Toda terraza era torre de guerra,
el abismo de abajo era envidia profunda,
por la hermana mas linda,
por la piedra mas grande del feliz
continente que habitamos armados,
por los cuatro costados de la misma
paciencia.
Junto al musgo escondida la furia
del viento,
resbalones marcando veredas
como yerra que hicimos nuestra
en el silencio,
en cada siesta donde advertimos que
había vecinas con mas amigos que los del barrio
eran sus guerras, eran sus gritos
sus clandestinos ritos,
que el tiempo vino a cobrarse un día,
partida doble, sangre enemiga y
la policía y Don Jacinto, pinchapelotas,
tanguero extinto,
vengando honores que nadie cuenta,
purgando carcel con su osamenta
y la terraza torre de guerra huele a derrumbe
vil amenaza, diez herederos, diez abogados
ya no es la infancia lo que amenaza.