Cuando hago una promesa lo más lógico y coherente es que la cumpla y tiene mayor peso si me la hice a mi misma, si no la cumplo entonces no decepcionaré a nadie más, sólo a mí y entonces ¿de qué sirve haberla hecho?
Generalmente lo que prometo es porque quiero hacerlo, ¿y si sólo aperento querer hacerlo? ¡¡¡ahí está el problema!!! se vuelve una lucha interna entre la mente y el corazón... ¡oh! esa batalla eterna...
Hay quienes me dicen que debo hacerle caso a la razón y entonces me propongo firmemente cumplir lo dicho y también están aquellos románticos y me aconsejan: ¡déjate llevar por tus sentimientos!
Si me inclino por la razón ¡cuánto sufriré! Es díficil olvidar a alguien, alejarlo de tu pensamiento y hacer como si nada hubiera pasado. Si le hago caso al corazón (otra vez) se de antemano que habré perdido...y también voy a sufrir...
Será el turno de la razón, el corazón se ha equivocado... comenzará el terrible "y si hubiera..." pero resistiré, lo haré, porque finalmente esa fue la promesa.