Eros: Una pasin inmortal...Parte 2
Publicado en Jan 17, 2010
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Suspiraba constantemente aun con los ojos cerrados, puedo apostar que soñaba, su semblante proyectaba paz, satisfacción. Dormía. La cama que antes ignoramos fue usada una o dos, quizá tres, veces como testigo del amor antes de abrazarnos para dormir. El manto rojo que rodeaba la cama, suave, se contoneaba con la brisa. Las sábanas blancas y la cobija sangre, cubrían celosamente nuestros cuerpos. El fuego en la chimenea se ahogó y sólo un ligero humo burbujeaba, todo era paz. El sonido de su respiración enamoraba mi oído.
 
Me enderecé, con mis pechos en plena libertad, el cabello suspendido sobre mis hombros, la boca y los labios secos, un tanto mareada por un tremendo desborde de lujuria pasada, mi piel se sentía extraña por los restos de humedad, mis piernas aún temblaban, y qué decir de mi sexo, bañado en flujo mío y de él, satisfecho, palpitando aún al recordar las embestidas de aquel hombre que descansaba a mi lado. Lo miré en silencio, sonriendo a ratos, suspirando, ¿qué hacía yo con aquél?, me pregunté, y sólo lograba sonreír. Acaricié su pecho, desnudo, con cautela, sin despertarlo y pronuncié algo, inaudible, in entendible aún para mí, pues no lo recuerdo. Busqué con la mirada mis ropas, o lo que quedaba de ellas, mejor dicho. Resoplé al darme cuenta de que sería imposible salir con aquella ropa rasgada, no había más, sus ropas, ni pensarlo, me vería ridícula en ropas masculinas. ¿Qué hace una mujer cuando su ropa ha sido destruida en manos de la pasión? Cogí una sábana y la enrollé en mi cuerpo, no pregunten por qué, suena estúpido cubrir mi cuerpo cuando ha sido visto, besado, lamido, mordido, por aquél que me acompañaba en la habitación, pero así lo hice, más por maña que por gusto. Me levanté y anduve en busca de algo que pudiera usar, aunque a decir verdad, me sentía más cómoda como estaba, sin nada, sólo mi piel cubriendo mis huesos, sólo la humedad rezagada haciéndome fiesta, nada más.
 
La habitación contigua, era similar en color y textura, pero más pequeña, sin camas, ni chimenea, sólo un par de sillones, color negro, que posaban frente a la enorme ventada abierta, una mesa de centro, con un florero sobre él un tanto, deprimente, dos cuadros colgaban de la pared, un enorme espejo al interior, a lado un armario de caoba se erguía imponente, su aroma a madera incitaba mis pensamientos. Me paré frente al espejo, me miré, no parecía yo, no era yo, era alguien más. Sí, las historias que involucran Vampiros y espejos, no son real. Mi reflejo se ve nítido, tal cual es, el cabello oscuro, ondulado, los enormes ojos negros, la tez morena, aunque más bien ya se notaba pálida, toda una silueta cubierta por una sábana de seda blanca. Después de varios o muchos minutos frente al espejo, contemplándome y riendo tontamente, volví la mirada al armario, lo toqué con cuidado extremo, me dejé deleitar por su suavidad, por su aroma, las formas de su cuerpo eran alucinantes. En su interior un bello vestido colgaba, sus colores azules llevaban al delirio, azul profundo, fuerte, metálico, acabados en negro, precioso, diría, aunque no era de mi preferencia, no había más. Sin pensar me lo calcé, quedó a la perfección, delineando mis formas, como si hubiese sido comprado para mí, no me preocupó no llevar nada abajo, no me era necesario, sólo quería partir de ahí, recogí mi cabello y de nuevo me contemplé al espejo. Ahora que lo pienso la vanidad es mi característica principal, y una de mis favoritas. Me complació lo que ví y regresé a donde aquel hombre, dejé una nota en la almohada, suspiré y salí por la ventana. La fuga perfecta. ¿Se considera fuga al acto donde uno no quiere escapar? Me reí, el viento golpeaba dulcemente mi rostro iluminado, acariciaba mi piel, me llenaba de euforia, a dónde iré ahora, es demasiado tarde para ir a casa y demasiado temprano para vagar en la ciudad. Me sentía loca, motivada, alucinada, quería gritar y así lo hice, pero no fue suficiente, necesitaba más, emociones fuertes, intensas, algo que me hiciera descargar tanto que guardaba en mí. Me detuve sobre una pequeña casa gris, su techo estaba limpio, me detuve por el pensamiento que me golpeó, "Uriel", pensé. Qué mejor que tus amigos en estos momentos, que mejor que ellos para desahogar tu locura. Así lo hice, corrí con cautela y velocidad hasta donde él se hallaba. Ese lugar donde íbamos, solos o acompañados a pensar, a cuestionar, a liberar un poco la tensión que nuestra raza, de manera independiente, nos causaba.
 
El hombre lobo observaba, sentado sobre rocas, el firmamento, las estrellas aún decoraban un cielo negro que amenazaba con irse pronto, dando paso al insistente Sol. Su mirada estaba fija en una estrella, parecía concentrado, afligido, resignado, cual mortal, diría quien no lo conociese, pero yo lo conocía, desde hace mucho, sabía de él. Su tez morena chocolate, brillaba aun en la oscuridad, su pelo negro lacio sujetado en una cola, caía en su espalda, era fornido, sus ojos profundos como el mar, negros, intensos y sus labios gruesos que dejaban ver unos blancos dientes cuando sonreían. Era un hombre lobo singular, no como los demás de su manada.
 
•-          Tardaste mucho, vampirita - dijo sin voltear-. Comenzaba a enloquecer sin tu presencia.
•-          ¿Por qué a todos les gusta hacerme responsable de su locura?- dije sentándome a su lado. Él soltó tremenda carcajada que callo el viento.
•-          Será que eres antojable para molestar. - Dijo divertido y le golpeé el hombro izquierdo. - En serio, no sabía que todos hacían eso.
•-          Pues lo hacen. - Dije y de pronto un suspiro se escapó de mí, profundo y largo. Sonreí.
•-          ¡Wooow! ¿Eso qué fue? - dijo mirándome
•-          Eso, se llama suspiro - dije y arrojé una pequeña piedra lejos. Él me miró haciendo un gesto burlón. - ¿Qué? Así se llama...
•-          Ya sé que así se llama - me interrumpió -, pero a qué se debe, te noto rara, no sé. ¿Algo paso? - Reí. - Dime - insistió.
•-          ¿Por qué crees que traigo algo?
•-          Porque de no ser así no estarías aquí, a estas horas. Andarías parloteando por ahí, en la ciudad. Y lo sabes - dijo.
Sonreí más.
•-          En eso tienes razón - dije sonriendo.
•-          Entonces dime, ¿qué paso? - suplicó.
•-          Pues...- aventuré.
•-          ¿Sí?
•-          Eres un curioso - solté una carcajada.
•-          Sí, lo soy y mueres por decirme - hizo una pausa -. Ese vestido no es tuyo, ¿dónde lo conseguiste?
•-          Lo robé - bromeé. Él se rió
•-          Sí claro, no lo dudaría, pero sé que no es así. ¿De quién es?
•-          De alguien. - Me miraba atento. - De un chico. - Se sorprendió. - ¡Nooo! No lo usa, lo compró para mí - corregí.
•-          Y como ¿por qué? - quiso saber.
•-          ¡Ufaa! - resoplé - ¿Recuerdas a Franco?
•-          No
•-          Franco. Un vampiro, presuntuoso...
•-          No - me interrumpió, de nuevo -, digo si sé quién es, me refiero a que, ¡¿estuviste con él?!
 
Sus ojos se abrieron aún más, curiosos, sorprendidos. Se volvió hacia mí, mirándome de frente. Yo agaché la mirada sonriendo.
 
•-          ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿Estás bien? Espero no te haya lastimado ese chupasangre. De ser así... - comenzó a decir.
•-          ¡Para! - lo detuve. - No te alteres. Estoy bien, muy bien, para ser exacta. Y no es un chupasangre. - Me miró atónito, confundido. - ¡No me mires así! - Abrió la boca. - ¡Ash! Fue...bello...loco...excitante.
•-          ¡Espera! Alto. Alto - se puso en pie, agitaba las manos con entusiasmo y se tomaba el rostro. - ¡¡Estás enamorada!! - gritó eufórico. - ¡Eso es increíble! Es... ¡Bárbaro!
•-          Lo sé, ni yo misma lo creo - pausé mi voz. - Le amo.
•-          Me mataste. Vico, eso es... ¡ufff...! - Me eché a reír estruendosamente. - Lo digo en serio, Vic. Digo, no me agrada mucho él, pero verte así es fascinante.
•-          Yo sé. ¿Sabes?, estoy embarazada. - Se calló de golpe y se quedó congelado.
•-          ¿Qué? - dijo y se acercó a mí. Me levantó y me tomó por los brazos - ¿Es en serio? - Asentí con la cabeza y mordí mi labio. - ¡Woooooooow! - gritó levantándome en sus brazos y giró, giró y giró, eufórico.
•-          ¡Bájame, loco! Vomitaré.
•-          Lo siento, lo siento... - me abrazó - Eso es magnifico Vic.
•-          Pero... - dudé.
•-          ¿Pero? - dijo mirándome de nuevo -. ¿Qué pasa?
•-          Tengo miedo - resoplé.
•-          ¿Miedo? ¿A qué?
•-          A que no sea verdad, no sé...me pidió que me casará con él. - Su quijada cayó.
•-          ¿En serio? - inquirió y yo asentí. - ¿Qué dijiste?
•-          Que sí - sentí como si me ruborizara, aunque no sé si eso es posible.
•-          Él es un Vampiro - dijo con seriedad.
•-          Lo sé.
•-          Eso significa que ya no odias tu raza.
•-          A él no.
•-          ¿Dejarías todo por él?
•-          Hasta mi inmortalidad.
•-          Entonces no temas y ámalo - dijo animándome. Me frotó el cabello y lo miré sorprendida. - ¡Cállate! Ni yo mismo me reconozco defendiéndolo a él. - Su expresión me hizo reír. - Pero si te hace feliz, no me importa lo que sea.
•-          Te quiero - dije
•-          Lo sé.
•-          Debo irme.
•-          También lo sé - presumió.
•-          ¿Hay algo que no sepas? 
•-          ¡Hummm! - pensó.
•-          Presumido - dije golpeando su brazo.
•-          Ya vete - dijo y me sonrió.
 
Caminé por las calles de la ciudad. La claridad comenzaba a hacerse presente. Los mortales iniciaban sus rituales diarios en el mercado estatal. Se escuchaban susurros en el interior de las casas, susurros que para mí eran palabras claras. Caminé varios minutos y me detuve en el centro de la ciudad, cerca de la enorme fuente que, sin espera alguna, dejaba el agua brotar en bellas formas que me fascinaban. Suspiré. Sin pensarlo, posé una mano en mi vientre y lo froté, con dulzura, con amor.
 
•-          Mi amor - comencé en voz alta -, dime qué he de hacer. Tu padre es parte de una raza que no me tiene tan contenta. Yo lo soy también. Y tú, tú, mi nena hermosa, también lo serás. Una historia llena de muertes, dolor y martirio nos precede. Seres, criaturas inmortales que han sido crueles con quien sea, que han destruido familias, matado niños, abuelos, de todo, comparten nuestra raza. Mi niña - abracé mi vientre -, ¿quién es más bestia que aquellos que matan a placer? ¿Quién es más salvaje, más cruel? Sólo aquellos que se sienten invencibles, y aunque lo sean, no tienen derecho de decidir sobre los demás. Son mortales, dicen, simples mortales, comida, así es su naturaleza. No es así, mi amor, aún no te miro frente a mí, y ya te amo, y tengo miedo a que vivas en un mundo así. Si bien es cierto que yo te protegeré y te enseñaré lo poco que sé, también sé que él, tu padre te cuidará como a nadie, más no sé si él te enseñe lo que yo anhelo, él tiene más metido en la sangre el instinto asesino, que yo. Pero le amo, mi vida. Le amo tanto, que quiero, anhelo, deseo estar por siempre  con él. Dime, mi niña, hija mía, qué debo hacer.
 
Me tumbé en el filo de la fuente y cerré los ojos en busca de esa respuesta, me sumergí en mí.
 
•-          ¿Siempre huyes así? - Su voz me estremeció e hizo mi corazón latir de alegría. No abrí los ojos, no me moví. - Sabía, cuando lo ví, que ese vestido te quedaría perfecto - se aproximó y se sentó junto a mis pies - "La noche es loca por naturaleza. La noche contigo, lo es más, tanto que quedarme hará que me sumerja en un mar de confusiones. Sin embargo no huyo, si quieres me hallarás, porque no me ocultaré de ti, si quieres me verás, pues seré visible para ti, pero por ahora no. Saldré a tomar aire, a centrarme en la realidad de afuera. Victoria". Eso, mi amada, más que una nota es una carta. - Sonreí. - Eres tan hermosa, siempre, radiante ante todo.
•-          Gracias por el vestido - dije al fin -. Aunque aún me debes un juego de ropa interior - sonreí. Me miró en silencio.
•-          Entonces... - dijo mientras su mano comenzaba a subir por debajo de mi falda, acariciando mis piernas - Estás...deliciosa. - Retuve el aliento y mordí mi labio. Su mano subió más - ¡Oh Victoria!
•-          ¿Sabes? - dije levantándome -, me casaré contigo.
•-          Eso ya lo sabía, mi amor.
•-          Pero yo no totalmente.
•-          ¿Ah no? - inquirió.
•-          No, pero ya lo sé... - dije y lo besé apasionadamente. - Me casaré contigo.
•-          ¡Hey! ¿Qué es ese olor? - dijo arrugando la nariz. Yo abrí los ojos sorprendida confundida. - Huele a...perro.
•-          ¿Qué?
•-          Debe haber un lobito cerca. ¡Mal paridos! - dijo y mordí mis labios. - ¡Pulgosos, peludos, hocicones!
•-          Hablas terrible de ellos y supongo que ni siquiera los conoces - dije y me puse seria.
•-          Ni quiero conocerlos, no hay necesidad de conocerlos para saber lo que son.
•-          Eres prejuicioso.
•-          No, sólo digo la verdad, mi amor.
•-          Eres soberbio, Franco.
•-          Puede ser. Pero eso no quita lo que ellos son - dijo mirándome.
•-          Y lo que somos nosotros, ¿qué? - me sentí indignada.
•-          Somos la mejor raza en este mundo, somos invencibles.
•-          ¡Arggg! - gruñí.
•-          ¿Qué pasa, amor?
•-          Nada. No pasa nada.
•-          Dime, anda - insistió.
•-          Debo irme, tengo reunión con el clan en un rato.
•-          Vic - me tomo en sus brazos -. ¿Todo está bien?
•-          Sí. Tranquilo. Debe ser el embarazo que me pone, como loca. - Él rió. - En serio.
•-          ¿Culpas a mi bebé por eso? - dijo sonriendo.
•-          Te amo.
•-          Y yo a ti mi amor - dijo abrazándome y me besó.
•-          Te amo tanto.
•-          Lo sé.
 
Él tomo su camino rumbo a las montañas, su lugar preferido después de cualquiera donde estuviese yo. Y yo rumbo a mi hogar, si así se puede llamar, sumergida en cientos de pensamientos que englobaban a los vampiros y a los hombres lobo, mostrándome imágenes de una lucha interminable donde yo, como siempre, estaba en medio de ambos, sin saber qué hacer, sin saber qué pensar, sólo cerrando los ojos para no ver la sangre derramada por ellos.
 
 
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Descripción

Qu pasa cuando el amor se ve obstaculizado por fuentes externas?

Palabras Clave: amor pasin deseo erotismo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Jessica Escamilla Ibarra

Derechos de Autor: Vampi


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