El alta del hospital (por Olavi Skola y José Orero).
Publicado en Mar 14, 2010
OLAVI SKOLA:
Al día siguiente volvieron a visitarme. Estaba haecho polvo ya que había pasado toda la noche en vela. La santidad de Dios, siendo consciente de mis pecados y de la Eternidad, me sobrecogía. Igual que un niño pequeño que observa un paisaje con incontables valles, montañas y acantilados me sentía impresionado frente a tanta grandeza. Mis palabras eran pocas ya que frente a lo que me había sucedido desconocía las palabras apropiadas para mi nueva vida !qué demolición más profunda había experimentado! De golpe se grabó el conocimiento de un Dios santo en mi corazón. Fue un tratamiento de schock de parte de Dios nuy curativo. Yo nunca había diferenciado los conceptos del bien y del mal, tampoco la responsabilidad que tenía ante los hombres y menos ante Dios, pero fui despertado brutalmente de esa realidad. Con temor pienso en gente engañada que sólo conocen a un Dios misericordioso, pero no conocen que Él también es Dios santo que aborrece el pecado pero ama al pecador. Lo mejor y lo más curativo fue lo más difícil, verme ante la santidad de Dios. El lunes el médico creyente me vino a visitar. Vio el cambio en mi vida y dio gracias a Dios. Al día siguiente me darían el alta que ya no podía retenerme más tiempo allí. La noche de mi encuentro con Dios oré desesperadamente>: "Dios, tu sabes que yo no tengo nada, sabes mi debilidad, por lo tanto cuida de mí". Sintiéndome responsable de mi propia Eternidad era consciente de que el camino que tenía por delante era difícil. Dios comenzó a responder a mi oración. El sábado por la noche uno de los jóvenes le había preguntado a sus padres creyentes si no les importaría que yo fuera a vivir con ellos y aceptaron esa propuesta. El martes el médico y dos creyentes me estaban despidiendo. De repente me agarré al médico y le pedí: "¿podía quedarme unos días más? o... ¿Me podías dar algo para tranquilizarme?. El hospital era mi refugio y fuera de él me esperaba un mundo hostil. Instintivamente quise refugiarme en mi antigua muleta, las pastillas. El médico me cogió tranquilamente por los hombros y me dijo unas palabras muy importantes: "la buena obra que Jesús ha comenzado en ti la llevará a su término, confía en Él y saldrás adelante". Recuerdo cuando salí con esas dos personas creyentes del hospitalk. Si un bebé recién nacido al salir del hospital pudiera sentir algo sentiría lo mismo que yo. Una nueva criatura observaba el paisaje desde las escaleras del hospital. Me daba miedo adentrarme en un mundo sucio y viejo con una vida limpia y recién estrenada. Lector, antes de proseguir quiero que sepas algo muy importante. Te he contado mi experiencia al detalle porque es el testimonio del poder transformador de Dios. Pero este no es un modelo estándar por el cual tu también tendrías un encuentro con Dios, yo necesitaba esto, tú puedes necesitar otra experiencia diferente porque eres diferente. Dios, nuestro Creador nos trata como a individuos no como mercancía de una f´´abrica de producción en cadena. Lo primordial no es cómo es tu experiencia del nuevo nacimiento sino que seas nacido de nuevo y tú lo sepas. JOSÉ ORERO: Aquella última visita al hospital, como ya dije, era la sensación definitiva para mí. Tenía que seguir gritando !!!LIBERTAD!!! a los hombres, mujeres y niños de la sociedad madrileña (nativos y extranjeros). Y también me sentía impresionado ante tanta grandeza de Dios. El psiquiatra era ya una cosa olvidada. Recuerdo que me dijo, "José, ya no quiero verte más por aquí. Ya me has ayudado bastante". Yo le contesté: "Doctor Díaz, le juro que nunca más me verá por aquí". Ahora tenía que ir a visitar a la alta sociedad madrileña. La nueva "casa de descanso" era elegante, muy elegante, pero yo seguía terminando de escribir mi novela "Setamor". Los pacientes pertenecían a un mundo liberado... pero en ese mmundo liberado con lujo y placer también había trampas para confundirles y que no supiesen quien es Jesucristo. Así que tuve que volver a luchar por ellos y ellas. Es necesario reconocer que viviría nuevas experiencias producidas por el schock que provenía de la parte de Dios. Un schock muy curativo para volver de nuevo al laberinto que ahora era un consumismo agnóstico. Gentes que vivían sin saber lo peligroso que es eso. Yo sabía que al volver, una vez cumplida perfectamente esta misión, al laberinto infernal bancario sería duro otra vez, pero no me acordaba para nada de ello, sino de tratar de llevar el mensaje cristiano a aquellas personas que en realidad sólo eran gentes. Era hacerles saber que existe otro tipo de vida mucho mejor. Los médicos me consultaban diariamente. ¿Qué palabras está diciendo Diesel?. Yo estaba escribiendo un cuento sobre mi ya desaparecido (muerto por envenenamiento) perro setter irlandés llamado "Chester". El cuento se titulaba "Chester color canela" y fue conocido hasta en Francia. Pero esto es sólo otra pequeña regresión en el tiempo. Había sucedido cuando mi Princesa Lina de los Ángeles era todavía solo mi novia. Vuelvo a adelantarme en el tiempo. En aquel laberinto del que me quedaba tan poco tiempo para salir, ahora me econtraba perfectamente bien y, tras unos momentos de desconcierto y desorientación, empecé a comprenderles. Era un mero espectador pero todo lo contrario a un desengañado. Así que seguí sonriendo y, en los momentos de descanso, riendo con bromas inocentes para ayudarles a superar aquella clase de vida alienante y despersonalizadora de las máquinas numeradoras. Ahora ya no me insultaban. Y es que estaban empezando a comprender que no era ninguna clase de locura mi grito de LIBERTAD sino la verdadera liberación que ellos y ellas necesitaban. Yo lo había conseguido. Ellos y ellas también podían hacerlo fuesen o no fuesen mis amigos.
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