El recuerdo de mis huellas
Publicado en Jan 28, 2010
Y ahí estaba yo, parada sobre la arena, con la mirada perdida rumbo a un mar que no sabia si tenía fin.
Comencé a caminar, mis huellas se marcaban por cada paso que yo daba. Las gaviotas, todas en parvada volaban encima de mi cabeza, y yo solo veía hace el mar. Cuando sentí su mano... tierna, delicada y pequeña sobre la mía, mis ojos se iluminaron... me abrazaba con un cariño que nunca antes había sentido, sus ojos reflejaban que me quería, que siempre quería estar a mi lado; acerco su rostro hacía mi oído, y con su penetrante y relajante voz me susurro -¡No me voy... me quedo contigo!- mi corazón sintió un gran alivio, ya no se sentía vacio, mis ojos se iluminaron como nunca antes había creído que lo haría; miré nuestras sombras teñidas bajo los rayos del sol... así quería estar siempre a su lado, pero seguí caminando y mis pies tocaron el mar azul, con eso basto para desboronar y poco a poco deshacer mis más profundos deseos de amor no correspondido, mi corazón se volvió a sentir vacio, pero bastaron unos cuantos segundos para llenarlo de tristezas y recuerdos acumulados con el tiempo, de sufrimiento, de dolor, de un grave dolor. Seguí caminando ya sin ver mis pies sobre la arena, ahora los acompañaba el agua; mi mirada perfilada hacia el mar; tanto anhelaba que llegara, me dijera -¡detente, no lo hagas!- pero nunca llegó. Camine, ahora ya me costaba más; el agua se había vuelto pesada...pero no me importo; con mis últimas fuerzas la ataque. Poco a poco entendiendo mis intenciones, se volvió tranquila... ya no la sentía pesada. Permitió el acceso. Primero el cuello, después la boca y poco a poco, fue cubriendo todo mi rostro, hasta que por fin... todo fue oscuridad. Me sentí más tranquila, ya no sentía dolor ni a mi alma la inundaban las tristezas.
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Ignacio Salinas