Su corazón dejó de latir. [1]
Publicado en Jan 26, 2010
- Ella era feliz. ¿Cuándo comenzó a cambiar? Todavía me lo pregunto, ¿Qué le pasó, quién la hizo sufrir? Ella está… - No pudo acabar la frase.
- La gente es egoísta y vanidosa, cruel y desquiciada. Y las palabras, las palabras tienen la culpa - Acababa de terminar el verano, había que volver a clases otra vez. Este año cursaría: Segundo año de enseñanza media. Ahí estaba Candela. Y al otro extremo de ese espacio estaba Martín. - Aló, Candela, ¿estás ahí? – La profesora le llamó la atención. - Si, si, acá estoy – Dijo eso como si estuviese soñando, con un tono cursi con el cuál el salón completo despertó e hizo un sonido con su boca como el viento. Era como cuando cantas y estas en un tono bajo y luego subes y bajas otra vez. Roja como un tomate, ocultó su cara con ambas manos y se sumergió bajo la mesa. - ¿Algo que compartir, señorita? – Parecía querer humillarla. - ¡No!, nada… - - ¡Bien, entonces salga de ahí y mire al pizarrón! – Se volvió a sentar aún ocultándose el rostro, su compañera de lugar los comenzó a espantar a todos para que dejaran de reírse. - ¿Otra vez? – Preguntó la amiga. - Otra vez… - Respondió ella. - No entiendo, ¿qué le vez?, ¡es un engreído que no toma en cuenta ni a su madre! – Le habló bajito pero duro. - Es lindo, además una vez me invitó a salir…- Sus ojos brillaban. - ¡Tonta! Él le dice eso a todas y además solo…. - ¿Porqué tuvo que seguir hablando, porque no se calló? - ¿Además solo…? Ya hablaste, ahora termina. – Curiosa. - No, no, nada, sólo olvídalo – Se tapo la cara y se dio media vuelta. - ¡Maria Ignacia, habla ya o no te hablo por el resto del día! - Se estaba empezando a enojar. - No me hables, prefiero eso. – Estaba tan arrepentida de haber seguido hablando. - Vamos, dime, dime o te voy a perseguir todo el día, toda la semana, todo el mes si es necesario – - Esta bien, ¡él le dice eso a todas y además solo sale con porristas o cheerleader o como sea…! ahí está – Estaba enojada - wou, sabes eso es duro, pero… ¿sabes?, ¡gracias por la información! – Su amiga estaba tan confundida como ella misma. No quería decirlo porque Candela siempre conseguía lo que quería o al menos eso pensaba ella… Habían pasado ya tres días desde esa conversación, Candela fue a las pruebas, pretendía convertirse en porrista y nadie, absolutamente nadie iba a impedirlo. - Nombre – Preguntó una. - Candela – - Candela ¿Qué? – - Candela Foster – Silencio. La miraron de pies a cabeza. - ¿Cuánto pesas? - - No lo sé, ¿unos cincuenta y cinco kilogramos? – Respondió, tranquila y nerviosa a la vez. - Vuelve cuando estés pesando cuarenta y… ocho, ¿bien? – La chica la miró de pies a cabeza nuevamente, le dijo algo al oído a su amiga y ambas rieron. Llegó a su casa, se miró al espejo. ¿Realmente estaba tan pasadita de peso como decía aquellas chicas? ¿Depresión? Jamás en su vida le habían dicho que estaba gorda, le bajó el autoestima… Había sonreído toda su vida y ese día decidieron hacerla desaparecer. - Hija, ¿estás bien? – Preguntó su madre. - Si, si, ¿Qué te hace pensar que estoy mal?, estoy perfecta… - Comenzó a mover su comida con el tenedor. - Lo digo porque no has probado bocado alguno, siempre eres la primera en terminar…- Preocupación - Es que no tengo hambre… es solo eso, permiso. – Se levantó directo al baño. Examinó cada parte de su cuerpo, piernas, brazos, cara,…torso. - Ni siquiera tengo oblicuos… maldición. - Bajó la mirada. Teléfono. - Amiga ¿estás bien?, tu madre me llamó… - Sólo se escuchaba la respiración al otro lado del teléfono. -Voy para allá – No tardó ni siete minutos en llegar. La madre abrió la puerta. La miró preocupada y la dejó pasar. María Ignacia estaba, ya, más asustada. Habían pasado días, meses, años por la cabeza de Candela. - ¿Cande... estás ahí? – Llamó, pero ni el silencio se escuchó. - Si… - Una respuesta débil como su autoestima. - ¿Qué pasó? – Asustada. Silencio. Llanto. Abrazos. - ¿Estoy… ya sabes, pasadita? – Preguntó avergonzada. - Claro que no, tonta, ¡estás perfecta! – - Mientes – - No, no miento. Es la verdad. ¿Quién te metió esa absurda idea en la cabeza? – Reía - Las porristas – - Linda, esas chicas están raquíticas, tu estás normal, estas muy bien así. Además tienen que ser así para usar uniformes con los cuales parecen niñas de doce años. – Risas. - ¿Enserio? – Sonrió. - Vamos, ¡sabes que se ven patéticas!, arriba ese ánimo que mañana tenemos examen y no pienso reprobar. – Decidió estar sola un rato, caminó por los pasillos de la escuela. - Mira esa cintura por Dios. – No podía evitar pensarlo. Estaba obsesionada con el peso. - Y ese hombro, es tan delgado que se ve el hueso…- En su cabeza pasaban cinturas, piernas, brazos, hombros y rostros delgados y todos y cada uno de ellos los comparaba con los de ella. - Su brazo es tan delgado y el mio es solo… que asco, Candela, das asco – Se miraba y le daban ganas de vomitar. - Se metió el dedo a la boca y comenzó a hacerse arcadas. Vomitó. Pálida, parecía fantasma, su interior lloraba, imploraba desaparecer. - Gorda y vomitada, no podía estar mejor - Lloraba en silencio. Llegó a su casa. - Increíble. - ¿Qué está pasando? - Esta mañana pesaba cincuenta y dos y ahora peso ¡cincuenta y uno! - Por Dios. - Brillante, ¡tengo la formula! No es necesario hacer dieta o ejercicio. - Sonreía, reía como alguien que acaba de cometer un crimen sensacional. Así pasó el tiempo, vómitos, bajas de peso y amigas que no sabían. - Hace días que estás evitándome, ¿Qué pasa? ¿Y porqué llevas ropa holgada? - - Nada. Déjame sola. – - Pero Candela, ¿Qué esta pasando?, no contestas mis llamadas, ya no me saludas y peor aún, me dices que te deje sola cuando pareces un costal de huesos, ¡con ropa tamaño extra grande! Un momento, ¿no estarás…? – Bajó la mirada. Asintió con la cabeza gacha. - Por Dios, te dije que estabas bien, ¿En que estabas pensando?, ¡Tienes quince años! ¡Tienes tanta vida por delante!, por favor no sigas… - Silencio. - No puedo - Un sonido tan seco como el desierto de Atacama. Se marchó. - ¡Bien!, vete.- gritó – No olvides que puedes contar conmigo – Esto lo dijo en un tono bajo que solo ella pudo escuchar. - ¿Quién la necesita?, puedo lidiar con esto sola. ¿O no?, Dios… ¿Qué estoy haciendo?, debo dejarlo… - A estas alturas ella pesaba cuarenta y nueve kilogramos. - Pensándolo bien sólo me queda bajar ¡mil gramos y listo!, tengo que entrar a las porristas, ¡tengo qué! – ‘’Por favor no sigas’’ Llegó a soñar con esas palabras.
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Nayadeth Muoz
leticia salazar alba
JUAN CARLOS
Besos y todo el cariño..
Te queire mucho...Juan Carlos..
Edgar Omar Neyra
Saludos..Y un abrazo..
Tù amigo siempre fiel..El rockstar ajua!!
Edgar Omar Neyra
Corro y corro a ala segunda parte.
Besos..Te quiero mucho..Princesa Hippie..
Nayadeth Muoz
jaja :)
Eli
Nayadeth Muoz
letra
Nayadeth Muoz
Esta historia la hice en este verano, llevaba una hoja, y ayer logré completarla dando al fin seis hojas de historia.
Espero que les guste.
Un beso