La noche se lleno de grandes promesas, la luna estaba en su gran plenitud, las estrellas parecían más brillantes que nunca, y una orquesta tocaba una hermosa melodía que llegaba hasta la parte más recóndita del parque. Yo la llevaba de la mano, ella temblaba como una niña, entonces me quite mi cardigan y se lo puse para protegerla del frío, lo tenía todo calculado, esa noche la haría mía, probaría por fin ese fruto que tanto ella me negaba, pero por fin había cedido a mi pedido amoroso. Cuando estábamos ya solos, empecé a besar con pasión su cuello de cisne, su boca de rojo ciruelo, que me ofrecía con ternura y locura, mis manos inquietas empezaron a desnudar sus pechos de melocotones, tersos y suaves como toda su piel de niña, apenas hoy cumplía los dieciocho años, y era lo que estaba esperando poseerla sin la responsabilidad, ya era mayor de edad, pero según ella se estaba guardando para ese momento de amor, y eso me excitaba muchísimo, desflorar a una virgen... ser el primero de abrir aquel botón, de morder la fruta jugosa todavía colgando del árbol ... baje mi mano a sus pubis y sentí su sexo húmedo y tibio, me volví como loco, la tire en el pasto y con furia nos desvestimos, ella igualmente estaba entusiasmada y ahora su temblor era de emoción, le abrí las piernas e introduje mi miembro erguido en su corola y me di cuenta que todo era mentira, no era virgen, ella descubrió mi gesto de decepción y mientras la poseía me dijo con voz seductora, que era la primera vez que hacia eso... entonces me agarro fuertemente y me mordió el cuello...
Desde entonces no soporto la luz del día y vago todas las noches buscando víctimas para saciar no mi deseo sexual, sino para satisfacer mi hambre de sangre.