Los dolores de crecimiento (por Olavi Skola y José Orero).
Publicado en Mar 17, 2010
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El período de convalecencia fue duro. Sabía que el cielo me había vuelto a recibir, pero no podía sentirlo. Con la mente podía comprender lo que la Palabra de Dios dice, que por su Gracia tenía derecho a volver, sin embargo, mi alma con sus sentimientos no reaccionaba a esa fe de la razón. Sabía las verdades espirituales pero no las vivía. Hay qie poder sentir, vivir y experimentar el poder de la Palabra verdadera. Aquel, en quien se han hecho realidad las promesas de la Palabra de Dios nunca se conforma con caminar en el desierto del conocimiento teórico. Tenía fresca en mi memoria haber experimentado la presencia de Dios cuando me convertí, y ahora sufría por no sentirlo de la misma manera. La oración se secaba en mis labios en un par de minutos. A veces, aún poniendo todo mi empeño para concnetrarme e orar, acababa pensando enseguida en otras cosas. Empezaba leyendo la Biblia y acababa con el periódico en las manos.

¿Qué estaba fallando? Había confesado mis pecados ¿Qué más?. No había vuelta atrás porque allí me esperaba la muerte, arriba estaba un Dios misericordioso pero el camino hacia allñi estaba atascado a pesar de que la razón me decía lo contrario. Mi carácter impulsivo hizo que la situación fuera peligrosa ya que no tenía mucho aguante ante los problemas no resueltos. Si las cosas no9 se solucionaban inmediatamente las solucionaba yo a mi forma, pero las cosas son como alguien ha dicho: "nadie después de ser tocado por Dios puede seguir siendo el mismo".

El tropiezo había intentado borrar la huella de Dios en mi alma, pero no lo consiguió. El temor de Dios me protegió de una reacción incorrecta de mi carácter impulsivo que podía tener consecuencias eternas. Hoy doy gracias a Dios por aqeullas personas que guiadas por el Espíritu Santo me han ayudado. Uno de ellos fue este amigo al que acudí después de mi caída. Él me aconsejó que me fuera a vivir a un pueblo donde vivía una familia amiga suya que tenía un taller de metal. Allñi me darían trabajo y casa.

No pasó mucho tiempo cuando una caja de cartón fue suficiente para llevar todas mis pertenencias.

No fue fácil empezar en un sitio nuevo. La recaída produjo una capa de hielo que me impedía sentir la Gracia de Dios en la comunión con los hermanos. Ninguno de los que estaban cerca se dio cuenta de mis sufrimientos, de la angustiosa situación en la que me encontraba. Mi conversión fue una demostración de que Dios en un instante puede cambiar la realidad, pero yo no sabía que Dios no está atado a determinados moldes de actuación, sino que, como la Biblia dice él se manifiesta de varias formas. Yo esperaba ese día en que podría marcarlo en el calendario y escribir: "Aquí Dios se manifestó".

No sé el día ni la hora, pero pasado un tiempo me di cuenta de que el hielo había desaparecido. El murmullo de los ríos, el brillo del sol y el canto de los pájaros volvió a sonar en mi alma. Las aguas fluían de más profundidad y tenían un sabor aún más dulce que antes de la recaída. La oración brotaba de mi corazón y la palabra de dios estaba viva. La comunión con los hermanos era reconfortante y me entusiasmaba hablar a otros de Jesús. No sólo era creyente sino que vivía de la fe y en la fe.

¿Por qué Dios permitió quew estuviera en tanto peligro de recaída?. Todo tiene un propòsito, también el hecho que Dios estuviera escondido de mí. Las palabras que Dios dio al pueblo de Israel a través de Moisés dieron la respuesta a mi pregunta: "para humilarte y probarte, y para saber qué había en tu corazón, si quieres cumplir o no sus Mandamientos" (Deuteronomio 8:2-3).

Él me desnudó de mis sentimientos y quiso comprobar si en mi voluntad había calado hondo el deseo de seguirle, es decir, quiero aunque no siento; creo aunque no veo y obedezco aunque no entiendo.

JOSÉ ORERO:

Sé que produje dolores en muchas personas, especialmente mujeres, como producto de mi crecimiento como ser humano. Sé que mientras en las calles, en los bares, en los tugurios, en el maldito laberinto infernal del Banco, producía dolores a muchas personas, especialmente a mujeres repito; pero JAMÁS lo hice a conciencia ni buscando hacer daño a nadie. Y vuelvo a decir JAMÁS con mayúsculas. Si alguien sintió
dolor por mi culpa no fue por mi voluntad. Eso ocurre con los que somos bohemios de la cultura. Que al mismo tiempo que vamos creciendo en medio de la sociedaqd, a medida que nos vamos desarrollando nuestra personalidad... hay otros hombres que sienten envidia, celos, renocres y odios... y hay mujeres que entran a tener sentimientos por nosotros (dejando a un lado a las brujas) pero jamás buscamos hacer daño a nadie.

Los celos, las envidias, los rencores y los odios de algunos hombres sólo eran productos de mi Libertad. Ellos, los que me atacaban y me atacaron siempre, no sabían nunca lo que era la Libertad aunque dijesen hipópcritamente que luchaban por ella. Ellos, los que me atacaron siempre no sabían tan siquiera qué era la Libertad de la que ellos tanto hablaban. No entendían la Libertad nada más que cuando les convenía pero cuando alguien demostraba tener independencia y autonomía para realizar actos de verdadera LIBERTAD atacaban sin piedad aunque yo sólo sonreía y seguía siendo el mismo niño de siempre, sin saber lo que era odiarles.

En cuanto a las mujeres JAMÁS busqué el amor verdadero en todas las que me gustaban pues sólo amaba a mi Princesa desde los siete años de edad. Efectivamente, algunas me gustab an tanto físicamente como por su personalidad pero fueron sinceras al decirme no y fui sinceras al decirles yo también no. Nunca en mi vida me crucé en el camino de un amigo o enemigo cuando supe que alguna mujer que me gustaba físicamente y por su personalidad estaba enamorado o enamorándose de ella. Como en el fondo sabía que no era mi Princesa yo solamente me apartaba a un lado y les dejaba hacer fuesen amigos o enemigos. Claro que tuve que sufrir por ello. Eran los dolores de mi crecimiento como cristiano. De esta forma mi salida física del laberinto ya era una realidad. Sólo faltaba el momento y el momento estaba a punto de llegar.
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Foto del autor José Orero De Julián
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