EL CONTADOR DE ESTRELLAS
Publicado en Jan 18, 2010
Se puso a contar las estrellas porque sabía muy en el fondo que eran infinitas y eternas
uno
dos
tres
pensó quizás que esto le alargaría la vida que le haría olvidar su pesar y miedo
cuatro
cinco
cerro un poco los ojos como tratando de aumentar su capacidad de visión como enfocando aquellas estrellas diminutas y juguetonas que querían escapar de aquellos ojos escrutadores
seis
seis años apenas tenía cuando aquél primer silencio a su alma llegó y más nunca lo abandono la primera pérdida recordó el llanto de los demás de su abuela y sus tías maternas a su padre sentado en el sillón con las manos puestas en la cabeza como tratando de triturársela y aquel manto blanco cubriendo el cuerpo de su madre que la veía a través de la ventana llena de cortinas traslúcidas por los años y como aquella señora vestida de negro que nunca había visto en su vida ayudo a colocar el cuerpo en la ambulancia y volteando y mirándolo fijamente a los ojos y sin decir una palabra solo con el gesto de su pálido rostro le dio a entender que no se preocupara ella estaba allí para cuidarlo no lo abandonaría desde ahora serían amigos hermanos madre e hijo serían uno solo
siete
ocho
nueve
nueve veces trabajaron en solida comunión en su casa primero su padre alcoholizado por el remordimiento y la culpa de haber hecho infeliz a aquel ser amado y que se fue sin darle el perdón que él se esperaba pasaba los días y las noches llenando la barriga y la conciencia primero del buen escocés que dejo guardado el abuelo después el licor barato que le proporcionaba su incondicional amigo y capataz de la hacienda que aprovechaba así de vengarse de aquel muchacho fino y mandón que le hizo muchas veces el desprecio la ignorancia y el desplante porque no eran de la misma clase
diez
once
once gotas bastaron de aquel liquido espeso y rojizo como almíbar lleno la copa cruzo la estancia oscura y coloco el licor sobre la mesita que estaba al frente de su padre le invito a beber queriéndole aplacar aquella sed de absolución e indulto que reflejaban sus muy tempranas arrugas bebió y ella con su mano de pergamino blanco le apretó con fuerza la garganta y con la otra le cerró los exorbitantes ojos
doce
trece
catorce
quince
dieciséis
semanas pasaron para que fueran cayendo poco a poco cada ser de aquella casa las dos tías en un accidente fatal muriendo aferradas una a la otra como vinieron al mundo en ese incendio voraz de la pequeña casa de muñecas que el abuelo les había construido muy atrás en el patio y aunque ellas ya no jugaban en ella era un ritual todos los domingos tomar el té después del rosario en su pequeña salita recordar viejos momentos y a resignarse bajo el manto infantil de aquel inmenso juguete que nunca serían amadas ni queridas como lo desea toda mujer ese domingo soleado después de haber escuchado el litúrgico rezo y el concebido sermón diario de las tías las ayudo a preparar el té poner en la bandejita de plata las masitas dulces y colocar sobre la mesita el inmaculado mantel la tetera las tazas las velitas pero esa tarde no ardieron los cirios él se encargo de eso
diecisiete
dieciocho
diecinueve
veinte
veintiuno
veintidós
veintitrés
veinticuatro
veinticinco
veinticinco años llevaba el capataz trabajando para la familia cuando repentinamente cayó del caballo y se partió la nuca teniendo como testigo del fatal accidente solamente al niño de la casa arropado con un manto negro
veintiséis
veintisiete
veintiocho
veintinueve
treinta
treinta claveles de sangre le llevaron a la tumba a María la fiel cocinera
y así como se cuentan las estrellas
treinta y uno
treinta y dos
treinta y tres
fueron cayendo las almas
que habitaban la casa
treinta y cuatro
treinta y cinco
treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
cuarenta
cuarenta y cinco
cuarenta y seis
cincuenta
cincuenta puntos llevaba la abuela tejiendo cuando le sorprendió por detrás el dulce nieto y cincuenta pasos estaba él junto a su amiga del vaso de agua de las pastillas que le salvarían la vida a la moribunda que suplicaba ayuda
sesenta
sesenta y cuatro
sesenta y ocho ¿setenta?
ya no puede llevar la cuenta
¿ochenta? ¿noventa? ¿cien? lo arropo con su vestido y lo estrecho contra su pecho
¿ciento tres? ¿será aquella una estrella?
si
le beso la frente
todavía quedan estrellas
le vinieron cientos de recuerdos
miles reminiscencias
como miles de estrellas hay en el cielo
cerró los ojos y no pudo contar más
solo se quedo ella mirando el infinito cosmos con el gélido cuerpo en su regazo y colocando la última estrella sobre el oscuro firmamento.
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Niza Moreno
a aquellas personas que nos dejan en el camino sonrisas y abrazos para ti .
Saludos : Vero...
Felix Antonio Esteves Fuenmayor
Sachy
UN ABRAZO Y MIS ESTRELLAS.
SACHY
Felix Antonio Esteves Fuenmayor
haydee
También miro al cielo cuando alguien de mi entorno deja este barrio. Pretendo, con pasmosa ingenuidad, ubicarlo entre la infinidad de estrellas. Mientras la razón, pragmática y admonitoria, me niega hasta la mínima posibilidad.
Un Gran Abrazo