LA DAMA DEL VIOLIN
Publicado en Mar 18, 2010
Después de mi tumultuoso divorcio y quedarme solo con mi volkswagens, mis libros, mi laptop y algo de ropa, porque la mayoría me las quemo mi ex en un acto de ridícula venganza, me fui a vivir a un viejo apartamento del centro de la ciudad que conseguí en ganga por un aviso que estaba pegado en la cartelera estudiantil de la Escuela de Artes, donde daba clases algunas noches de Sociología. Aquel apartamento era en realidad un inmenso salón de un solo ambiente que quedaba en un segundo piso de un antiguo edificio del centro de la ciudad, en la planta baja funcionaba una panadería y una quincalla china, en el primer piso una fabrica empaquetadora de muñecas, después venia mi codiciado y nuevo hogar, para luego en el tercer piso donde vivía una extraña dama que es el motivo que este contando esta historia.
El domingo cuando me mude todos los amigos en solidaridad me ayudaron a pintar el apartamento y así entre cervezas, brochazos, bromas, pizzas con sabor a plástico y chistes malos de divorciados llego la noche con toda la soledad que ella podía traerme. Despedí a los panas ya borrachos y me puse a recoger las latas vacías y los pedazos de pizza regados por el piso, ya era medianoche, cansado me asome a la gran ventana para ver los grises con todos sus claroscuros, prendí un cigarro y cuando el hilo de humo empezó su camino hacia el cielo escuche una deliciosa melodía que baño e inundo todo el espacio de mi nuevo aposento, y así mientras escuchaba aquellos tristes adagio y unos entusiasmados allegro con todos sus vivace me quede dormido arrullado por la extraordinaria música de aquel solo violín. Al día siguiente después de aquel excelente sueño reparador, el día se me hizo rápido y ligero, la oficina en el ministerio estaba de lo más tranquila y mis alumnos de las clases nocturnas me parecieron más atentos y estudiosos que nunca. Cuando llegue al apartamento me puse a corregir algunos trabajos pendientes, al terminar ya eran las once y tanto, me duche, me metí en la cama, y me dispuse a leer un libro cuando de repente volvió la música del violín a poblar el espacio, al principio me moleste pero la belleza del aullido lastimero y melancólico de aquel mágico instrumento y la delicadeza del virtuosismo con que era tocado, me lleno de una profunda pero extraña felicidad. Así paso una semana, con el embrujo nocturno del mágico violín y su hechicera melodía, y entonces me propuse averiguar de donde provenía su dulce encantamiento. Esa noche ante de las doce me senté justo en las escaleras que daban entre mi piso y el de arriba, pues sospechaba que el ejecutor o ejecutora del violín podía provenir de mi vecino del apartamento superior, espere que sonara y que salieran volando sus fantásticas notas y toque la puerta, se silencio el violín y escuche menudos pasos que vinieron abrir la puerta. Era una mujer anciana, tan vejita y arrugada, que parecía un rollo de pergamino conseguido en el Mar Muerto, llevaba su boquita pintada de un rojo escarlata, sus ojos tristes y lastimeros me dieron la bienvenida y me hizo pasar con la cortesía de antaño y amigable de los que llevan mucho tiempo sin ver y hablar con nadie, aquel apartamento estaba decorado como los salones de esperas de los grandes teatros europeos con la diferencia de que parecía en ruinas, la señora en un acento extraño me ofreció una taza de té que recibí con mucho agrado, cuando le fui a comentar sobre la música que todas las noches tocaba, me tapo la boca con su manita enana y esquelética forrada de millones de pliegues y surcos y me dijo escuche, y con una velocidad violenta se puso a tocar el violín; por un momento me puse nervioso porque pensé que le daría un infarto a la minúscula señora por la pasión, ardor y vehemencia con que sujetaba el violín, más que un instrumento parecía su amante, su amado sonoro que con sus caricias parecía cantar de placer. Pero lo más sorprendente de todo fue que a medida que avanzaba en su frenético concierto aquella ancianita se iba convirtiendo en una hermosa mujer, la música borraba los surcos de los años, eliminaba la blancura de sus largos cabellos, desaparecía su espalda arqueada por los innumerables años y surgía una espigada y hermosísima joven como una flor de loto entre el pantano. Asombrado por tan maravillosa visión me deleitaba ahora no solo con la perfección de la música sino también con la belleza de su virtuosa ejecutora que parecía no percatarse de mi. En eso soltó el violín entre sus manos y de un brinco felino se arrojo sobre mi y terminamos su concierto, yo como su instrumento, pasivo entre sus ágiles y maravillosas manos, y solo podía salir de mi boca un sonido: que prosiguiera tocándome hasta hacerme morir. El profesor tenia tiempo que no venia a clases, según las llamadas a la oficina del ministerio donde trabaja, tampoco sabían nada de el. Sus amigos fueron a su apartamento junto con la policía, consiguiendo el lugar completamente vacio. Nadie, pero nadie sabe de su paradero. Anoche, como todas las noches aullé mis penas y alegrías, paso todo el día esperando la llegada de la luna, acostado sin moverme sobre una antiquísima mesita a que venga ella, con sus canas, sus arrugados dedos y su sentimiento de tristeza de abril para que junto con el arco toque mis cuerdas afinadas de sol... de... ra... mi... para volver a hipnotizar a otro humano que me libere de este sueño musical y de este melodioso frenesí.
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Alfonso Z P
acostumbrados. Parece que los viejos estamos de moda. Felicitaciones y estrellas.
Saludos: Alfonso
Felix Antonio Esteves Fuenmayor
Un fuerte abrazo
Félix
Felix Antonio Esteves Fuenmayor
Abrazos
Félix
gabriel falconi
todas las estrellas. que buen cuento, atrapante
hayde me dijo que nosotros teniamos algo en comun y es cierto ....
te invito a leer el maestro de violin cuento ue publique aqui.
un abrazo
Lirica
Me encanto!!! el final bueniismo!
me hizo acordar d alguna manera a "el retrato oval"!
bueno amigo.. t dejo u abrazo y estrellas. =)
segui asii!