Venerable mujer
Publicado en Feb 15, 2010
Luces crepusculares tejen un triste, sutil y vaporoso velo que surca tu rostro por los muchos días vividos y noches perdidas, atenuando la luminiscencia que mengua decrépita, absorbiendo ilusiones, difuminando hasta una completa desaparición ensoñaciones alimentadas en una fervorosa y lejana juventud, diluyéndose en un inexorable tránsito a través de caminos y veredas espinados de penurias. Envuelta en una broncínea aureola que oxida cada uno de los poros de una piel que se adivina otrora suave y tersa, posadas sobre ellas como gotas de rocío. Blanqueado y ralo el cabello que alguna vez debió ser lustroso. Atrofiadas las ideas que alguna vez fueron vivaces y atrevidas, que han sucumbido bajo el pesado manto de la prudencia, que entorpece agilidades y ralentiza movimientos fruto de los muchos años vividos, de lustros desperdiciados y décadas transcurridas desde que el cuerpo se estremeciera de impaciencia por la espera del hombre amado, o soñando en amores venideros; o añorando la llegada del príncipe que te rescatara de esa torre de marfil, en la que todos hemos morado alguna vez, expiando pecados inconfesados. Juventud que se refleja en el fondo de tu profunda mirada, oculta en el confusa hojarasca de recuerdos que el tiempo ha alimentado de ilusiones y desencantos, regado por lluvias de lágrimas derramadas en incontenibles alegrías, en desgarradores pesares. En tu rostro aún late el vestigio de belleza en persistente y obstinada porfía por no desvanecerse en la bruma del olvido.
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raymundo