UNA SIMPLE AMARGURA
Publicado en Jan 17, 2010
Era siempre igual. Todas las tardes a las cinco llegaba ella con su melancólica presencia, su bolso estilo hippie, su jean desgastado, su franela blanca, una bufanda que jugaba a veces en su cuello como una serpiente, o abrazada como un koala a su diminuta cintura o simplemente atando sus cabellos de rizos verdes o morados según la luz de aquellas tantas tardes que pasaba en el cafetín mientras con mirada de lejanía observaba absorta las olas del mar romper en la empedrada de la bahía.
La primera vez que la vi quede hechizado por la fuerza brutal de aquel ser que parecía fantástico a pesar de que su fisionomía y su aspecto era muy común, pero había algo en aquella chica que me cautivo sorprendentemente, quizás su caminar lento y cadencioso que parecía que flotaba, que caminara en las nubes, o tal vez sus manos de artista que dibuja aves y mariposas cuando acariciaba sus cabellos o pudo ser el color extraño de sus ojos que nunca pude definir, si eran azules o verdes, almendrados o negros. Su voz aunque con sinceridad una sola vez la oí, parecía de sirena, encanto mis oídos y desde entonces todo sonido me pareció fútil y vulgar. Recuerdo que cuando entro al cafetín y se sentó en la mesita solitaria del rincón más alejado y donde su mirada pudiera alcanzar la lucha marina con las rocas, corrí para atender su pedido y salió de aquella boca de coral en casi un suspiro: - Un café - Así pasaron casi cinco años, ella llegando como siempre a la misma hora, con su misteriosa conducta de Penélope postmoderna y yo enamorado de su forma, su estilo, su encantador hermetismo, su arcano proceder. Yo como un Tristán vuelto loco, solo le llevaba su café y esperaba solícito y afanoso su partida y probaba de su taza sus labios que quedaban marcados en la fina porcelana. Una tarde no llego, llevaba media hora retrasada de su habitual ceremonia, atrapado en la locura de no verla, salí a la calle para ver si estaba cerca... a lo lejos en la empedrada de la bahía un remolino de gente observaba mientras la policía trataba de controlar aquella situación que desconocía pero que mi corazón presentía que era lo peor. Corrí hasta la barranca y me lleve por delante a varias personas y algunos policías quisieron detenerme, pero mi fuerza fue mayor... quede petrificado cuando vi su cuerpo de niña desnudo tirado en las rocas mientras las fuertes olas lavaban su piel ensangrentada, baje como pude, y me quite la camisa y tape su cuerpo, la tome entre mis brazos y la subí hasta una ambulancia que nos llevo hasta el hospital, pero ya todo era en vano, ya había muerto. Su funeral fue tan triste como su vida, solo yo que me hice cargo desde un principio de todo los arreglos funerarios, nunca apareció un familiar, un amigo, solo me tenia a mi, que no sabia nada de ella, solo que a las cinco venia al cafetín a tomarse un café. Ahora todas las tarde a la misma hora, salgo de mi negocio y me dirijo a la barranca llevando una rosa de rojo coral entre las manos y al final del crepúsculo la tiro al mar y veo como las olas se llevan a mi rosa que tanto me acuerda sus labios y oigo con tristeza la mar, la brisa marina que me invita a tirarme allí donde su cuerpo falleció, y regreso con una simple amargura a mi sombrio cafetín con un reproche clavado en mi corazón del porque no tuve la valentía de declararle mi profundo amor.
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Felix Antonio Esteves Fuenmayor
letra
beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee eeeeeeeeeeeeeeeesos letra
alma