Una historia entre un milln
Publicado en Jan 30, 2010
El joven ejecutivo de treinta y siete años hace un gesto a su chófer y le ordena amablemente, como desde hace ya varias semanas, que en unos 20 minutos, aproximadamente, le espere en la parada de metro que hace esquina entre la Avenida Diagonal y Balmes. Mientras baja las escaleras del subterráneo, se peina el cabello con su mano derecha y se ajusta bien el cuello del abrigo largo. En la puerta del bar que despierta cada mañana a los soñolientos pasajeros con su sabor a café le espera su joven vecina de diecisiete años, con su coleta alta y sus tejanos ajustados, medio enseñando un tanguita rojo donde Hello Kitty es la mayor protagonista pues, a pesar del frío, su chaqueta es corta y muy ajustada.
Un matrimonio fracasado y unos meses perdido entre la desesperanza más absoluta para darse cuenta que el amor de su vida vive delante de su casa, es estudiante de ESO y cada mañana coge el metro para ir a las clases. Cuando se cruzan sus miradas, la dulce nenita sonríe y apaga su Mp3 para escuchar, a partir de ahora, sólo el murmullo de sus besos y se adelanta unos pasos para acercarse antes a ese hombre maduro al que ve cada día durante un trayecto de vaivenes y de roces y con el que quiere casarse una vez cumpla dieciocho años. El beso entre ambos es limpio y cálido. Él adora el sabor a fresa que perfuma la boca de su joven amada. Entrecruzan sus manos y se apresuran a coger el metro desafiando al resto de pasajeros que, ignorantes de su historia, entorpecen sus pasos y, de vez en cuando, les obligan a desenlazar las manos intensas. Nada les impide besarse con pasión durante el trayecto, apenas intercambian palabras, es su momento para el amor. Algunos compañeros de viaje disfrutan del espectáculo inocente de los dos enamorados y una envidia sana les hace que sonrían anhelando el momento en que ellos puedan disfrutar de situaciones parecidas. Otros, envidiosos, malhumorados por la gestión desagradable que les espera, o por la rutina más evidente, desaprueban con disgusto la naturalidad del encuentro entre dos personas que se aman. Analizan las vidas intentando entender como un hombre con la madurez que los rasgos de su cara denotan puede abusar y aprovecharse de una joven adicta a los descubrimientos amorosos y de todo tipo. Desaprueban el amor, olvidaron quizás el significado de esa palabra. Los pasajeros se renuevan en las diversas paradas que hace el metro. Nuevos ojos los juzgan, nuevas miradas ensucian esa pasión, nuevas almas les entienden. El obrero les envidia, al anciano del bastón le invade la nostalgia, la humilde mujer de la limpieza se sonroja, la abuela que acompaña a los nietos al colegio se indigna, el poeta se inspira, el soñador se despierta, el profesor de matemáticas relaja su mente, la camarera del hotel deja correr su imaginación, los compañeros de clase miran a otro lado mientras ríen, el bebé los observa embobado desde su carrito mientras la niñera añora los besos de su jefe, el loco recupera su cordura intentando hacerse notar con risitas nerviosas entrecortadas. El murmullo es evidente pero los dos enamorados son ajenos a todo. Sólo se ven a ellos, sólo se rozan ellos, sólo se huelen ellos. Sus alientos calientes se entremezclan y se encuentran. La última parada para que se separen hasta el día siguiente está por llegar en breve. Agarrados con sus dos manos se miran a la cara. Los labios rojos de la joven lo enloquecen pero se contiene. Le acaricia con cariño la cara intentando protegerla del último sprint que hará el tren antes de pararse y entonces se hablan intercambiando frases cortas. ¡Tienen tantos planes! Cuando pase el verano y ella vuelva de Londres, donde estará recluida durante tres meses aprendiendo inglés, ella habrá cumplido ya dieciocho años y podrán enfrentarse a la sociedad y desafiando a sus padres se casarán. Él seguirá trabajando duro para darle a su mujer todo lo mejor, ampliando sus empresas y sus acciones, mientras ella cursará sus estudios universitarios y una vez licenciada tendrán hijos, una docena de hijos, tendrán un equipo de fútbol completo para criar y cuidar. El metro ha parado y entre empujones y desesperos innecesarios caminan todavía juntos unos minutos. Frente a las escaleras metálicas se despiden, un hasta mañana lleno de deseo y un beso largo y triste, como si fuese el último de sus vidas. Ella sigue el pasillo y camina despacio, entorpeciendo el flujo de personas, deteniendo sus pasos cada dos segundos para observar la espalda ancha que asciende y que se va perdiendo escaleras arriba, casi imposible ya su visión entre la gente. El ambiente helado abofetea la cara de ambos cuando llegan a la superficie, pero no les despierta del atontamiento del que son dueños. La joven enamorada se une a un grupo de amigas que, entre bostezos, comentan risueñas el último capítulo de su serie favorita. El ejecutivo inicia nuevo camino hacia el edificio que alberga el pequeño imperio que está construyendo. Su chófer, obediente y responsable, abre la puerta del Mercedes negro que ahora se impregna con el olor de la tierra y de la gente que habita transitoria en el subterráneo. Han pasado los años y la joven enamorada, ahora comparte sus besos con un atractivo compañero de universidad sorprendente y genial. Al metro se ha unido, como medio de transporte, el autobús de la línea 16. De camino a las clases, a esas horas, aunque tempranas, el sol ya alimenta sus caras y hace el viaje un poco más agradable. Sigue tan guapa como siempre, más libre, más segura, más mujer. Ilusionada con el joven moreno que la acompaña tanto a la ida como a la vuelta a casa. El ejecutivo, tiene alguna cana de más pero ha vuelto a recuperar las ganas de amar tras varios fracasos con bellas mujeres. Y su atractivo no ha disminuido. No ha vuelto a pisar un metro como pasajero pero sí hace unos meses, como acompañante del ministro el día que inauguró la línea 9. Distintos olores pero tan cercanos. Las prisas de las gentes ajenas a la inauguración y apartadas momentáneamente del trayecto a seguir. La fotografía ha sido rápida, casi irreal, sólo lo justo y necesario para salir en los periódicos pero los recuerdos han vuelto fulminantes a su mente y le han hecho sonreír, aunque no tanto como la visión de la guapa modelo que viste, desde grandes carteles, las limpias paredes de los nuevos pasillos, anunciando con sus curvas y un llamativo bikini un verano inminente. Esa bella modelo, que ahora ocupa sus pensamientos, hace tiempo que no pisa un metro, justo desde que la fama acompaña sus quehaceres diarios y sus besos calientan la cama del ejecutivo cuarentón que ahora la ama.
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Hctor Restrepo Martnez
Compartir una mujer joven no es vergonsante, hacerlo con mujer vieja salen cachos. Felicitaciones Héctor.
Enrique Dintrans Alarcn
Saludos
JUAN CARLOS
Cariños...Juan Carlos.
miguel cabeza
Saludos