Genoma y feromonas: Desechos quirrgicos
Publicado en Jan 29, 2010
En el taxi, de regreso al departamento, se dio un diálogo por el que temí que, luego del raspaje, sus sentimientos hacia mí se hubiesen perdido para siempre entre desechos quirúrgicos. -nada va a ser igual, nunca más... -shhh... -Dios me va a castigar... ¿Existe ese dios que todo lo registra y, en silencio, castiga? ¿Es ese patriarca barbado, como de sacras historietas, que todo lo mira mientras altivo nos señala con el dedo y nos amenaza con infiernos póstumos? Si existe algún dios, es mujer; es una hilandera muda que jamás prohíbe sino que sanciona, en vida, nuestra libre estupidez. No hay puntada sin hilo, ni existe el talión: se pierden los ojos y los dientes, y listo. Recordaba sus brillos aún adolescentes, esos mismos que yo asesiné; ay, la recordaba abrazada a una de mis piernas y los raudales de su llanto sin consuelo me ungían la rodilla; recordaba haberle dicho necia, seca e insensiblemente, y para dar por terminada la cuestión, que yo aún "no estaba preparado para tener un hijo". Le contesté: -tranquila Isabel. Ya pasó. -no. Yo lo sé: Dios me va a castigar... nos va a castigar a los dos... -vos no hiciste nada ¿por qué te iría a castigar? -no tenemos perdón... Alcancé a ver, reflejado en el retrovisor, el interés del anonadado chofer por comprender de qué se trataba la discusión suscitada entre sus pasajeros. Temí que pudiésemos chocar. -Isabel, mi amor... por favor: en casa hablamos más tranquilos, ¿si, preciosa?-. Cuando quise rodear sus hombros con un abrazo, Ella se separó chistando, y yo sentí la vergüenza del macho al adivinar la mirada entrometida del taxista a través del espejo. Resoplé con bronca pero hice silencio, mirando por la ventanilla opuesta hacia la ciudad paralítica en la madrugada. -vos no lo querías... se te notaba en la mirada: te pusiste contento... nunca lo quisiste, nunca tuviste fe. -estas nerviosa... -¡no! Estoy muy calmada, el médico me dio un tranquilizante... y ahora lo veo todo claro: pudimos tenerlo todo, pudimos ser felices... ay, dios mío... y yo que lo quise perder para que vos supieras... para que te arrepintieras toda la vida... ¿qué clase de mujer soy?... me quiero morir... Su berrear me deshacía el corazón, cada una de sus palabras me hería de muerte a la vez que lamentaba mi absoluta incapacidad de soltar una sola puta lágrima; y el taxi se detenía, embotellado por el camión que con sus intermitentes guiñaba cítricas alertas y, con estridencias, sus fauces mecánicas compactaban la basura. -por favor, Isabel...- supliqué, acariciándole el sedoso parietal, en tanto Ella repetía absorta y tan maquinal como la compactadora de residuos: -me quiero morir, no tenemos perdón... me quiero morir.
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inocencio rex
Roberto Langella de Reyes Pea
inocencio rex
Roberto Langella de Reyes Pea
inocencio rex
elbi beatrz
inocencio rex
elbi beatrz
Inocencio mi apaluso eterno! Ah, conmovedor por como se poetencian las emociones de los personajes...
Estrellas en tu galaxia...besito enorme.
Elbi
inocencio rex