Capricho II
Publicado en Jan 31, 2010
No le gustó lo que estaba haciendo. Las fotografías tenían algo mal, no salían como esperaba. Eran en verdad extraordinarias, pero no funcionaba. Tenían algo que les daba un aire corriente, y Damien nunca toleró eso en su trabajo. Era muy fácil cruzar la línea entre una fotografía común y una extraordinaria, esto no podía estarle pasando justo ahora. Tenía frente a él un trabajo cualquiera, de aficionado. Analizó cada detalle hasta que lo encontró, porque sin duda algo estaba mal, e incluso a sus ojos de experto se les escapó. Las fotografías estaban ligeramente torcidas. Nada notorio, solo una pequeña inclinación que opacaba lo demás. ¿Es que no puso el tripié en una buena superficie? No, él lo verificó varias veces, el pedazo de piso donde lo asentó era plano. ¿Entonces? ¿Por qué salieron así? ¿Acaso...? Damien sacó el tripié y lo examinó. Sí, ese era el problema: la cabeza estaba un poco más inclinada de lo normal.
Recordó a la chica de la Fontana. Había tirado el tripié en su prisa por pasar, y él, sorprendido como estaba, simplemente lo levantó. ¿Cuál era el nombre? Annie algo, Annie Pennyman. Nombre curioso, especial como ella. Aunque tenía cuerpo y complexión de bailarina, había tropezado de la forma más despistada. Sí que era curioso. Sus ojos poseían un brillo inquieto y ella misma mezclaba torpeza y elegancia de forma encantadora. Su imaginación empezó a volar, y Damien pensó en encontrarla de nuevo, tal vez en la Plaza del Popolo, o mejor en el teatro. Llevaba así un rato cuando se dio cuenta de que lo que hacía era muy iluso. Había casi tres millones de personas que podría encontrar en esos lugares, pero sería extraño verla de nuevo. Sintió que solo perdía el tiempo; antes de seguir trabajando necesitaba un cigarro, así que fue por uno. Ya entrada la noche, decidió dar un paseo. Regresó a su mente la imagen de lo ocurrido esa mañana. Formaban un bonito cuadro, dos extraños conociéndose por accidente en un lugar tan concurrido. Siguió caminando. Roma se volvía un espectáculo sorprendente por las noches, lo que le servía para aclarar sus ideas. Muchos recuerdos volvieron al pasar frente a una animada disco. Unos seis años atrás no habría dudado antes de entrar a ese o a cualquiera de esos lugares, pero las cosas habían cambiado. Debía recordar dónde estaba, en quién se había convertido. Se angustió de nuevo al pensar en las veces que casi deja todo por un poco de polvo. No fue precisamente bueno en sus tiempos de universitario. Brillante en trabajos y exposiciones, pero su historial era muy distinto. Tuvo que estar en coma dos semanas para darse cuenta de que se estaba matando. Años después, caminaba en la Ciudad Eterna con el futuro frente a él. La agonía de su rehabilitación había valido la pena. En realidad temía una recaída, y pasear por las noches le ayudaba a mantenerse despejado. Solo el tabaco parecía calmar sus nervios y su ansiedad, así que se había resignado. Nunca dejaba de pensar que estaba en esa situación por su culpa, como si fuera a olvidarlo. Vio a un grupo de alegres jovencitas cantando a la mitad de la calle y decidió que era un buen momento para volver a casa. Deseó que alguien lo estuviera esperando, pero eso también era algo iluso. Estoy así por mi culpa, se recordó al apagar su cigarro y subir las escaleras hacia un departamento donde solo encontraría soledad.
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inocencio rex
Andrea Palomini
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