El piano de mamá
Publicado en Feb 20, 2010
Mi madre es pianista. Tenemos un Steinway & Sons, y presiento que lo quiere más que a mí. Es que el piano tiene historia. Se lo regaló su tía cuando cumplió quince años, de segunda mano, pero bien traído de Nueva York. Otros quince años más tarde y luego de investigar aquí y allá, nos enteramos de que fue de una mimada concertista que se suicidó cuando su pareja, un chelista, la dejó. Su padre guardó el piano y, al morir, alguna tía se lo quedó, para venderlo a una tienda cualquiera donde años después un señor cualquiera, osea mi tío abuelo, lo compró. Así que era una especia de piano trágico. Tal vez por eso las melodías tristes suenan mejor en él. Mamá está preocupada. La artritis es muy común en mi familia, y tiene miedo de no poder tocar. Creo que le frustra más saber que yo no toco. Siempre intentó enseñarme, pero soy medio torpe para aprender de ella. El caso es que pacientemente intentaba que leyera notas y entendiera las claves y los tiempos, soltando un suspiro de vez en cuando, acompañado de su típico "Hay, Camila, pero si es tan sencillo..." al que yo solo sabía responder con una tembladera de labios que mejor ni recordar.
No sé cuales sean las notas que suben hasta mi cuarto, pero dudo que sean de Chopin. Adoro a Chopin, y mamá igual . Al menos eso tenemos en común. Pero por más que le pido, no toca nada suyo. Supongo que ahora le deprime más. Cuando vienen mis tíos y mis abuelos a almorzar algún domingo especial, su hermano menor, Andrés, no tarda en sentarse frenteal piano y empieza a tocar algo de alguna banda de rock alternativo, mientras mi madre lo mira con tristeza y mi abuelo destapa el vino. Yo solo me siento junto a él y copio sus moviemientos. ¿Qué más puedo hacer? Él toca de memoria, y pues yo también. Hoy mamá está tocando de nuevo. Bajé hace un rato y la vi, sentada frente a su gran amor, el gran amor que abandonó para estudiar y casarse, tan digna y elegante como la que más. deslizando sus dedos de forma sigilosa e impresionante, recordando esos días en que el futuro era más prometedor y yo no entraba en los cálculos. Y ahí sigue ella, luchando con la artritis y sangrando toda la música que normalmente no quiere sacar.
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gabriel falconi
Andrea Palomini
inocencio rex
estupendo relato.