No va ms!
Publicado en May 14, 2009
La primera vez pensó que era de pura suerte, tan propia de principiante; en la cuarta comenzó a sospechar que algo extraño sucedía.
¡No va más!... permaneció quieto sintiendo todas las miradas sobre él. "¡Colorado el 19!" cantó el crupier. Carlos no escuchó el pleno, pero sí la ovación de la gente que comenzaba a alentarlo. Una rubia siliconada se acercó con aire de presa fácil y le guiñó el ojo cómo en las películas de 007. “Por suerte que las vi”,se dijo,“estas rubias son siempre espías”. El próximo “no va más” fue lanzado con tono de desafío y lo sorprendió tratando de acomodar un pilón de fichas sobre el 24 pero quedaron en el 27. Lo aceptó resignado al ver el "secador" descendiendo cómo un hachazo sobre sus manos. El silencio hacía ruido, mientras la bola rodaba sobre el resalte de madera, en tanto él cerraba los ojos. Invariablemente cómo en los 5 plenos previos vio el número en su mente, y ella detuvo su marcha sobre la casilla por él visualizada. Todo eso confirmado, a su ceguera voluntaria, por los gritos de felicitaciones. La fortuna se socializa en forma de alegría. Ahora no sólo lo miraban sus admiradores sino también los guardias de seguridad. Nunca creyó que una fortuna pudiera hacerse tan fácilmente a voluntad, tenía miedo. Siguió con su “racha” transformando la noche en una fiesta casi interminable, ¿podría visualizar otras cosas?, ¿modificar el futuro a gusto? En ese instante el crupier, un ser de actitudes mecánicas sin capacidad de iniciativa alguna, gritó: “Ultima bola de la noche”. “Ultima bola… veamos”, cerró los ojos luego de colocar todo en el 17, eso era verdaderamente “asaltar” la banca. “No va mas…” y nuevamente la pelotita cobraba vida e iniciaba el recorrido sin prisa en el plato cóncavo de madera, desconociendo que como en todo suceso aleatorio no puede determinarse en ningún caso el resultado antes de que este se produzca. La rueda gira en sentido contrario, con sus 37 casillas esperando ser elegidas, mientras los cuatro pequeños brazos de metal la balancean en un giro continuo y perfecto. La imagen se va instalando, es rara... un 48 teñido de rojo se impone y lo deja perplejo. El paño no tiene 48. Ella gira y en un momento duda, un ruido sordo y desgarrado desciende desde el cielo junto con la araña de luces con caireles de cristal que se desploma sobre un Carlos que ya agoniza balbuceante, la bola comprende al instante y golpeándose contra uno de los rombos metálicos salta al bolsillo del vidente. Ella, la que determina el resultado de la jugada, obedece a ciegas... ya está en su lugar, sobre Il morto qui parla.
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Verano Brisas