Quiz no sea tarde
Publicado en Jan 23, 2010
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Ahora que he fallecido, que la desnudez de mi alma representa mi verdadera esencia, que mi cárcel abre las puertas para poder ver correr libres a las personas que yo amé os voy a contar una historia que durante años ha permanecido en el trastero pero que ha perseguido y perseguirá la memoria de una familia rota que no tuvo nada teniéndolo todo y que pasó frío aun haciendo calor. Ahora que callo para siempre, hablo y me entrego voluntario, como rehén afligido a la verdad de las mentiras.
Yo nunca he sido un padre, ni un abuelo, ni un marido ejemplar. Ni siquiera un amigo en quien confiar, ni un compañero en quien delegar. Y he creado monstruos. He quemado almas y he arruinado vidas. Aunque la sonrisa de mi rostro denotase felicidad al saludar por las mañanas a las vecinas que se cruzaban por mi camino. Aunque mi trabajo como asesor de uno de los políticos más relevantes de este país requiriese rigurosidad y seriedad. Aunque cada noche recitase palabras de alivio y ternura a mis hijos y más tarde a mi nieta. Aunque cada 15 de abril regalase flores a mi esposa por su cumpleaños y ésta haya sido la envidia de las amigas, por las joyas que adornaban sus manos y su cuello, cuello ahogado por la agresividad de mis deficiencias.

Sé que de nada ha servido brindarles la mejor educación a mis hijos, que de nada ha servido pagar las mejores vacaciones imaginadas, que nunca me agradecerán las ropas más caras, los manjares más exquisitos, las fiestas más sonadas. Los amigos de los amigos de mis hijos soñaron con un padre así, pero mis hijos no tuvieron que soñarme. Cada noche el monstruo que les visitaba sediento, perturbado, caliente, inconsciente y consciente excitado por una situación incontrolable, era la realidad de sus peores pesadillas.

He maltratado a mi mujer con el verbo hiriente de mis palabras afiladas, degollando, despiezando y descuartizando su mente abrumada. Callando su llanto con el miedo.

He pegado despiadado a la sirvienta cuando sus ojos se han clavado desafiantes sobre los míos cuestionando mi honor de hombre.

Pero cuando saludaba a los vecinos en el portal, cuando daba la propina al diligente camarero, cuando felicitaba a los colegas por su gran trabajo, cuando besaba a mi madre y la ayudaba a caminar, cuando acariciaba el rostro de la bella niña que salía en la foto de portada en la exitosa inauguración, era la mejor persona del mundo. Así me lo creía y así me lo hacían creer.
Siempre atento, siempre correcto, impecable en la forma, pero no en el fondo.
La sumisión que provocaba en los demás era mi bandera.

Oculto a la sociedad que me admira, he dejado el lastre de mis acciones verdaderas.
He dejado abandonado a su suerte a un hijo drogadicto que busca todavía su orientación sexual. Amable padre, reconocido en su trabajo, esposo fiel, se mira en el espejo y se asquea sólo de ver reflejada la imagen patética del que llora desconsolado cuando nadie le ve.
He dejado una hija insegura, depresiva, hundida, temerosa de su cuerpo con un marido que la ama pero obligado a abandonarla para poder salvarse del sucio sentimiento que inspira su mujer, pequeña, triste, sola.
He dejado una mujer vieja que siempre tiembla, que sonríe con una mirada vacía y que se recrimina una y otra vez por qué nunca, jamás, fue capaz de parar esos abusos. No sabe que el hilo invisible de mi ira la tenía maniatada a una silla de la que sólo se levantaba cuando yo quería, para dejarla fingir que era feliz ante la mirada ciega de quien nunca quiso ver.

Ahora que he fallecido, hoy que me han pegado un tiro, que me han hundido una bala justiciera en el pecho, que me han matado para salvarme sin saberlo, pensando que sólo salvaban la inocencia de mi nieta, a la que estuve a punto de anular también para siempre, veo desde lejos mi casa, mis posesiones, la sangre de mi sangre que no me añora, mi foto en el periódico manchada con la lágrima sincera del que no me conoce mientras lee incrédulo la noticia y siento por primera vez que vestí un disfraz equivocado.
Ahora quiero pasear mi alma desnuda y acariciar de verdad, con afecto, si es posible, el rostro de los que me odian intentando decirles, sin palabras, lo mucho que lo siento.

Quizás no sea tarde. Pero quizás es tarde.

© Noelia Terrón






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Foto del autor Noelia Terrn Torres
Textos Publicados: 29
Miembro desde: Jan 06, 2010
1 Comentarios 910 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Arrepentimiento y liberacin de un ser patolgico.

Palabras Clave: Maltrato tristeza muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

Felix Antonio Esteves Fuenmayor

Interesante relato de una expiación tardía. Me gusto.
Responder
January 23, 2010
 

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