El rostro en el cielo
Los ojos perdidos
El tibio viento en las manos
Y la brisa subiendo
El carmesí dilatando pupilas
La vista en aguda fijación
Mil rostros en la imaginación
Un trozo de carne podrida
Olor a muerte vieja
Olor a hierba seca
Un suspiro; la chispa ilumina
Una grieta; un cuerpo en el fondo
Tres rostros en una cabeza
Tres cabezas sin rostro
Multitudes las miran
Sollozando en contemplación
En triste admiración
En discurso, cual apelación
-¡No estoy muerto!-
¡No soy un cadáver más que mirar!
¡mis ojos! ¿Dónde están mis ojos?-
Seis esferas ruedan más allá
Los círculos las parecen encerrar
Y los suspiros continúan
Tres segundos, se van a acabar
Parece ya no haber
Ni una braza más que aspirar.