SONIDOS DE MI CIUDAD…
Por: Ángel Pérez Vázquez
 
Es tarde ya son poco más de las 11 de la noche, en casa todos duermen, y pareciera que al hacerlo intentan de contar algo más entre los infinitos laberintos del sueño, que solo el descanso nocturno. Aquí adentro el ruido levemente desvase, ya que solamente se escucha el girar de la rueda de Arturo, quien es un pequeño roedor de laboratorio, y es el mismo quien en algunas ocasiones suele acompañar al último que pasa a descansar a sus aposentos. Sin embargo a fuera el ruido en algunas ocasiones va de menor a mayor o viceversa, y este puede ser propiciado por un minucioso convivio familiar de algún vecino a locado que con su voz desentonada intenta interpretar las melodías que toca la radio, o una boda, o  XV años, que se han cebrado en el salón social que se ubica cercas casa como si este fuera el único en esta pequeña ciudad de Tecate,  pero muy acogedora para todos sus visitantes,  así también puede escucharse sonar la sirena, de la cruz roja,  cuando  han sido requeridos sus servicios para asistir algún automovilista que se accidentado en la carretera, por el abuso del alcohol o por falta de precaución, simplemente por que hubo disputa a las furas del bar x, en la cual como es de esperarse una de las partes involucradas tuvo algunas lesiones graves, las cuales requiere de asistencia médica. Y que decir de la sirena de la policía que se suma a la causa no dejando de sonar durante el transcurso del día, de la tarde y de la noche, la cual antes Don. Feliciano el conserje de la escuela secundaria, Francisco I. Madero recuerda que en otros tiempo casi no se escuchaba por las calles, o por lo menos no tanto como ahora que es más frecuente, que el simple aullido de un gato en celo, o que el tosco ladrido del perro que alerta a su amo por el paso de un sujeto extraño a altas horas de la noche, con un costal viejo como sus sueños, o una bolsa de plástico desgastada por el tiempo al igual que él por el paso de los años, en la cual va juntando las latas de cerveza o de soda que se va encontrando a su paso cansado por desvelo.