Obsesin
Publicado en May 07, 2009
Lo hundió a manera de puñal en la carne sintiendo la resistencia del tejido ya muerto. Cerró cómo quién de una cachetada da vuelta el espacio. No podría haber tolerado el encierro del ascensor, descolgándose por las escaleras tragándose los peldaños se detuvo frente a la entrada intentando acertar la llave, mientras el portero trataba de socorrerlo, él sólo percibió que la imagen que le devolvía en el espejo no le pertenecía. Enceguecido salió impulsado a un paso exageradamente amplio y acompasadamente veloz. Haría las 15 cuadras sin saberlo, sin reconocer la perfumería, ni el quiosco del balconcito bajo, menos aún el húmedo taller mecánico junto al hediondo baldío, ni siquiera presintió a la cieguita que voceaba La Solidaria.
Una mirada de pánico lo puso en alerta, lo llevaba ensangrentado en su mano siniestra, mecánicamente limpió la hoja en su camisa y la escabullo en la campera. En cada bocacalle, sentía el vértigo que le imprimía la velocidad de su marcha, obligándolo a lanzarse sin dudas de una orilla a otra. El hombrecito, rojo luminoso, logró frenarlo en la avenida, estático y desafiante lo observaba hasta que desapareció súbitamente, presintiendo ese puño fundido al mango. Cruzó, a modo de corrida de pianista, el teclado pintado sobre el asfalto y descargó un circunstancial golpe al jarrón de latón de la florista que intentó vanamente retenerlo. Las rosas se vengaron en ella y el agua en la vereda se tiñó de púrpura. La bronca que lo asfixiaba le diría cuando detenerse. Pasó por la Iglesia sin atinar a persignarse, aunque más no sea cual signo de redención, el odio arrasa con todo. Tampoco reparó en la casa de sepelios, donde un empleado se asomó restregándose las manos cuál película del lejano oeste. Giró, tropezando con el escalón desnivelado sin sentir el dolor y con el propio impulso, apenas reducido por la curva cerrada, de a tres escalones trepó. Hay cosas que no se pueden dejar pasar. Golpeó secamente. Abrió una criatura de ojos sorprendidos. Sin piedad sacó el cuchillo y lanzó un ¡toma, afílalo bien!
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Verano Brisas
P.D. Gracias por tu comentario a "A las putas". En este mundo todos somos putos y putas, en cierta forma, aunque les duela a los moralistas. Hasta se puede decir que todo el universo es un inmeso prostíbulo, con una proxeneta invisible.