenzó a convulsionar y yo con él. •- ¡Victoria, Victoriaaaa! - grito mientras se agitaba. Su pene palpitaba dentro de mí, me retorcí igual, ya no podía más, ni él tampoco. Ambos comenzamos a temblar terriblemente, pero no paré, no paré hasta que mi sexo se corría de nuevo y hasta que él dejo salir su elixir bendito dentro de mí al mismo tiempo que se agitaba y gritaba un sonoro "Te amo". Tumbada a su lado, con sus brazos rodeándome, vi como el cielo se iluminaba por el sol. Aun jadeaba, y él resoplaba fuertemente, completamente extasiado. Acariciaba mi piel. Yo dibujaba con mis dedos sobre su pecho. Lo sentí sonreír y lo escuché suspirar. No parecía el mismo de hace unas horas. No parecía aquél que intimidaba y me hacía perder los estribos y amenazarle. Parecía otro, alguien dulce, enamorado, entregado a mí, sereno. Y sin duda yo no era la misma, aquella fierecilla rebelde que le insultaba, que se sentía sometida por él, ultrajada por sus manos y sus besos. Ahora era su esclava, su dueña, su hembra, un ser hechizado por sus ojos, por sus labios, por su forma de amar. Éramos dos desconocidos que justo ahora comenzaban a presentarse con el otro, dos, que después de hacer el amor, desnudaban su alma, o lo que fuera que tuviéramos, para que el otro la contemplase a su placer. Éramos uno, enlazados por un deseo pasional y salvaje y un amor sutil, inigualable, que fortalecían nuestro lazo. •- No te vayas de mí, jamás - su boca habló. •- Jamás parece poco tiempo para el que tengo pensado quedarme contigo - dije. •- Te amo, Victoria - susurro -. Te amo desde el día que te conocí. •- Te amo igual, Franco - confesé -.Desde mucho antes que yo lo descubriera. •- Eso, ¿qué significa? - sonrió •- Significa que te amo de toda la vida. •- Cásate conmigo. •- ¿Los inmortales pueden casarse? - bromeé •- Para nuestra raza nada es imposible - vaciló. Suspiró y se levantó para mirarme a los ojos. - En serio. Cásate conmigo, y démosle a ese bebé que esperas una familia. - Abrí los ojos sorprendida, él adivino mi pensamiento. - Tú lo sabes también, Victoria, sabes que un ser crecerá dentro de ti, después de hoy. •- Pero... ¿cómo? - dije. Él levantó la mirada e hizo un además con las manos. •- Veras, está una flor y una abeja... - comenzó. Me eche a reír estruendosamente. •- Te amo - le dije •- También te amo, mi vida. Me besó dulcemente por unos segundos y se detuvo para mirarme de nuevo. •- Entonces... - dijo esperando mi respuesta •- ¿Una familia? - enfaticé - No suena nada mal, amor. Uní mis labios a los suyos y con el sol como testigo, me entregué nuevamente a los deseos de su amor. Esperen las partes que siguen...espero sus comentarios
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